miércoles, 25 de julio de 2012

DEFENDER LA DEMOCRACIA

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

No se discute la cantidad, sino la calidad. A diferencia de 2006, no está en cuestión el resultado numérico de la elección presidencial y se asume que Enrique Peña Nieto, señalado como ganador de la contienda en los cómputos distritales del Instituto Federal Electoral, fue quien efectivamente contó con el mayor número de votos en las urnas. El punto es otro: cómo obtuvo dichos votos en un contexto de inequidad, excesivo gasto y acusaciones de financiamiento paralelo con procedimientos de lavado de dinero y recursos de procedencia ilícita, así como de compra y coacción del voto. El Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación resolverá si en virtud de tales anomalías, trampas e irregularidades la elección presidencial cumplió con los perceptos constitucionales y, en consecuencia, debe considerarse válida o, en su defecto, convocarse a nuevas elecciones. Pero, en cualquier caso, se ha puesto en el centro de la reflexión nacional la calidad de la democracia mexicana y eso podría significar una oportunidad para retomar la ruta de la transición e incluso llevarla más allá del ámbito electoral.

La alternancia no trajo el salto democrático que con merecido optimismo en ese entonces se avisoraba. Al contrario, no sólo se perdió impulso, sino que hubo estancamiento y, en algunos rubros, evidente perversión y retroceso. Los poderes fácticos se fortalecieron, los gobernadores adquirieron poderes metaconstitucionales casi absolutos en sus territorios y la compra de votos fue escalando a grados de desvergüenza inusitada. Si acaso sólo se avanzó -y de manera insuficiente- en el rubro de la transparencia. La reciente elección presidencial condensó ese proceso de deterioro que tendría como corolario el regreso del PRI a Los Pinos con un proyecto eminentemente restaurador. Pero aún si el TEPJF no tuviera la estatura para invalidarla, el partido del viejo régimen no llegaría como pensaba hacerlo. En esa caso se encontraría sin mayoría en las Cámaras, con la izquierda fortalecida, la gente en las calles, una opinión pública informada, crítica y relacionada por redes sociales y un presidente debilitado que de entrada carga con el señalamiento de “impuesto”.

El camino de la restauración autoritaria quedó maltrecho y transitarlo sería muy costoso e incierto para el PRI y sus aliados, así como funesto para el país. Sólo queda una ruta de reconciliación y salida a la crisis: la de la democracia.

Sin duda que es esencial revertir la tendencia convertida en normalidad electoral de buscar ganar “haiga sido como haiga sido” y establecer medidas que garanticen el juego limpio y pongan parejo el terreno de la competencia. Pero un régimen democrático es mucho más que juego limpio en los comicios. Hay que evitar que la Televisión vuelva a fabricar y promover candidatos afines a sus consorcios, que se hagan encuestas con el objetivo de hacer propaganada y no de informar, que se rebasen los topes de campaña, que haya fianciamiento paralelo con recursos de procedencia ilícita y mediante procedimientos de lavado de dinero, que se compre y coaccione el voto, en fin, evitar que la trampa premie. Sin embargo, todo ello será insuficiente si no se ve a la democracia de manera integral y más allá del proceso emblemático de la emisión del sufragio para distribuir el poder.

Democracia implica desconcentración del poder, que haya equilibrios y contrapesos, y que ningún poder particular esté por la vía de los hechos encima del que ejerce el Estado. En ese sentido es crucial combatir los monopolios y las reglas no escritas que fortalecen desproporcionadamente los poderes, lo mismo de gobernantes que de consorcios privados. Todos debe estar sometidos a la ley y se deben acabar los privilegios. La correcta distribución de la riqueza también es necesaria para la vida democrática, pues en la pobreza ésta no puede florecer. Por lo mismo, es fundamental que haya educación de calidad para todos los estratos sociales.

La democracia no sólo es procedimiento y estructura institucional, también es cultura y ella implica respetar el derecho a discrepar, que haya diálogo respetuoso y tolerante en la pluralidad, negociación y acuerdos a la luz del día y sin actitudes vergonzantes. También requiere que las decisiones sean en la medida de lo posible colectivas y colegiadas, más que caprichosas y unipersonales. Sin duda, todo ello sería más fácil de establecer en un régimen parlamentario, pero si se insiste en mantener el presidencialismo, entonces urge establecer la segunda vuelta para favorecer la construcción de mayorías estables en las Cámaras que sean capaces de hacer reformas de gran calado en alianza con un presidente que cuente con el respaldo de la mayoría y no de una tercera parte de la población como actualmente sucede.

El reto es convertir el riesgo de regresión autoritaria en oportunidad para recuperar el camino de la transición democrática y, a diferencia de lo que ocurrió con la alternancia, esta vez no desperdiciarla. Esa es mi apuesta.

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jueves, 5 de julio de 2012

PRIMEROS APUNTES SOBRE LA ELECCIÓN

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

1- 50 millones de mexicanos votaron, la inmensa mayoría de ellos de manera libre. Dicho entusiasmo cívico fue lo mejor de la jornada

2- La ciudadanía expresó su deseo de cambio y eso explica, en gran medida, el castigo electoral al partido en el gobierno (PAN) que sólo pudo mantener la gubernatura de Guanajuato y eso perdiendo el municipio económicamente más importante del estado: León. En Jalisco, Morelos y a nivel federal pasaron a ser la tercera fuerza, aunque mantendrán bancadas considerables en ambas Cámaras.

3- La izquierda tuvo un avance electoral importante. No sólo arrasó en el DF, sino que ganó los gobiernos de Morelos y Tabasco y recuperó municipios muy importantes en la zona conurbada del Estado de México, haciendo ver que el llamado “efecto Peña Nieto” fue revertido en el propio estado del candidato priista. La legítima inconformidad por los vicios, irregularidades y trampas electorales no deben hacer que se arriesgue -ni siquiera que se olvide- lo ganado.

4- Enrique Peña Nieto obtiene el mayor número de votos, pero lo hace en una elección inequitativa y recurriendo a trampas e incluso delitos electorales, como lo es la compra de voto. El derroche de recursos fue evidente y es claro que se podrá documentar el rebase en el tope de gasto de campaña. La información que ha venido saliendo en torno a una presunta triangulación de recursos desde Estados Unidos a través de Monex podrían llegar a demostrar la existencia de un financiamiento paralelo hacia el candidato priista, de una cantidad tal que haría parecer el llamado Pemexgate como un asunto de niños.

5- La compra de voto por parte del PRI fue descarada y ha quedado más que demostrado que se usaron monederos electrónicos de la empresa Soriana por miles para sobornar electores. Alianza Cívica dio a conocer nueva modalidad priista para llevar a cabo tan deleznable práctica: “niños halcones”, los cuales acompañaban a los ciudadanos a la mampara para dar fe de que se cumplía con la transacción. Si no se hace algo, la espiral de perversión democrática no encontrará límite en esta vorágine que se debe a un único objetivo, el de ganar a como dé lugar.

6- A diferencia del 2006, el cuestionamiento no es que haya ganado un contendiente distinto al que el conteo oficial le levantó la mano. No se pide que se reconozca el triunfo de Andrés Manuel López Obrador, sino que se asuma que Enrique Peña Nieto se impuso en una elección sucia e inequitativa. Dejar pasar las tropelías y, como se le exige al candidato de las izquierdas, simplemente levantarle la mano al mexiquense sería tanto como aceptar que la trampa premia y asumir desde ahora que lo mismo se reproducirá en los próximos comicios. Si con los gobernadores el PRI operaba elecciones de Estado, ¡imagínatelo con el gobierno federal! Es fundamental impedir que la televisión siga fabricando presidentes, que las encuestas desinformen y sean meros instrumentos de propaganda, que se gasten recursos a raudales y que se siga comprando el voto masivamente. La impugnación es una forma de exhibir esos problemas, de colocarlos en la agenda y de no resignarse a la impunidad.

7- Andrés Manuel López Obrador hizo una buena campaña en la que logro casi doblar la intención del voto que tenía al principio de la contienda y disminuir notablemente sus negativos. Lo hizo en gran medida porque mostró moderación, convicción democrática y sensibilidad para promover una necesaria reconciliación nacional. Tiene todo el derecho a inconformarse y los partidos que lo postularon deben arroparlo en la lucha jurídica y en la denuncia de las tropelías cometidas por el partido del candidato oficial de facto. Estoy convencido de que, como todos, aprendió de lo ocurrido en 2006 y no dilapidará su hoy recuperado capital político en una aventura rupturista. Creo en su palabra estampada en el acuerdo de civilidad. Ojalá el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación tenga la altura para no permitir que gobierne el país quien no tuvo escrúpulo alguno para hacer cual trampa pudo en su afán de imponerse en una contienda desnivelada de origen. Pero, en cualquier caso, se debe aceptar que esa es la última instancia, que sus resoluciones son inapelables (que no incuestionables) y que su decisión determinará al próximo presidente, guste o no. Eso sí, se debe trabajar desde todas las trincheras, incluyendo la oposición, para transformar al país. En ello debe jugar un papel preponderante el movimiento #yosoy132
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