jueves, 21 de julio de 2011

¿POR QUÉ NO DECLINÓ NARANJO?

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

Por extraño que parezca, no pocos antialiancistas furibundos han recriminado a Guadalupe Acosta Naranjo su decisión de no haber declinado a favor de la candidata del PAN en Nayarit, Martha Elena García de Echevarría. Es más, lo responsabilizan por no haber ido en coalición con ese partido y, sin importarles siquiera que hayan llegado a decir que tales alianzas son “ilegales”, se lamentan por haber desperdiciado la oportunidad del triunfo. Claro, no es que quieran presumir incongruencia o cinismo sino que les urge desviar la atención o al menos compartir costos por los malos resultados del 3 de julio y los 41 puntos de diferencia en el Estado de México, la elección que acaparó los reflectores y cuyo arquitecto de la estrategia, por parte de la izquierda, fue Andrés Manuel López Obrador, el gran derrotado de la jornada. Es una forma desesperada de buscar un acuerdo de compromiso interno, de que no haya balance electoral, de que no se señalen responsables y, lo peor, de que no se saquen conclusiones y se corrija lo que se hizo mal. Hubo errores en el Estado de México, Nayarit y Coahuila, y los cometidos en un lugar no eximen a los cometidos en otro.

Con los resultados a la vista nadie puede sostener que el PRD y su candidato no tuvieron equivocaciones en Nayarit. La elección se polarizó entre el PRI y el PAN y muchas cosas se hicieron o dejaron de hacer para que eso ocurriera. Pero antes de señalar esas acciones u omisiones es necesario abordar el punto clave, el cuestionamiento fundamental a la estrategia seguida en aquel estado. Me refiero, por supuesto, a la alianza frustrada que, efectivamente, hubiera sido ganadora y, relacionado con ella, la decisión de Acosta Naranjo de no declinar y llegar hasta el final de la contienda.

Ahí el PRD tuvo un proceso inverso al de Guerrero. Mientras en este estado se cantaba su derrota con mucho tiempo de anticipación, pero pudo revertir ese resultado mediante decisiones audaces, en Nayarit preparó con mucha anticipación una alianza electoral con el PAN que se veía con enormes posibilidades de triunfo y que finalmente naufragó sin estar preparado para enfrentar dicha eventualidad, sin tener plan B; de ahí que haya reaccionado con deficiencia. A ese respecto, resulta injusto responsabilizar a Naranjo por la caída de la coalición.

Guadalupe Acosta Naranjo fue uno de los principales promotores de las alianzas del 2010. Siendo presidente del PRD construyó el acuerdo sobre la reforma energética que evitó el apocalipsis que se presagiaba y recuperó la interlocución institucional con los otros partidos y con el gobierno federal que se había roto a raíz de la elección presidencial. Como diputado federal se convirtió en un factor muy importante de la negociación con los diversos actores políticos, de tal manera que se ganó la confianza de propios y extraños. Por eso, cuando se empezó a perfilar la coalición con el PAN en Nayarit, él se convirtió en el candidato natural para encabezarla y así lo acordó con Cesar Nava. Tan era así que ese partido no dudó en firmar el convenio que le daba al PRD la facultad de nombrar al candidato.

La llegada de la nueva dirección en el PAN encabezada por Gustavo Madero y la intervención de Juan Molinar Horcasitas, como Secretario Electoral de ese partido, dieron un vuelco al asunto. Éste reconstruyó la lesionada relación que el panismo tenía con la familia Echevarría y jugó, de manera poco honesta, a conseguir un gobernador afín a cargo del PRD y beneficiarse por vía doble con una negociación favorable en las demás candidaturas, en virtud de haber “cedido” la principal. Sólo hasta que fue evidente que el método de selección del candidato a la gubernatura no sería a modo de la esposa del ex gobernador, entonces el panismo aceptó asumirla como propuesta propia, no obstante que en ese momento era diputada perredista con licencia. El caso es que Madero decidió no honrar el acuerdo de su antecesor con Naranjo y planteó la ruptura de la coalición ya firmada si la abanderada no era Martha –estableció un ultimátum: se define con encuesta o no hay alianza, sabiendo cuál sería el resultado. Es decir, el PAN exigió definir algo que por acuerdo le correspondía únicamente al Consejo Estatal del PRD decidir, lo que constituye una intromisión inadmisible. Molinar vendió la idea al CEN del PAN de que con la Sra. Echevarría se repetiría el fenómeno de Baja California Sur… y al menos le creyó el presidente de ese partido.

¿Quién es Martha García? Era una persona sin ninguna participación política, desconocida para la ciudadanía hasta que su esposo se convierte en gobernador y ella se hace cargo del DIF estatal. Antonio Echevarría canaliza grandes recursos hacia los programas sociales de esa dependencia y lanza una impresionante campaña mediática a favor de su esposa a cargo del erario. Buscaba proyectar a su cónyuge como sucesora, la cual, hay que reconocer, demostró tener carisma y facilidad para codearse con “el pueblo”; eran los tiempos en que a Martha Sahagún le latía su corazoncito por hacer lo propio con Vicente Fox. Pero la circunstancia quemó la idea. En Tlaxcala fue derrotada María del Carmen Ramírez quien se postuló para suceder a su esposo Alfonso Sánchez Anaya en medio de un escándalo nacional y el PAN prefirió no cargar los costos políticos de hacer lo mismo, razón por la cual suspendió el proceso interno para elegir a su candidato a la gubernatura en el año 2005, razón por la cual se peleó con la poderosa familia Echevarría –la más rica del estado. El asunto llegó a tal grado que Martha García quema públicamente su credencial de afiliada a ese instituto político.

Cualquiera que se tome la molestia de escuchar cinco minutos a la Sra. Echevarría se dará cuenta de su falta de preparación política, que de la administración pública no tiene idea, que necesita leer tarjetas o escritos para exponer cualquier asunto por sencillo que parezca y que incluso está negada para improvisar en entrevistas o debates. Por algo, a pesar de haber estado consistentemente en segundo lugar de las encuestas, elude y se niega a debatir en la campaña. El PAN, junto con el PRI –que estaba arriba y prefería no arriesgar-, presionó al Instituto Electoral del Estado para que no citara a ningún encuentro entre los candidatos. Eso explica por qué no hubo un solo debate en Nayarit. Era evidente que, en caso de ganar, Martha García no gobernaría, que lo harían sus asesores.

Antonio Echevarría fue dos veces Secretario de Finanzas en administraciones priístas. En 1999 rompe con ese partido y acepta ser candidato por el PRD. En el camino se suma el PAN a la coalición. Aunque tenía un acuerdo con los partidos que lo apoyaron de mantenerse neutral en la contienda presidencial en caso de que fueran separados en el año 2000, decidió sumarse a la causa de Vicente Fox. Cuando rompe con el PAN por no permitirle hacer a su esposa candidata a sucederlo se acerca a Andrés Manuel López Obrador, a quien apoya en el 2006. A ese tránsito contribuye Acosta Naranjo quien, por buscar sumar a la causa presidencial, decide hacer a un lado viejos agravios. Por eso no extraña que poco antes de la precampaña Martha se haya reunido con AMLO en Tepic y el PT y Convergencia la esperaran hasta el último momento para hacerla candidata en caso de que el PAN se mantuviera en la alianza y postulara a Naranjo. Esto, para ser honestos, se debió también, y en buena medida, a la fobia del Peje hacia él, uno de los principales dirigentes de “los chuchos”. Es conocido que la Sra. Echevarría le dijo con todas sus letras a Madero –y a muchos otros- que si el blanquiazul no la hacía su candidata se iría con el PT y Convergencia.

Guadalupe Acosta Naranjo jugó un papel clave en la elección de Antonio Echevarría en 1999. Fue nombrado subsecretario de Gobierno y adquirió rápidamente un importante protagonismo en esa administración. Pero la decisión del gobernador de tomar partido por Fox y la negativa de Naranjo a firmar la compra de patrullas sin licitación a una de las concesionarías del gobernador determinaron su salida del gobierno. La ruptura fue de tal magnitud que cientos de perredistas, por el sólo por el hecho serlo, perdieron su empleo en el gobierno. Guadalupe tuvo que abandonar Nayarit ante la persecución política de la que fue objeto y se refugió en el DF donde realizó su exitosa carrera en la dirección nacional del PRD. En un hecho oscuro que no lo imaginó sin la participación del entonces gobernador, se hizo un operativo espectacular en el año 2002, como los de la serie “El equipo”, para aprehenderlo en la Ciudad de México y llevarlo detenido a Tepic en un avión privado de la PGR. Se le acusó de cambiar el domicilio de su credencial de elector sin sustento; salió libre tras pagar nueve mil pesos de fianza y resultó finalmente absuelto. Todo indica que fue un mensaje al recién nombrado miembro del CEN del PRD. Por supuesto, el gobernador se hizo el extrañado, lo visitó en la cárcel y le ofreció su ayuda. El cinismo del cacique-

Acosta Naranjo es un político audaz y con la idea de sumar a todas las fuerzas posibles contra el PRI y ganar la gubernatura, decidió no sólo dejar atrás el conflicto con la familia Echevarría –ya había dado un paso en esa dirección en el 2006- sino hacer diputada a Martha quien había terminado con mucha popularidad su gestión en el DIF. En diversas ocasiones se comprometió, delante incluso de testigos, a apoyarlo en la elección a gobernador. En una reunión con Carlos Navarrete y Jesús Zambrano, ella aceptó que existía tal acuerdo, pero, cito, “las palabras se las lleva el viento”.

Ese fue un grave error Naranjo, y no me refiero a la ingenuidad de creer en la palabra de quien representa los intereses corporativos de una familia que ya sabe lo rentable que resulta para sus negocios contar con el poder político y que no iba a renunciar a tratar de recobrarlo. Ofrecerle la candidatura, apoyarla para ser diputada y luego conseguirle la presidencia de comisión a alguien que evidentemente no tiene la capacidad para desempeñarlos, es una irresponsabilidad. Con eso reproduce la idea de que un diputado es un simple “levantadedos” y no importa que tan incapaz sea. Podría alegar Guadalupe que por la gubernatura bien valía esa concesión, que se sacrifica lo menos por lo más, pero, al margen de que terminó siendo usado por Martha, el predominio de esa visión hace que los espacios de representación sean visto como cotos de poder de grupo sin tomar en cuenta méritos o capacidades. Por eso es que México padece un parlamento mediocre.

Algo que acabó convirtiéndose en una carga para Acosta Naranjo fue su auténtica convicción aliancista, su certeza de que sólo en alianza se le podía vencer al PRI, pues con tal de que no naufragará la alianza aceptó ir al terreno de Martha y ceder al chantaje. La precampaña de Guadalupe fue muy buena y alcanzó a cerrar mucho la contienda, pero cuando esta se malogró simplemente no supo qué hacer y en lugar de dar certeza, compartió sus titubeos a la sociedad. La carga del rompimiento de la coalición lo persiguió y, en efecto, terminó pagando los costos. En lugar de proyectar a los ciudadanos el mensaje de que iba con todo, se puso a hablar de eventuales declinaciones a partir de una segunda encuesta a finales de mayo que su contraparte nunca se molestó en aceptar, pues ella no cometió el error de poner en duda que llegaría hasta el final. Incluso no descartó considerar la posibilidad de ayudar a la elección estelar del Estado de México con un intercambio de declinaciones cuando le preguntaron si estaría dispuesto a hacerlo, a pesar de lo terrible que hubiera sido para Nayarit que regresará la familia Echevarría al gobierno y, más aun, mediante una prestanombres que no decidiría las políticas públicas porque, entre otras cosas, no las entiende.

Es necesario, para que el balance sea completo, mencionar la inequidad que la incipiente democracia mexicana no ha eliminado, los vicios que se han generado en la sociedad ante la existencia de mucho dinero circulante en épocas electorales –verdaderos líderes mercenarios que juegan con dos o tres partidos-, la caída natural del tercio más pequeño ante la polarización electoral y otros factores, pero, sin duda, el factor fundamental que determinó el resultado fue el mismo que en el Estado de México: la caída de la alianza.

Hubo algunos errores de la campaña de Naranjo que no se deben omitir, como la excesiva concentración de las decisiones y la deficiente división del trabajo, la realización de una campaña voluble que mandaba mensajes muy distintos sin una imagen consistente, la coexistencia de estrategias diferentes que, por lo mismo, ninguna cuajaba. Y es que, como ya lo mencioné, Naranjo no estaba preparado para el escenario de la no alianza. Pero no pienso que haya sido error su negativa a declinar a favor de la candidata del PAN. La razón es que sólo hay una cosa peor para Nayarit que la continuidad del mal gobierno del PRI, y esa es que, por lo aquí expuesto, fuera gobernado –es un decir- por Martha Elena García de Echevarría.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Siempre me ha sorprendido como pueden algunos saltar de un partido a otro, según sus conveniencias he intereses, desafortunadamente en todos lados los hay. Habemos algunos que estamos en la izquierda por convicción por cambiar las cosas, para que los pobres tengan lo justo. Pocos políticos se manejan de manera seria como Acosta Naranjo, que bueno que no declino, jamás se daría el cambio en Nayarit pero si mas poder a esa familia. En horabuena!