miércoles, 26 de octubre de 2011

EL PRD Y SUS ELECCIONES

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

No hay que buscar justificaciones en lo que no puede tenerlas. Tampoco sería correcto alegar atenuantes después de su continua repetición. Las elecciones internas en el PRD, con independencia de la estridencia mediática de los conflictos que provocan, distan mucho de cumplir con los parámetros democráticos que debieran exigirse quienes han hecho de la lucha por la democracia su principal bandera y han tenido no pocos éxitos en esa materia en el país, obteniendo de esa historia buena parte de su capital político y legitimidad social. Es una negación de sí mismos, incongruencia indefendible que debe cuestionarse, analizarse y resolverse, pues es una vergüenza pública que siempre se den hechos que, si bien no deben generalizarse, son inaceptables y que, además de dañar la imagen del partido, sólo benefician a sus adversarios, entre ellos, a quienes buscan restaurar el viejo régimen autoritario. Tal autocrítica indispensable, que alcanza a todas las corrientes perredistas, no debe impedir distinguir a quienes apuestan, por cálculo, a la crisis.

Ha sido más fácil derrotar al PRI en las urnas que en la cultura. Los vicios acumulados en los 70 años del priato no han dejado de ser reproducidos, en mayor o menor medida, por las opciones que con mucho esfuerzo se abrieron paso para lograr la alternancia municipal, estatal y nacional. Educar para la democracia es una tarea de primera importancia, tanto para el sistema educativo, como para las instituciones democráticas, las organizaciones de la sociedad civil, los partidos políticos, los medios de comunicación, etc., y sin embargo se ha cumplido de manera muy pobre y, a todas luces, insuficiente. Si lo menciono no es para exonerar a los que hacen actos fraudulentos, practican el clientelismo o toman instalaciones para impedir elecciones sino para dejar asentado que la democracia sólo será formal mientras no se construya ciudadanía y eso implica, en los partidos, formar a sus dirigentes y militantes con valores democráticos y trascender de esa manera la sórdida lucha por cargos y candidaturas que tienen poco que ver con proyectos e ideas.

Ayudaría para subsanar el déficit cultural de un país gobernado por el autoritarismo durante décadas que estructuralmente existieran las salvaguardas para garantizar procesos democráticos. El PRD cuenta con estatutos, reglamentos y órganos adecuados para ello, pero de poco valen cuando éstos son conformados por las mismas corrientes que compiten y que prefieren colocar cuadros que defiendan sus intereses facciosos en lugar de personas independientes y con autoridad moral reconocida por todos. Si la salida planteada ante la ausencia de “incuestionables” era la de vigilarse mutuamente, eso no ha funcionado y el jaloneo por tomar decisiones, no con base en criterios técnicos sino facciosos, es lo que explica la falta de acuerdos y la tensión permanente en los servicios electorales. Además, la correlación de fuerzas del partido en muchas regiones no corresponde con la composición establecida a nivel nacional y la pluralidad muchas veces no cabe para ser incorporada en la organización de los comicios, con lo cual se rompe la equidad, pues sólo unos candidatos o planillas participan también en la organización de las votaciones, y es un foco de mucha desconfianza.

Una solución en ese sentido, propuesta que serviría para todos los partidos políticos –no olvidemos que las instituciones democráticas tutelan los derechos políticos de los militantes- sería que el IFE organizara las elecciones internas de los institutos políticos, sufragadas por éstos mismos, para terminar con el mal de que los jueces sean parte de los procesos electivos. Entiendo que eso no entusiasmaría mucho a los Consejeros y que tiene sus riesgos, pero de esa manera se cumpliría, más allá de simulaciones, los principios democráticos que la Constitución obliga a los partidos. La nefasta paradoja es que salen ganando aquellas organizaciones políticas que deciden a sus candidatos con métodos autoritarios.

Es injusto decir que todas las elecciones del PRD han sido iguales, pero fuera de la que decidió la candidatura a jefe de Gobierno en 1997, entre Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, ninguna podría enorgullecer a los perredistas, entre otras cosas porque muchos votantes no llegan por su propia decisión sino que son “movilizados” a las urnas debido a prebendas entregadas. El clientelismo priísta ha sido reproducido por todos los partidos, incluyendo en el que está en ciernes llamado “Morena”; una derrota cultural de la democracia en México que nadie combate en serio y que pervierte terriblemente los procesos electorales. Pocas cosas retratan de mejor manera el cinismo de la clase política que la crítica a la dádiva ajena.

Como no es el convencimiento lo que determina el resultado sino el tamaño de las clientelas, las contiendas han ido perdiendo contenido programático. Ideas y propuestas pasan a segundo término y los debates, cuando los hay, son puramente testimoniales. Grave falta, no sólo porque la ausencia de pensamiento promueve al pragmatismo hueco, ni porque el compromiso que no está sustentado en un proyecto es efímero y quienes apoyan a un partido por interés pueden cambiar de militancia por la misma razón, sino porque no hay democracia posible sin programas que se contrasten.

Por si eso fuera poco, las pasadas elecciones internas que sólo determinaban consejeros y delegados bajo el principio de representación proporcional se dan en un contexto peculiar, pues existe la intención de algunas corrientes del partido, aquellas identificadas con Andrés Manuel López Obrador, de agudizar la crisis en el PRD. No es casual que sean afines a su candidatura quienes fueron al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación a demandar la renovación de los órganos en momentos por demás delicados ni que Dolores Padierna, no obstante ser Secretaria General, insista declarar contra su partido y exhiba un ánimo faccioso nunca antes visto en alguien que haya ostentado tan alto cargo. En lugar de cuidar la imagen del partido que dirige, Padierna, cercanísima a René Bejarano, muestra ostensiblemente que eso es lo que menos le importa. ¿Por qué? Porque el PRD ya no es su proyecto político. Ella y su corriente están de cabeza construyendo a “Morena” y no le incomoda que el partido del sol azteca se debilite, pues de cualquier manera su otra organización está también en la mesa y piensan que entre más débil esté, más fuerza tendrá AMLO para imponer sus condiciones. Visión miope, limitada e irresponsable que escupe al cielo, lastima la campaña en Michoacán, tira la toalla en la elección presidencial y pone en riesgo incluso la permanencia de la izquierda al frente del gobierno del DF.

Es verdad que el grupo que tomó las oficinas del Servicio Electoral para impedir la elección en el DF no es de la corriente de Bejarano, pero sí que éste llevó las cosas a tal punto de tensión, llevando al órgano electoral a rebasar todos los tiempos para la ubicación de casillas y nombramiento de funcionarios y vendiendo la falsa idea de que iba a ser una medición de fuerzas entre López Obrador y Marcelo Ebrard, que generó un ambiente de incertidumbre y provocación. Al margen de esas consideraciones, resulta injustificable la acción porril e irresponsable de quienes asaltaron el lugar donde estaban los paquetes y deben ser sancionados por ello, pues la impunidad es una de las causas de que no se hayan podido corregir las diversas anomalías que persiguen a las elecciones internas perredistas.

Con absoluta independencia de la corriente que vaya a obtener el mayor número de delegados y consejeros, los hechos ocurridos el pasado domingo 23 de octubre hicieron que el perdedor fuera el PRD en su conjunto. El problema, dilema, acertijo, es cómo corregir teniendo dentro a los que comparten la idea de que ese partido debe perecer para que “Morena” pueda tomar su lugar. Al parecer no es la presidencia de la república lo que el lopezobradorismo quiere pelear en el 2012 sino la hegemonía en la izquierda. Eso significaría, por supuesto, dejarle el camino libre al retorno del PRI con sus ansias restauradoras y a Enrique Peña Nieto, el verdadero ganador del conflicto perredista.

martes, 18 de octubre de 2011

GRANADOS CHAPA

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

Lo traté poco, pero lo leí mucho. No es extraño, pues desde siempre me reconocí en su vena polémica, en su actitud de asumir posición frente a (casi) cualquier tema y defenderla con pasión e inteligencia. Abrazaba causas y, si bien filias y fobias llegaron a traslucirse en sus escritos, siempre apostó al argumento, al razonamiento, al rigor de la información y el análisis, en síntesis, a convencer. Eso no lo hacía infalible, pero sí un periodista que nos invitaba a pensar todos los días y eso no es poca cosa. Al contrario.

Miguel Ángel mostró una impresionante dinámica de trabajo sin demérito de la calidad. Hombre infatigable con evidente obsesión por explicar. Cuando uno lo escuchaba podía confirmar lo que denotan sus escritos y que quizás fue tomado de su madre, maestra de primaria: su interés didáctico. Por eso se mostraba meticuloso y hacía uso cotidiano de su prodigiosa memoria para traer a cuento información pertinente. Aventuro a decir que su periodismo era pedagógico, que siempre buscó, así sea de manera implícita, educar y formar a sus escuchas o lectores.

Nada sería más contrario a lo que fue su vida y obra que hacer de Miguel Ángel Granados Chapa un oráculo para develar “la verdad” de lo acontecido. Sin duda que su atenta mirada fue certera en muchas ocasiones, pero el pensamiento crítico no aspira a generar artículos de fe, pues eso significa negarse a sí mismo. Por supuesto que su columna y sus libros son herramientas valiosas para entender al México de las últimas cuatro décadas, pero deben someterse igualmente al ojo crítico. Aprender de Granados Chapa es no dar nada por sentado.

Coincidir o discrepar fue siempre el dilema ante cada texto del Maestro, pues era difícil no tomar partido. Granados Chapa no le daba la vuelta a los temas y los abordaba tomando e incluso resaltando sus filos polémicos. Pero dándole o quitándole razón, lo que se debe reconocer que no improvisaba, que sustentaba sus opiniones de manera inteligible, incluso aquellas que le hubiera costado mantener tras una réplica.

Un aspecto esencial en Miguel Ángel Granados Chapa fue la dimensión ética de su trabajo periodístico. Podía ser indulgente o implacable, manifestar simpatías o antipatías, pero siempre decía su opinión con valentía y franqueza. Era más que conocida su cercanía con Andrés Manuel López Obrador y si, a mi modo de ver, eso lo llevó en ocasiones a descalificar de manera injusta a los que no coincidían con éste, no lo limito para mostrar sus discrepancias con el tabasqueño, no obstante que en el círculo del ex jefe de Gobierno suelen ser intolerantes a cualquier atisbo de crítica.

En ese sentido sobresale la oposición de Granados Chapa al Plantón de Reforma, pues era un momento crítico y AMLO estaba en la cima de su poder. Considero que la historia le dio la razón, pero eso es lo de menos. Mostrar su desacuerdo ante una decisión de gran calado en pleno conflicto poselectoral tomada por su amigo y líder indiscutido del movimiento demuestra la honestidad intelectual e independencia de criterio del periodista que nunca tomó el camino fácil de esconderse tras la engañosa “neutralidad”. Su apoyo a las alianzas PRD-PAN cuando el lopezobradorismo, y el propio Andrés Manuel, acusaban de “traidores” a los perredistas que las impulsaban, así como suscribir la propuesta de “gobierno de coalición” que el tabasqueño descalifica como una “simulación” expresan lo mismo, pero el escenario límite que se vivió en 2006 resalta la entereza e integridad de Granados Chapa que bien podría analogarse con la parresía griega.

Hará falta en la vida pública de México la voz y la pluma de Miguel Ángel Granados Chapa, así como su lucha por la justicia, la democracia, las libertades, los derechos humanos. Mis condolencias a su familia -a sus hijos, Luis Fernando y Tomás, tengo el gusto de conocerlos y apreciarlos- y a sus lectores, entre los que me incluyo. Considero que el mejor homenaje que podemos hacerle y que tiene que ver directamente con su legado es forjar nuestra opinión y sostenerla con conocimiento, información, honestidad y valentía. Decir, pues, lo que uno piensa sin importar que ello incomode. En una frase: ejercer la libertad de expresión.

martes, 11 de octubre de 2011

LA DEGRADACIÓN DEL IFE

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

Lejos de consolidarse, la democracia mexicana vive momentos críticos. No sólo la pluralidad está en riesgo con la añoranza autoritaria poco disfrazada del virtual candidato presidencial del partido del viejo régimen -quien sostiene abiertamente que al Presidente se le debe dotar de una mayoría artificial en ambas Cámaras para tener un “Estado eficaz”- sino también corren peligro las instituciones democráticas que se construyeron y que, por desgracia, lejos de fortalecerse con el tiempo se han ido debilitando y, aunado a ello, perdiendo credibilidad.

La competida y enrarecida elección del 2006 con sus cuestionados resultados fue una dura prueba para el IFE, cuyo Consejo General no supo responder con la prontitud y la firmeza necesarias y el proceso lo rebasó. A eso contribuyó su mal de origen, el no haber sido nombrado por consenso como sucedió con el de Woldenberg, y porque a la fuerza que se sentía agraviada se le marginó. Cierto que hubo algo de responsabilidad en la negociación que, por parte del PRD, llevaron Pablo Gómez y Emilio Zebadúa, primero por vetar a Diego Valadés como presidente –craso error- y luego por aferrarse a que repitiera Jesús Cantú –peor-; pero eso no absuelve a Elba Esther Gordillo ni a otros personajes que operaron una “plancha” contra el partido más importante de la izquierda, el cual, en ese momento (2003), contaba con quien ya despuntaba en las encuestas rumbo a la sucesión presidencial, Andrés Manuel López Obrador, restándole así autoridad moral al árbitro.

Ahora bien, más allá de quienes integraron el IFE y de la exclusión de una fuerza importante, en 2003 se inauguró el “cuotismo” para integrarlo y, con ello, se diluyó algo de su independencia y, por ende, de su fuerza. Pemexgate y Amigos de Fox persuadieron, sobre todo al priísmo, de desconfiar de la autonomía del órgano. Al pactar su renovación, la práctica del ”cuotismo” prevaleció, aunque sería injusto meter a todos en la misma bolsa. Hay consejeros que votan de manera diferenciada y han llegado a hacerlo en contra de los intereses del partido que los propuso, pero hay otros que siempre lo hacen en bloque y nunca han avalado una decisión que afecte a quien los promovió -este es el caso de los propuestos por el PRI.

En cualquier caso, si en el 2006 se vio a un IFE pequeño y timorato, el que tenemos hoy adolece de lo mismo y, peor aún, estando incompleto y desgastado por un TEPJF que ha brillado por su inconsistencia y sometimiento a poderes fácticos, además de verse grotescamente favorable a los intereses del priismo, y para muestra el botón de la delirante resolución en contra de los precandidatos que debatieron en Nayarit. Es tal su debilidad que un precandidato construyó su imagen al cobijo de la televisión y otro ha salido en más de un millón de spots en radio y TV y no se dan por enterados que deben cuidar la equidad en la contienda y el respeto a la ley. En ese contexto, es que el PRI pretendió darle otro golpe a la credibilidad del instituto, haciéndose de su control con el nombramiento de dos consejeros afines en una terna que, por fortuna, no alcanzó la mayoría calificada.

Sorprendió la actuación de los partidos y los diputados cercanos a López Obrador que se prestaron no sólo a la estrategia priísta de apoderarse del IFE sino que también reproducía lo acontecido en 2003 con el agregado de que ahora se excluiría no sólo al PRD sino también al PAN, aunque le pusieron a éste el anzuelo de recuperar a David Gómez que ese partido había propuesto en la Comisión de Gobernación de la Cámara de Diputados. Desde una semana antes, el antiguo Convergencia y hoy Movimiento Ciudadano se sumó a dos propuestas del PRI y el PT a otra. Durante más de un año, esos partidos se negaron a respaldar a un personaje de probada independencia y enorme autoridad moral como Emilio Álvarez Icaza; incluso algunos de sus legisladores se jactaron con periodistas de un infame veto en su contra por parte de AMLO por haber hecho recomendaciones en contra del Plantón de Reforma como Presidente de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, en donde, por cierto, tuvo una muy destacada labor.

Es evidente que hubo un acuerdo entre el PRI y los partidos aliados al político tabasqueño, avalado incluso por los diputados que se asumen parte de MORENA. Baste decir que dos secretarios del gobierno legítimo, Mario Di Costanzo y Laura Itzel Castillo, quienes responden a López Obrador y no al partido que los postuló, votaron a favor de la terna priísta. Que Fernández Noroña subiera a tribuna y votara en contra fue un burdo intento para engañar incautos tratando de deslindar a AMLO de la decisión, cuando el 90% de esa fracción y el 100% del otrora Convergencia respaldaron la pretensión de asaltar el IFE por parte del PRI.

En la democracia, los acuerdos entre las diversas fuerzas son legítimos, pero en asuntos de interés público lo correcto es que sean transparentes y de cara a la sociedad. Los partidos afines a MORENA deben aclarar a cambio de qué respaldaron las propuestas del PRI al IFE y qué se supone que ganaría la sociedad si se le entregaba a ese partido el control del árbitro y sería adecuado que AMLO fijara posición al respecto sin fingir demencia y sin lavarse las manos. Un asunto de tal trascendencia y, más aun, cuando está buscando la candidatura presidencial es imposible que le haya pasado de noche. Por supuesto, es correcto mencionar que el PRD se mantuvo unido y que Alejandro Encinas, junto con Guadalupe Acosta Naranjo, dieron una batalla ejemplar al lado del PAN para defender la autonomía del IFE.

Hay que ver la degradación del IFE y del TEPJF como parte de la creciente descomposición del sistema político en su conjunto y así como se plantearon los cuatro puntos para la reforma política para abrir el ostión de la clase política y promover su renovación y mayor vinculación con la ciudadanía y la posibilidad de construir gobiernos de coalición que favorezcan acuerdos de largo aliento con mayorías estables en el Poder Legislativo para mejorar la eficacia del Estado sin atentar contra la pluralidad e incluyéndola en un esquema de colaboración y corresponsabilidad, también se debe buscar cómo fortalecer de nuevo a las instituciones democráticas que surgieron con la transición. Por ello, lo correcto es exigir que la consigna que abrazó la alianza PRD-PAN al detener la intentona del PRI y aliados: “IFE ciudadano”. Que empiecen, con la urgencia que amerita el caso, con los tres que faltan.