martes, 26 de junio de 2012

¿POR QUÉ VOTAR POR AMLO?

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

1.- México necesita cambiar. Doce años continuos del PAN han sido suficientes y es sano que exista un gobierno de signo distinto. Pero, como bien indica la experiencia, la alternancia es por sí sola insuficiente. No basta el cambio de personas, se requieren políticas distintas, estrategias alternativas y construir mayorías estables desde la pluralidad del país con base en un proyecto nacional de mediano y largo plazo que sea resultado de la reconciliación y que permita salvar la lógica del sistema actual que alienta la confrontación sobre la cooperación, en virtud del interés faccioso. La situación en la que llegaría y la urgencia por cumplir con las expectativas creadas obligarían a Andrés Manuel López Obrador a trabajar en esa dirección.

2.- Si seguir como estamos resulta un despropósito, regresar al pasado autoritario sería una derrota histórica para las generaciones que lucharon por la transición democrática. Enrique Peña Nieto tiene como primera prioridad de su agenda política regresar el control del Congreso al Presidente, lo que era la piedra angular del viejo régimen. Eliminando por la vía de los hechos la división de poderes, la restauración de la presidencia imperial se da por añadidura. Por ello, derrotar en las urnas al PRI es una necesidad para poder reencauzar la democratización del país, ahí donde la simple alternancia lo estancó.

3.- La necesidad de cambio y el apremio por evitar la restauración con el PRI, el cual no deja de acreditar que sigue siendo el mismo de siempre, tiene una sola opción en la boleta: AMLO. Pero, más allá de esa posición privilegiada para ser el mejor candidato por descarte, hay elementos que permiten tomar posibilidad con optimismo. Por un lado, el propio López Obrador que moderó su discurso, se corrió hacia el centro e hizo claros compromisos de respeto hacia la institucionalidad democrática y los resultados que ésta arrojen. Por el otro, un gabinete conformado con personas de prestigio profesional y autoridad moral. La decisión de darle a Manuel Clouthier -personaje que no se va a subordinar- la fiscalía anticorrupción fue una medida que apuntaló el mensaje de su equipo de trabajo. Ambas cuestiones generan confianza de que no habrá un gobierno caprichoso y desbocado, sino eficaz y responsable.

4.- A diferencia de EPN que, en caso de ganar, estaría en condiciones de buscar hacerse de la mayoría del Congreso, sea por su alianza con el PVEM y sumando de nuevo al PANAL, o con el método Atlacomulco de comprar opositores, AMLO llegaría acotado y con la necesidad imperiosa de tranquilizar mercados y evitar fuga de capitales; no tendría más opción que acordar con otras fuerzas y sectores. No es el 2006 en donde el país se definió en relación a él, sino que ahora sería beneficiario del sentimiento en contra de lo que significa Peña Nieto. No en balde, el éxito de las movilizaciones anti EPN. Por todo ello, el camino que AMLO deberá recorrer sólo puede ser el mismo que utilizó Lula en Brasil: el de la transformación incluyente y pactada.

5.- La candidatura de AMLO fue resultado de un gran acuerdo de unidad de las izquierdas. Por lo mismo, no habría subordinación de las bancadas, sino una relación republicana entre el Presidente y sus aliados. Eso debe generar confianza a las minorías, en el sentido de que no se pondrían a votación derechos que, como tales, deben ser reconocidos y no sometidos a la “gracia” de la mayoría. En ese sentido, la izquierda seguiría siendo el principal garante y promotor de la defensa, ensanchamiento y conquista de derechos y libertades para todos, sin importar género, raza, religión, ideología o preferencia sexual.

6.- Mientras un eventual triunfo de EPN pondría a la defensiva a la sociedad para defender sus conquistas y regresarían las épocas de “carros completos” en comicios estatales (si los gobernadores priistas operaban con descaro elecciones de Estado, con el gobierno federal conformarían aplanadoras (casi) invencibles), la victoria de AMLO pondría a la sociedad a la ofensiva, con independencia de que se coincida o no con los deseos del Presidente, y habría condiciones ideales para llevar a cabo una reforma política de gran calado que no sólo distribuya y desconcentre mejor el poder político, sino también el fáctico en todos los ámbitos. Los monopolios tendrían, no que cogobernar, sino que someterse a la competencia y, por otro lado, los ciudadanos se empoderarían, acabando así con la partidocracia. Matizo: se abriría la posibilidad de que eso se diera y dependería en mucho del empuje colectivo que se exprese en la sociedad. De ahí la importancia del movimiento #yosoy132

7.- López Obrador es el único que tiene posibilidades de derrotar a Enrique Peña Nieto. Es falso que éste ya tenga la elección en la bolsa y el primero de julio sea un mero trámite. No insinúo que las Encuestas estén en un complot para desinformar a los mexicanos, pues la mayoría de las empresas que las han realizado trabajan con profesionalismo y gozan de un merecido prestigio. Pero hay un dato en el que pocos se fijan y que demuestra que la moneda está en el aire: el alto porcentaje de ciudadanos que rechazan ser entrevistados por los encuestadores, algo que, en algunas de ellas, ha llegado a superar el 50%. La elección puede estar mucho más reñida de lo que mediáticamente se ha hecho creer por parte del peñismo, algo que se constata en la convocatoria creciente y en el ánimo festivo de los eventos de campaña de AMLO. Pero, por lo mismo, el voto útil filopanista puede hacer la diferencia y podría ser de gran ayuda que la izquierda envíe mensajes claros e inequívocos de conciliación hacia ese sector, empezando por el reconocimiento a la labor de su candidata, Josefina Vázquez Mota, que ha cerrado de manera digna con buenas actuaciones en los últimos debates, pero que algunos la abandonaron, como Vicente Fox, para sumarse al proyecto de la restauración. La historia no está escrita; la escribiremos todos, el próximo domingo primero de julio, y necesitamos sumar a todos los que se pueda, con base en compromisos claros. De eso trata la buena política.
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martes, 12 de junio de 2012

El DEBATE Y EL JUEGO DE LAS ESTRATEGIAS

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

El debate es riesgo y oportunidad, hasta ahí el lugar común. Se puede buscar atajar los riesgos como prioridad, tratar de explotar la oportunidad corriéndolos o, bien, como ocurrió con Andrés Manuel López Obrador, ver como oportunidad el evitarlos. Si Enrique Peña Nieto se conformaba con no hundirse, Josefina Vázquez Mota necesitaba jugar todas sus cartas como apuesta para revertir las tendencias que la condenan a rezagarse en el tercer lugar y Gabriel Quadri volver a distinguirse como quien no tiene nada que perder y hace diferencia autoafirmándose como “candidato ciudadano”, AMLO tenía que conjurar el fantasma del miedo que le arrancó de las manos la presidencia en 2006 y que, ante su crecimiento, han revivido sus competidores. Me parece que tuvo buen éxito en ese propósito.

Fue notable la mejoría de Josefina Vázquez Mota con respecto al anterior debate. De hecho sorprendió, pues mostró una imagen muy distinta a la inocuidad desangelada que ha dominado su campaña. Se nota que tuvo una preparación a conciencia y se lanzó con todo, tal y como corresponde a quien sabe que es su última oportunidad y no quiere darse por vencida. Josefina fue a enfrentarse con todos y, en honor a la verdad y a diferencia de lo que ocurrió hace un mes, no le faltó filo ni punch. Si acaso su único volado al aire fue cuando le reclamó a AMLO no haber renunciado al PRI cuando ocurrió la represión de 1968, “como lo había hecho Octavio Paz”. Nuestro Premio Nobel renunció como Embajador y no a ese partido, al que nunca perteneció. Andrés Manuel, por su parte no militaba ahí aun. Para ese momento, el tabasqueño ya le había aclarado que en 1971 estaba en primero de preparatoria –aunque se ve con más edad porque “lo aflojaron en terracería”- y, por lo tanto, no era del PRI y, de paso, también desmintió haber escrito el himno priista en Tabasco.

Sin embargo, a pesar de su buena actuación en el debate, no le alcanza a la candidata del PAN para cumplir su propósito, entre otras cosas porque se distinguió por mucho como la que privilegió el golpe a la propuesta y verse como la pendenciera del evento no ayuda con sectores del electorado que eso es lo que cuestionan de los políticos y las respuestas que recibe entrañan necesariamente un desgaste, aunque la mayoría de sus puyas las haya hecho de manera inteligente y hasta ocurrente como la analogía cambiando el género de sus contendientes. Pero su punto más débil es defender logros de los gobiernos del PAN, pues eso no se compadece con el ánimo ciudadano que evidentemente clama por el cambio.

Merecen mención los golpes certeros que JVM propinó a Peña Nieto en relación a los indeseables de su partido, la dedicatoria melosa que le hizo a su padrino político, Eduardo Montiel, y, al revirar las propuestas a favor de los derechos de las mujeres, recordarle que en el Estado de México piden certificados de ingravidez para contratarlas. EPN sólo le pudo contestar con relativo éxito el señalamiento de que el PRI se había opuesto a las reformas, recordando sus ausencias en la Cámara y responsabilizando a la mala operación política de ella y su partido para llegar a acuerdos. Ambos salieron raspados. Aunque era la estrategia obligada, dada su situación, sorprendió ver a Josefina tan agresiva. Con Gabriel Quadri fue demoledora al afirmar que, a pesar de su preparación y sus propuestas, cada voto por él serviría a una familia… la de Elba Esther Gordillo. El autonombrado “candidato ciudadano” no pudo quitarse el golpe ni recordándole las palabras de meloso reconocimiento que ella tuvo como Secretaria de Educación Pública hacia la Maestra, remitiendo a los televidentes a un video en youtube.

Vázquez Mota, pues, cumplió bien con su estrategia, pero eso no evitará que las tendencias confirmen que la definición electoral se dé entre Enrique Peña Nieto y Andrés Manuel López Obrador. Consiguió, eso sí, morir con la frente en alto y condimentar el debate. La gente, en su inmensa mayoría, no quiere continuidad y ella, para su desgracia, la representa. Es previsible que un número importante de sus electores recurrirá al “voto útil” a favor de otro de los candidatos.

Peña Nieto acudió a lo básico y, tal y como lo hiciera Zedillo con éxito, prometió mejorar las condiciones inmediatas de la población, su bienestar expresado enfáticamente en aumentar el poder adquisitivo. Sólo contestó a Josefina, pues López Obrador, en virtud de su propia estrategia, no lo tocó y para el priista lo ideal era evitar al máximo la confrontación. Como era de esperarse, volvió a insistir a la falta de eficacia que, según él, han traído consigo los cambios democráticos. Su solución es disminuir el Congreso y, para ello, hace uso de la medida populista de quitar pluris, escondiendo la consecuencia de esa medida que sería sobrerrepresentación del PRI y el consecuente control presidencial de las Cámaras, tal y como ocurría en el viejo régimen. Cabe recordar que esa era su intención explícita con la “clausula de gobernabilidad” que proponía y que retiró por lograr el mismo objetivo con la medida más popular de reducir la reducir la representación proporcional. Muy apegado a su guión de propuestas ya muy manoseadas y demagógicas, EPN fue el más gris de los candidatos, aunque muy por encima de lo que fue su ya emblemático tropezón en la FIL. Su énfasis en el combate a la corrupción para cubrirse de los previsibles golpes a lo que se percibe como un notable punto débil son muy parecidas a las que cada seis años el candidato oficial priista hacía para quitarse el sino de ese mismo mal de su antecesor. Sus llamados a la reconciliación, también demagógicos, pudieran tener un impacto positivo, no obstante que se contradicen con la confrontación que a su nombre están haciendo candidatos del PRI al buscar confrontar físicamente con los estudiantes del movimiento #yosoy132, como ocurrió en el Estadio Azteca, donde llevaron miles de acarreados priistas trasladados en cientos de camiones desde el Estado de México, tal y como quedó plenamente acreditado ante la opinión pública. La buena noticia para él es que transitó sin que lo noquearan, no obstante que la panista sí le hizo mella en varias ocasiones.

Gabriel Quadri confirmó que está bien preparado, que habla fluido y comunica con facilidad. Sin embargo, su hipocresía fue notoria. Se presenta como “candidato ciudadano” en oposición a los “políticos de siempre” que se la pasan atacando, para luego hacer exactamente lo que cuestiona de esos políticos, símbolos del mal. Como recurso retórico daba propuestas que suenan interesantes e insistía en que los otros candidatos se manifestaran en torno a ellas a bote pronto, sin análisis previo. Lo mismo hizo, aunque ahí sí de manera justificada y hasta loable, con derechos de genero y de las minorías. Después de expresar su oposición a que se criminalice a las mujeres por abortar y su aval a los matrimonios gay, emplazó a los otros a definirse frente a tales polémicos problemas. En el primer caso encontró apoyo unánime, lo cual es extraño teniendo presente que el PRI y el PAN aprobaron duras y punitivas legislaciones antiaborto en 18 estados y que uno de sus principales promotores fue EPN; no fue casual que el Papa lo recibiera en El Vaticano para enterarse de su boda con Angélica Rivera –moría por saberlo- a quien por gracia de la Iglesia le anularon su anterior matrimonio sin ninguna razón legítima, de acuerdo al derecho canónico. Pero ya que todos se manifiestan por no perseguir a las mujeres que toman la difícil y muchas veces traumática decisión de interrumpir su embarazo, ¿por qué no despenalizarlo a nivel federal?

A diferencia del primer debate, Gabriel Quadri no salió indemne y la sombra de Elba Esther Gordillo lo envolvió, gracias a que Vázquez Mota, como ya dijimos, lo dijo de tal manera que el candidato del PANAL no pudo, y ni siquiera lo intentó, refutar. Eso sí, aunque tiró varios golpes, cuando lo cuestionaron se tiro al suelo, victimizándose, diciendo que lo agredían -¡pobre ciudadano!-, como perversamente acostumbran hacerlo los políticos. Se le olvidó que quien lleva la espada desenvainada no puede tener la piel sensible. Desde el principio se noto su intención de exhibir como populista a AMLO, afirmando que “no le salen las cuentas” y que el tabasqueño promete lo que no se puede financiar. Aunque quiso disimularlo, fue evidente su intención de querer ayudar a Enrique Peña Nieto. Para no ser tan obvio, se permitió criticarlo suavemente sin ir más allá del estereotipo paleolítico del priismo.

El apremio de López Obrador era hacer frente a la campaña lanzada en su contra y que lo presenta como un hombre que tiende a la violencia, hasta el extremo -a todas luces falso e infame- de vincularlo a la vía armada. Por eso optó por no atacar y concentrarse en las propuestas, en verse moderado, conciliador y confiable. Incluso, al responder el ataque de Josefina por su pasado priista, aclaró con contundencia que él no era de ese partido cuando se dieron los hechos del “jueves de Corpus” y que era falso que hubiera compuesto el himno de ese partido en Tabasco, pero le expresó su respeto a la candidata del PAN y, en lugar de escalar el conflicto, no contraatacó. Es obvio que está pensando en el “voto útil” y que para fomentarlo debe conjurar no sólo los fantasmas del “miedo al cambio” que han reavivado sus contrincantes, sino también el de su antipanismo, pues necesita que la oposición al regreso del PRI y a la restauración autoritaria le signifiquen votos a su favor de esa parte del espectro político.

En lugar del Andrés Manuel beligerante, se vio a un candidato sereno que invitaba a un cambio responsable y colectivo. Puso sobre la mesa como garantía a su gabinete que, en su mayor parte, genera confianza y, sin duda, resulta atractivo y contribuye a sumar a indecisos a su causa. De hecho, su estrategia en el debate fue, en gran medida, dirigida a ese sector de electores que podrían inclinar la balanza a su favor. Es verdad que podía decir muchas cosas sobre el PRI y Peña Nieto y hacer segunda a Vázquez Mota contra el abanderado de la regresión, pero prefirió no dar pie a reafirmar la imagen de rijoso que están explotando en su contra y, en cambio, desmentirla en los hechos con una actitud moderada y propositiva. Fue enfático en su mensaje a los jóvenes y en priorizar la educación, y emotivo al hablar de que si no se iba por ellos (el Estado), otros lo harán (el crimen), así como en el combate a la corrupción, adjudicándose el papel de “guardián de los recursos del pueblo” –lo que me recuerda que de lo publicado por The Guardian nadie se dio por enterado en el debate.

AMLO está poniendo su atención en las urnas y no en las calles, aunque mando mensajes de solidaridad y empatía a #yosoy132 y es quien naturalmente capitalizará mejor ese “despertar de los jóvenes” que hasta el mismo Peña Nieto reconoció. Su reciente rectificación frente al IFE, expresando su confianza en la institución, y su compromiso de respetar los resultados, sean cual sean, poniendo a su organización que ha construido en estos años en prenda, pues asegura que cuidarán todas las casillas, ayuda a contrarrestar el “voto del miedo” en su contra y hacer que el “voto útil” que se imponga sea el que se opone al regreso del PRI. El debate sirvió para eso y su estrategia le dio resultado. Por supuesto que tendrá que hacer más en los próximos días y preocuparse por generar un ambiente propicio con los votantes habitualmente panistas que quieren evitar el triunfo de EPN. Seguramente hacer suya la propuesta de “gobierno de coalición”, tratar de suscribir compromisos conjuntos, e insistir en que no habrá persecución contra Felipe Calderón y su gobierno ayudaría. Ganar la elección e impulsar la transformación del país por la izquierda, bien lo valdría.

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viernes, 8 de junio de 2012

LOS DILEMAS DEL VOTO ÚTIL

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

El “voto útil” aparece cuando la moneda está en el aire y se quiere vencer al azar. Es calar los dados a favor con la fuerza salvadora de inciertos compañeros de viaje que hacen causa común para propiciar alguna ventaja parcial o evitar males mayores. Una orientación al destino fuera de la idealidad de sus actores que quisieran que el protagonista fuera otro o que no quieren quedarse sin ser parte del acontecimiento. Una convicción que suele tener resortes emotivos como la esperanza, pero también el temor o el repudio. En ocasiones se mezclan de ambos y un ejemplo de ellos es Vicente Fox: la emoción del cambio e inauguración de una nueva época, pero a la vez, y quizás con mayor intensidad, decir adiós a un régimen autoritario, corrupto y perverso que por décadas gobernó con cinismo e impunidad.

La decepción ante el incumplimiento de la promesa hizo que a los ojos de muchos fuera menos deplorable el pasado y que éste amenazara con volver. Pero a partir del surgimiento del movimiento #yosoy132 empezó a adquirir fuerza la recuperación de aquel “voto útil” en contra del PRI, de su retorno representado por Enrique Peña Nieto. Distinto por cierto al otro “voto útil que se dio hace seis años frente a la posibilidad de que gobernara por primera vez la izquierda en México, basado en la inoculación de temores en ese momento descabellados y que, no casualmente, se ha buscado revivir con spots que presentan a Andrés Manuel López Obrador como violento. De alguna forma, la disputa del 2012 se decide entre esos dos “votos útiles” resurrectos, el del 2000 anti PRI o el del 2006 anti Peje. La continuidad panista parece ya derrotada, pero un sector de sus votantes pudiera decidir, en ese dilema, el resultado de la contienda.

La incidencia, antes que la identidad, es lo que se plantea el “voto útil”. Pragmatismo que se define entre opciones que no se comparten, incitación a elegir el “mal menor” para no “desperdiciar el voto” a favor de lo que se prefiere, pero que no tiene posibilidades de ganar. Más allá de los juicios morales que concite y que pervierta la necesaria cuantificación de las afinidades ideológicas en la sociedad, es una realidad que no se puede eludir y que obliga a los contendientes a tomar en cuenta al momento de diseñar sus estrategias, así como para tomar decisiones en los respectivos “cuartos de guerra”. En países con segunda vuelta, el problema se resuelve votando primero a favor de la ideología propia y luego optando pragmáticamente, en la etapa pensada para tal fin, entre los finalistas. Pero en México, donde todo se decide en una votación, el “voto útil” desfonda al tercer lugar y atrae a los “indecisos” para definir el resultado de la contienda a favor de uno de los polos.

El terreno fértil del “voto útil” ha sido en las elecciones que se tornan plebiscitarias. Así fueron en el 2000 (sí o no al PRI) y en el 2006 (sí o no a AMLO). Los estrategas de Enrique Peña Nieto pensaron desde hace mucho evitar esa situación estableciendo desde la exposición mediática televisada a un claro puntero para evitar la polarización y que el fenómeno de la transferencia de sufragios no amenazará la victoria y, por ello mismo, se desalentara. Trabajaron pensando en una elección no competida. De ahí el nerviosismo ante las tendencias que desde hace tiempo marcan una caída consistente de Enrique Peña Nieto, aparejado del crecimiento de Andrés Manuel López Obrador y, por lo mismo, la intención de revivir la campaña mediática de la elección presidencial pasada contra el candidato de las izquierdas y que, aunque también lo promueva el PAN, sólo puede favorecer a EPN, pues en el imaginario la disputa ya está planteada entre éste y AMLO, aunque el equipo de Josefina aun no lo quiera aceptar y esperen un milagro en el debate dominical.

Por eso no es de extrañarse que Peña Nieto quiera romper la narrativa del “voto útil” en su contra tratando de hacer patente un supuesto rompimiento con el pasado de su partido y tratando de resaltar compromisos democráticos, ese es el sentido de su “Decálogo”, aunque vaya muy poco más allá del respeto a la Constitución, las listas de su partido estén repletas de dinosaurios y no renuncia a su pretensión de hacer reformas que sobrerrepresenten al PRI en las Cámaras para que regrese el viejo control presidencial sobre el Congreso.

En ese contexto, el peor error que puede cometer López Obrador para enfrentar la campaña en su contra, que ha llegado a la infamia de manipular videos para vincularlo con la vía armada, es apuntalarla con amagos de conflicto, desacreditando al IFE o hablando de un eventual “fraude”, algo que por desgracia hizo, pero por fortuna corrigió con rapidez. Si alguna razón de ser tuvo su giro amoroso fue precisamente quitarse la imagen de beligerancia que se había forjado tras el Plantón de Reforma y no debiera dar pie a confirmarla con discursos o actitudes, pues eso significaría darle la razón a sus detractores y hacer exactamente lo que quieren y esperan que haga quienes realizaron dichos spots. No hay que olvidar que ya en una ocasión, en 1994, el PRI se benefició del “voto del miedo” tras el levantamiento zapatista y el asesinato de Colosio.

López Obrador haría bien en insistir, sin margen de duda, que aceptará el resultado –el ha reiterado que la organización que ha construido en estos años cuidará las casillas y está preparada para evitar que suceda “lo mismo que en 2006”- y dar confianza de que será un factor de estabilidad democrática, además de dar garantías de que no habrá persecución contra los miembros del actual gobierno, comenzando por Felipe Calderón, y quizás hablar de un “Gobierno de Coalición”, tofo ello para incentivar a su favor el “voto útil” de electores panistas. De esa manera podría conjurar los fantasmas de la desestabilización y evitar que vuelvan a crecer sus negativos para que la elección se defina en el terreno que le conviene a la izquierda y al país: el referéndum sobre la vuelta del PRI y la restauración del viejo régimen que eso implica.
PD. Mi solidaridad con el poeta Javier Sicilia y con su justa lucha a favor de las víctimas de la violencia y por una auténtica democracia en el país. Sus críticas a todos los candidatos son legítimas con independencia de que se compartan o no y tiene el derecho a expresarlas. No es poco lo que ya ha logrado su movimiento y bien haríamos todos en reconocerlo. Repudio las expresiones de odio e intolerancia en su contra.

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