miércoles, 28 de enero de 2009

LAS RAZONES DEL CATASTROFISMO

28 de enero de 2008



Fernando Belaunzarán


En las últimas semanas se han acrecentado las voces que, particularmente desde Estados Unidos, alertan sobre los peligros que se ciernen sobre México y ponen en duda la capacidad de éste para evitar una catástrofe. Se ha hablado de que el mexicano puede volverse un “Estado fallido” o un “narco-Estado”, e incluso que puede sufrir un “colapso rápido” y que su situación. Entre las fuentes “catastrofistas” se encuentran ni más ni menos que la armada norteamericana y el ex zar antidrogas de esa nación, Barry McCaffrey. Pero no se trata sólo de una visión externa. El mismo ejército mexicano reconoce, según la Secretaría de la Defensa Nacional, que lo que está en juego en la lucha contra el narco “es la viabilidad de México como nación”. Me parece que, antes de aceptar o descalificar visiones que suenan tan alarmantes, sería conveniente analizar los diversos ingredientes del presunto o real cocktail explosivo de la situación mexicana y tratar de responder no sólo a la pregunta que con razón se hizo Andrés Manuel López Obrador en el mitin del 25 de enero, ¿por qué no ha estallado?, sino también si puede estallar en el futuro inmediato.

Tres ámbitos que se entrelazan parecen ser los determinantes: economía, seguridad y política. Pocos pueden poner en duda que están en crisis los dos primeros y pocos también pueden dejar de extrañarse que a pesar de ello el último, el de la llamada política-política, no. Es decir, la economía desde hace décadas no marcha bien, la inseguridad se ha desbordado y sin embargo no ha habido un estallido social ni una ruptura institucional. Considerándolo paradoja, AMLO optó por explicarse la continuidad del régimen y su relativa estabilidad –dejo a otros interpretar si fue con lamento o celebración- gracias “a la nobleza y el ánimo pacifista” del pueblo mexicano, así como a los paliativos sociales generados por el crecimiento de la economía informal y por la salida de connacionales con el consecuente ingreso de divisas que provoca el fenómeno migratorio hacia los Estado Unidos.

Apostar por el agravamiento de la crisis económica es jugar con cartas marcadas, pues es del dominio público que lo peor, no sólo en México sino en el mundo, está por venir. Las consecuencias que se vislumbran (aumento de desempleo, reducción del consumo, disminución de importaciones, quiebras de empresas, retorno de inmigrantes, más dificultades para cruzar “al otro lado”, menos remesas, entre otras) agravarán más la situación de la mayoría de la población. En un país con inmensas desigualdades e injustificables privilegios, el que se aumenten los sacrificios para los sectores populares y se castigue a la clase media resulta, en sí mismo, un caldo de cultivo para el enojo social. Sí, la economía es una razón para justificar el catastrofismo.

En el terreno de la seguridad el panorama es igual de desolador. Más de nueve mil ajusticiados en los veintiséis meses del gobierno de Felipe Calderón, el poder económico y de fuego de las bandas delictivas son inmensos, el Estado está infiltrado de arriba hacia abajo, la impunidad y la corrupción siguen siendo el sino del sistema. Mientras el narcotráfico siga siendo el mejor negocio del mundo la guerra está perdida. Sin embargo, y pese a todas las evidencias y pese a la descomposición social que el miedo y la zozobra están generando en el país, el gobierno mexicano sigue viendo como tabú la discusión sobre la legalización de las drogas. La impotencia del Estado para garantizar seguridad, acabar con la impunidad y combatir con eficacia al crimen organizado también es razón para sostener el catastrofismo.

Y en la parte política, si bien no se encuentra en crisis, existen algunas señales de alarma. Vicente Fox dilapidó la oportunidad de consolidar la transición a la democracia y su legado es de instituciones débiles, disfuncionalidad de un régimen que en lugar de favorecer los acuerdos los encarece, polarización y envilecimiento de muchos actores, desengaño de amplios sectores de la vida democrática aún sin vivirla y, muy importante, un descrédito sin precedentes de la clase política que incluye tanto al oficialismo como a la oposición más radical a éste. No hay crisis política, pero sí sus ingredientes. ¿Quién puede extrañarse entonces porque diversos observadores vean como una cuestión de tiempo el colapso del régimen, sobretodo cuando las soluciones, a diferencia de los problemas, no se ven a simple vista?

Si de por sí faltan en el país estadistas que vean por encima de la coyuntura y sepan anteponer los intereses nacionales a los de grupo, en tiempos electorales encontrarlos parece misión imposible. Los acuerdos que normalmente son difíciles de construir mientras se hace proselitismo se tornan francamente utópicos, además de que hay personajes importantes e influyentes de esa clase política denostada que quieren, anhelan e imploran que efectivamente se dé la catástrofe a pesar de que eso es una irresponsabilidad extrema en virtud de que si bien nadie puede saber con certeza qué resulte del caos los riesgos de violencia y autoritarismo son muy altos. Pero el caso es que en el momento que más urge hacer pactos de Estado para afrontar la inflamable situación es cuando más lejanos se ven. Por todo lo aquí expuesto, la pregunta debería ser otra: ¿Cómo no ser catastrofista?

De paso…

Cuidado. La teología se distingue de la filosofía y otras disciplinas humanísticas en que aquella acepta y recurre a la fe y a la revelación como vías de conocimiento. Por eso, estudiar “El Movimiento” (así en mayúsculas) tal y como lo ven algunos de sus fervorosos defensores –fariseos diría Lenin- parece una tarea de teólogos. Hay un evidente endiosamiento del concepto. Por él se justifica todo, no importa si es loable o perverso, honesto o deshonesto, grande o pequeño. “El Movimiento” licencia para cambiar de camiseta, decir lo que se quiera, apoyar a cualquiera, golpear a los incrédulos, amenazar con el juicio de la historia, bendecir candidatos y anatemizar a otros. “El Movimiento” no se equivoca, al igual que La Iglesia. Y como ésta, posee un único e infalible intérprete, pues no es por asambleas, reuniones o consultas democráticas como la voluntad de ese conglomerado se manifiesta. El oráculo es personalísimo e incuestionable. “El Movimiento” redime al peor de los hombres si se somete y condena a todo el que discrepa. Es tan milagroso que puede presentar como acción noble y justa ser postulado por un partido y no mover un dedo por él o incluso apoyar a otros. ¡Bienaventurados los oportunistas, los polizones y los doblecara! “El Movimiento” del que hablo es en realidad, hoy por hoy, aparato movilizado y lo sabemos todos los que hemos participado en movimientos sociales, pero eso es secundario. Lo grave es que la izquierda retorne a la mistificación para imponer una visión única. Con Robespierre era “La Revolución”, en tiempos de Stalin era “El Partido”, ahora es “El Movimiento”. Y en todos los casos la entelequia sirve para justificar lo injustificable y dejar a un lado las razones, los valores, la congruencia… Nos dicen que “El Movimiento” tiene como gran objetivo estratégico salvar el registro de dos pequeños partidos aunque éstos no cuenten con la representatividad social indispensable para poder contar con los recursos públicos de ley y que por lo mismo es indispensable apoyarlos, lo que no puede significar otra cosa que transferirles votos del PRD auque se repita hasta la saciedad que “El Movimiento” es más que un partido. Un “Movimiento” con objetivos tan chiquitos es natural que adjudique a sus oponentes objetivos de igual tamaño y se argumenta que hay que darles votos “porque el gobierno calderonista busca que el PT y Convergencia pierdan el registro” –de seguro Calderón no piensa en otra cosa. Es la lógica de la visceralidad. Según ésta, la política de Estado y la de la oposición a éste se ve reducida a un asunto de odios y revanchas. La visión estratégica se para exactamente en la nariz. Ojala “El Movimiento” se de cuenta que el PRI está avanzando en su intensión de regresar a Los Pinos, que existe el riesgo de que obtenga la mayoría absoluta en el Congreso lo que le daría un poder insospechado y que dividir el voto de la izquierda es la mejor forma de ponerle la alfombra roja a Peña Nieto. Pero para ello será necesario que “El Movimiento” levante la mirada y se olvide del pensamiento enano que se preocupa por saldar cuentas mientras el peligro de la regresión autoritaria crece día con día… Tanto apoyo al presidente vitalicio del PT, Alberto Anaya, amigo y beneficiario del clan Salinas, nos hace suponer que si Elba Esther Gordillo se pasara a lado de “El Movimiento” se volvería prócer de la patria y maestra legítima de la república… La unidad es muy importante y es correcta la estrategia de Jesús Ortega de construir un gran acuerdo que incluya al lopezobradorismo. Pero no se debe confundir la buena voluntad con ingenuidad y quienes sean candidatos deben comprometerse con el partido… Agradezco de corazón a todos los que de una manera u otra me brindaron solidaridad en un momento doloroso y difícil…

miércoles, 21 de enero de 2009

EL PRESIDENTE OBAMA

No seré yo el aguafiestas. Tampoco el que alerta de ciertos o imaginarios peligros ni el que juega con dados marcados señalando previsibles desengaños. Por el contrario, hoy quiero gozar plenamente la satisfacción del momento, colocarme entre los optimistas, los esperanzados, los que gritan en la calle “sí se puede”, los que están convencidos de la trascendencia del acontecimiento, los que saben que están viviendo un momento histórico y que se sienten, con razón, parte de él, protagonistas de un cambio exigido y reiterado por millones en el país más poderoso de la Tierra que por ello mismo repercute en el mundo entero. Lo hago a sabiendas que las expectativas generadas dentro y fuera de Estados Unidos rebasan por mucho la capacidad de un hombre acotado por la crisis y cuya actuación no podrá obviar a los intereses que determinan las prioridades de una superpotencia. Y es que una cosa es tener conciencia de los límites y otra desconocer que el hecho mismo ya es un paso no menor en la dirección correcta que abre paso a la legítima esperanza. Hoy me sumerjo con gusto en la obamanía sin plantearme siquiera la expedición de cheques en blanco.

En mi caso, pues, la participación de la algarabía del momento está lejos de la ingenuidad autorecetada y no tiene por intensión asirse a un rabo de esperanza que sin duda urge en estos tiempos de tantos peligros, de tanta incertidumbre; mucho menos de perderse en un embriagante seguidismo frente al fascinante hombre del momento. Sin devoción, sin actos de fe, sin ciega esperanza, sin entregas acríticas e incondicionales, sin ver auras místicas alrededor de la cabeza del presidente número 44 de los Estados Unidos hay motivos más que suficientes para sentirse alegres y ver con optimismo el futuro no obstante, o quizás gracias, a los enormes problemas que en su país y en el mundo se enfrentan. Es pasión, pero también razón. A final de cuentas no espero que cambie abruptamente la geopolítica mundial ni que el imperio se comporte de la noche a la mañana como una nación respetuosa de la autodeterminación de los pueblos ni que los principios se impongan a los intereses económicos que siempre han dominado la política exterior de ese país. No, no espero milagros.

Por cierto, el primero que se ha empeñado en rebajar las altísimas expectativas es el ya presidente Barak Obama. Ha resistido con inteligencia y dando muestras de convicción democrática a la tentación mesiánica, manteniendo los pies en el piso y dando mensajes realistas. Seduce sin engaño. Su electrizante retórica es emotiva sin caer en la demagogia y es absolutamente contraria a la virulencia. Político moderado comprometido con el cambio que además de convencer apasiona, que toca tanto las fibras como las neuronas, que genera esperanza sin perder la noción de los límites, que incluye, que acuerda, que mira al futuro sin cambiarle el rostro al presente y que no niega los problemas ni promete lo irrealizable. Por eso, si el acontecimiento en sí mismo grandioso, que lo encabece alguien así le da una dimensión histórica enorme.

Estamos ante el triunfo de los derechos civiles a más de 200 años de que esa nación de inmigrantes los proclamara como fundamento de su sociedad que, por cierto, en esos momentos era esclavista. La lucha por hacer de la letra realidad para los afroamericanos en Estados Unidos no fue fácil. Llevó un siglo la abolición de la esclavitud y otro más vencer a la discriminación que aunque pervive en segmentos importantes de la población nadie puede menoscabar el hecho de que ahora serán gobernados por el primer presidente de esa raza, y lo hará desde la famosa Casa Blanca construida por esclavos negros.

Ahora bien, el símbolo, si bien trascendente e histórico, no es lo único que merece esos títulos. Coincide la llegada de Barak Obama con la crisis económica que ha sepultado al paradigma neoliberal y con el desastre de la política imperial de su patético antecesor, Geroge W Bush. El cambio es inminente e inevitable. Seguramente no se dará en la profundidad ni con la velocidad deseable. A las dificultades propias de una economía en recesión se deben agregar los obstáculos que diversos poderes conservadores, formales y reales, pondrán en el camino. Pero lo posible es un buen inicio y el presidente Obama genera una justificada confianza. Su vida, más aún que su bello, potente y convincente discurso, da sustento para creer en sus palabras.

Obama ha decidido conciliar en vez de polarizar. Entiende que la emergencia que está viviendo su país requiere de unidad nacional y se ha mostrado incluyente dentro y fuera de su partido, además de que ha dado pasos para ser visto no como un presidente demócrata sino como de todos los norteamericanos. En eso va muy bien y la aceptación del 80% de la población le da una fuerza considerable que debe aprovechar en los primeros meses de su gobierno. El riesgo, es verdad, está en que suceda lo mismo que en México en el año 2000 cuando se dio la alternancia y el deseo de cambio estaba en el ánimo de la sociedad. Vicente Fox arrió sus banderas a cambio de apoyo y estabilidad, de tal suerte que lo que impero fue la impunidad y el estancamiento. Más que “el gobierno del cambio”, como se autoproclamaba, la administración foxista terminó siendo “el gobierno del fiasco”. Sin embargo, por suerte no parece haber punto de comparación entre el culto y ecuánime Obama con el ignorante y desenfrenado Fox que desperdició una oportunidad preciosa para el país. Y eso me recuerda el motivo de mi alegría por la presidencia de Obama: La oportunidad que representa para su pueblo y para el mundo, oportunidad que es esperanza. Confío en que, en la medida de sus reales posibilidades, el sí la sabrá aprovechar.

De paso…

La Sagrada Familia. Con el Encuentro Mundial de las Familias celebrado en México se constató lo sabido: que la alta jerarquía católica no está dispuesta a abrirse, cambiar y modernizarse y, más preocupante aún, que busca de manera cada vez más activa y militante que sus concepciones conservadoras controlen al poder público. Están en plena ofensiva para imponer su visión única de la única forma de vida que pueden aceptar, y por lo tanto, de la única familia lícita, portadora de valores únicos que, según ellos, deben transmitirse a través de la educación en las escuelas, con lo que le declaran la guerra a Constitución, por laica. De ahí resalta la labor de la IV legislatura de la Asamblea Legislativa que se atrevió a elaborar y aprobar la Ley de Sociedades en Convivencia, despenalizar el aborto, establecer el divorcio express, reconocer el derecho al bien morir, etc… Por cierto, en una reunión con jóvenes de la Internacional Socialista celebrada en el Palacio del Ayuntamiento el pasado martes, Marcelo Ebrard avaló la propuesta del diputado Víctor Hugo Círigo y del senador René Arce de legalizar la marihuana como una alternativa para combatir el narcotráfico y las adicciones, superar prejuicios y apostar por la educación y la libertad. ¡En hora buena! Más vale tarde que nunca… El éxito del plan anticrisis del PRD estriba en que Jesús Ortega evitó caer en demagogia y optó por la responsabilidad en estos momentos críticos haciendo una propuesta viable y sustancialmente mejor que la del gobierno federal; es decir, que no obstante la natural tentación que existe por capitalizar electoralmente la crisis antepuso los intereses del país a los de facción… Alejandro Encinas será diputado federal del PRD, algo que debe ser celebrado por dos razones: porque pondrá su reconocida capacidad y talento al servicio del proyecto que el mismo ha contribuido a construir y porque su candidatura será un evidente e incuestionable acto de reconciliación partidaria. Su entrada como candidato plurinominal será producto de un acuerdo política que constata el talante incluyente de la gestión de Jesús Ortega y no de la competencia interna. Qué bueno que así sea, pues es la única forma de garantizar su diputación, ya que si dependiera de la fuerza de Izquierda Unida de seguro lo dejarían otra vez colgado de la brocha. Recordemos que ningún grupo de esa alianza cedió su lugar a Alejandro para que éste fuera congresista o consejero nacionales; mucho menos lo harían para dejarle una curul. Ya será cuestión de tiempo, espero, para que deje esa vieja forma de la vieja clase política de acordar y golpear al mismo tiempo. Simular no es renovar… La cuarta parte de los afiliados del PT decidieron hacer una alianza con el PRD para la elección del 2009. El dinosáurico dirigente de ese partido que ha sido su presidente durante 18 años, Alberto Anaya, juega mientras tanto a dos cartaspara tratar de conservar sus prerrogativas: por un lado trata de orientar los votos de AMLO hacia su partido y alentar la división en el PRD y por el otro regresa a sus orígenes buscando alianzas con el PRI. Por cierto, no en lugares de hegemonía panista sino en el mismísimo estado de Nuevo León a instancias del creador de esa franquicia, Carlos Salinas de Gortari. José Narro Céspedes recordó bien que el susodicho Anaya operó para que el PT apoyara a Roberto Madrazo en el 2006, pero la rebelión de las bases se lo impidió… El PT y Convergencia tienen el 1% en las encuestas, ahí la llevan. El sectarismo tiene sus costos… Desde el 9 de enero terminó el periodo de Porfirio Muñoz Ledo al frente del FAP, por lo que además de decano del trasvestismo político ahora también es coordinador espurio… ¿Quién realmente paga la inmensa publicidad calderonista en la prensa escrita bajo el nombre de un particular desconocido?... ¿Por qué no hay acuerdo en el DF que evite la elección interna en el PRD? ¿Será cierto que es porque el jefe de Gobierno no se le puede imponer a su antecesor? ¿O esa imagen de boy scout atrapado y maniatado por las fatales circunstancias y los desalmados poderes fácticos es sólo un ardid para buscar aplastar al dirigente perredista mejor posicionado para la jefatura de Gobierno en el 2012?...

lunes, 12 de enero de 2009

GAZA

Justo cuando la política militarista e intervencionista de George Bush se encuentra en bancarrota y a punto de ceder su lugar a otra diferente con el próximo cambio de poderes en Estados Unidos, el ejército israelí lanza una brutal ofensiva militar en la franja de Gaza en la que, al igual que como sucedió con la invasión a Irak, se ignora al derecho internacional, se impone el unilateralismo y se desprecia a la opinión pública mundial. Saltan a la vista la desproporción en el uso de la fuerza, las bajas civiles, el dolor humano y la profunda injusticia que agrava hasta la alarma las condiciones de vida de una población de por sí desfavorecida por la acción devastadora de una potencia descontrolada e impune. Por supuesto que Israel tiene derecho a preservar la seguridad de sus fronteras y proteger a sus habitantes, pero eso no le da carta abierta para hacerse “justicia” por propia mano y pasar la factura a miles de personas inocentes. Además, lejos de conseguir lo que dice que se propone, sólo logra complicar la difícil situación que se vive en Medio Oriente y en lugar de combatir con eficacia al terrorismo y a los extremismos acaba por alentarlos.

Los cohetes, muchos de ellos caseros, que grupos fundamentalistas lanzan hacia poblaciones de Israel desde la franja de Gaza constituyen una agresión inaceptable que debe condenarse y obligar a las autoridades palestinas a tomar medidas para evitarlas o, si éstas no lo hacen, que los organismos internacionales pertinentes actúen en consecuencia con base en la diplomacia y el derecho. Pero son a todas luces un pretexto para intentar justificar –como si eso fuera posible- el tremendo despliegue militar israelí y sus también inaceptables agresiones que, por cierto, son mucho más destructivas y letales. Nos recuerda Robert Fisk (La Jornada 8 de enero) que en las cercanías de Gaza han sido asesinados veinte israelíes en diez años, veinte vidas perdidas de manera ruin y deleznable que merecen la condena unánime de la comunidad internacional y satisfacciones de justicia a los deudos, pero que no guardan ninguna proporción con lo ocurrido en las últimas dos semanas en donde hay más de 700 muertos palestinos -casi la tercera parte son menores. Parece que esta guerra atroz e injusta persigue otros fines.

Por un lado están cerca las elecciones en Israel y es de todos conocido que la amenaza presente del “enemigo” y el establecimiento de un ambiente social bélico y patriotero además de inflamar los ánimos sirve para orientar tendencias electorales. Trágico populismo que sacrifica vidas para conseguir votos y concitar apoyo. El gobierno israelí ha fabricado una emergencia nacional y puesto su seguridad nacional en primer plano como ardid para mantener el poder, al fin y al cabo que la sangre derramada es de un pueblo al que, en un inentendible racismo para quienes fueron por siglos discriminados, perseguidos y agredidos, desprecian, ofenden y oprimen.

Pero es muy probable que tal pragmatismo criminal no sea la única “razón” para esta ofensiva que, en virtud de ser a todas luces fortuita, delata su oportunismo. Y es que pareciera que buscan imponerle el mantenimiento de la política Bush Jr. al próximo presidente norteamericano. Como se sabe, los llamados neoconservadores, ideólogos y hegemónicos durante la, por fortuna, agónica administración, establecieron como estrategia para la pacificación de Medio Oriente el predominio militar de Israel con el apoyo activo de Washington antes que la continuación de las pláticas de paz que implicaban concesiones recíprocas, tal y como fueron impulsadas por Bill Clinton, cuya capaz y brillante esposa se hará pronto cargo de la política exterior norteamericana. Por lo tanto, con la guerra pueden estar apostando a reducirle el margen de maniobra al próximo presidente que tiene como punto básico la revisión de lo hecho en esa materia en los últimos años y de entrada ya expresó su deseo de dialogar con el gobierno iraní; no olvidemos que uno de los más consistentes y certeros críticos de la invasión a Irak y su posterior ocupación fue precisamente el entonces Senador Barack Obama.

Con el conflicto avivado arabé-israelí seguramente piensan que a Estados Unidos no le va a quedar más remedio que cerrar filas con Israel y que los previsibles, si no es que alentados, actos terroristas provocados por tal situación coadyuven a mantener la línea dura y rabiosa de “guerra al terrorismo” a pesar de que ya está demostrado que sale peor ese remedio que la enfermedad. En efecto, las imágenes de las hileras con niños muertos promueven más la inmolación terrorista que los videos de Bin Laden, pues el odio y la injusticia lacerante son su caldo de cultivo.

Si el objetivo es debilitar a Hamas -al que por cierto la inteligencia israelí en algún momento decidió fortalecer como una forma de debilitar el liderazgo del entonces presidente Yasser Arafat- se están equivocando plenamente. Por principio de cuentas está visto que los bloqueos económicos que lesionan al pueblo lejos de debilitar gobiernos le dan legitimidad. El extremismo árabe tiene a la opresión israelí como su principal bandera y aliciente para que muchos jóvenes que no encuentran caminos pacíficos e institucionales efectivos para canalizar su molestia se les sumen. Y ahora con la guerra los están haciendo mártires para su pueblo como ocurrió con el Hezbollah en el reconocido error de invadir Líbano en 2006. Al extremismo se le derrota con política, haciendo viable y funcional la negociación y generando un clima de coexistencia pacífica que promueva el desarrollo común de los pueblos de la región, lo que implica detener la espiral de violencia y odio. En lugar de apostar por ser temidos y odiados las potencias debieran buscar ser respetadas y valoradas, tal y como parece ser la intención de Obama al que todo indica le quieren sabotear ese necesario y loable cambio de imagen del país más poderoso del planeta.

De paso...

Doña Amalia. En diciembre el país tuvo la dolorosa perdida de Doña Amalia Solórzano, viuda del General Cárdenas. Entre muchas cosas buenas que hizo, Doña Amalia jugó un papel fundamental en la llegada de miles de refugiados de la guerra civil española, en especial de los huérfanos conocidos como “los niños de Morelia”. Sin duda, una mujer excepcional... Comparto la alegría de muchos mexicanos al poder sintonizar de nuevo a Carmen Aristegui en la radio. Ya la extrañábamos... Como ex jefe de Gobierno y dirigente prominente de la oposición política en el país por supuesto que Andrés Manuel López Obrador tiene el derecho a contar con una escolta y el Estado la obligación de proporcionársela, máxime la situación de violencia e inseguridad desbocada que sufrimos y las consecuencias negativas que traería para la estabilidad de la nación el que se atentara contra su integridad. En ese sentido no se trata de un privilegio sino una necesidad política elemental. Nada más hay que cuidar las formas y no hacer mal lo que se puede hacer bien... Pregunta ineludible aunque se haga en voz baja: ¿qué será de esto y de aquello, de nosotros y de ellos, del país, después de la crisis?... La decisión de PT y Convergencia de llamarle a su coalición “Por el bien de todos, primeros los pobres” confirma que no tienen más estrategia electoral que tratar de piratearle votantes al PRD… Buen inicio tuvo “Producciones cha, cha, cha” de Del Toro, Cuarón e Iñarritú. “Rudo y Cursi” resulto una estupenda comedia. ¡En hora buena para el cine mexicano!... Buen año, les deseo de corazón, a todos los lectores.