Fernando Belaunzarán
Carlos Navarrete vive su mejor momento político ahora que fue elegido por unanimidad presidente del Senado de la República sin que existiera obligación legal para que el PRD ocupara ese cargo. Con oficio y habilidad supo construir el escenario que abrió la posibilidad a la izquierda de presidir ese órgano legislativo por primera vez en su historia. El carácter simbólico del hecho quedó plasmado cuando posó ante los fotógrafos empuñando la rosa, imagen universal de la socialdemocracia.
La fiesta ocultó la interrogante, no sobre los merecimientos o la capacidad de Navarrete para desempeñar con dignidad y eficacia el cargo, que nadie discute, sino sobre cómo sorteará la contradicción que persiste entre cumplir la responsabilidad institucional que conlleva representar a un poder del Estado mexicano y la intención cada vez más explícita de Andrés Manuel López Obrador y sus seguidores de propiciar la renuncia del jefe del Ejecutivo agudizando la descomposición de la de por sí raquítica institucionalidad democrática del país.
Recordemos que tal situación que perdura en el seno de la izquierda política desde el 2006 generó un vergonzoso linchamiento moral contra la diputada, dirigente y luchadora social Ruth Zavaleta por parte de un “movimiento” que aunque parezca mentira se reivindica como democrático. Tan sólo por recibir en su oficina a Juan Camilo Mouriño, entonces secretario de Gobernación, Andrés Manuel López Obrador arremetió contra la presidenta de la Cámara de Diputados acusándola de dejarse tocar la pierna en uno de los episodios más bochornosos del excandidato presidencial que, por cierto, lo pinta de cuerpo entero. Ese fue sólo el comienzo de una campaña persecutoria de tintes estalinistas contra la legisladora.
Es verdad que Carlos Navarrete ha podido mantener los puentes de comunicación abiertos con AMLO incluso en los momentos de mayor polarización interna que se produjeron a raíz de la última elección de dirigentes del PRD. Además, Carlos es un político experimentado que en numerosas ocasiones ha demostrado saber caminar por cuerdas flojas, caer parado, aferrarse a la única hebra intacta de la maraña y encontrar salidas de emergencia. Pero el destino lo alcanzó –como a muchos- y muy pronto tendrá que tomar decisiones de alcances estratégicos que lo pondrán de un lado o del otro de la línea. Se encuentra frente a senderos que se bifurcan.
La convocatoria recién lanzada por Felipe Calderón de reconstruir al Estado mexicano mediante acuerdos nacionales evita posponer definiciones por lo que resulta inútil esperar a que la contradicción desaparezca o siquiera se atenúe con el tiempo y el desarrollo de los acontecimientos. Participar en ese diálogo es apostar por la transformación institucional del país en las condiciones políticas que hoy se tienen. En cambio, negarse a él es responder a la lógica de los que pretenden la ruptura para "salvar a México" desde su ruinas y que, en ese sentido, interpretan el participar en ese diálogo nacional como darle oxigeno a un presidente debilitado y maniatado, así como desperdiciar la oportunidad de saldar en estos momentos cuentas particulares y patear el tablero con la esperanza de quedar mejor colocados en el reposicionamiento de las fichas. Y es que piensan que, como están las cosas, López Obrador no tienen ninguna posibilidad de ganar en el 2012 y se requiere de una sacudida al país para que vuelva a ser competitivo.
En síntesis, el dilema consiste en poner por delante la necesidad de transformar el país o bien pelear por el poder nacional buscando la caída abrupta de los que hoy lo detentan. Ser o no ser.
El gobierno de Felipe Calderón no se encuentra en problemas porque exista un movimiento social que cuestione su legitimidad, demande su dimisión y lo tenga pegado a las cuerdas. Si así fuera el PRI no sería la primera fuerza política en el Congreso, la izquierda no habría sufrido una pronunciada disminución electoral, López Obrador estaría de puntero en las encuestas y el llamado “grito de los de los libres” se realizaría otra vez en el Zócalo y no en el Hemiciclo a Juárez. La difícil situación de Calderón se debe a la manifiesta incapacidad de su administración para enfrentar con éxito las crisis económica y de seguridad que sufrimos aunado a la disfuncionalidad del anquilosado régimen presidencial que padecemos. Es precisamente por eso que la convocatoria que el titular del Ejecutivo hizo resulta no sólo pertinente sino también apremiante. Ya se verá si en el diálogo propuesto prevalece la visión de Estado, empezando por el propio Calderón; pero ahí está puesta sobre la mesa la posibilidad de reconstruir al país y sería una tontería desperdiciarla por los sueños megalómanos de un aspirante a mesías.
No hay ingenuidad. Nadie interpreta que eso signifique que la derecha se transmute y pretenda llevar a cabo un programa de izquierda para que haya unidad entorno a lo que exclusivamente la oposición plantea. Sin embargo, sí se puede aspirar a poner las bases de un Estado democrático y social de derecho que, partiendo de la aceptación implícita de los errores cometidos y de la renuncia a revivir dogmas neoliberales que hoy se encuentran en desgracia global, se garantice la viabilidad del país con independencia del partido que lo gobierne, tal y como ha sucedido en diversas transiciones políticas en el mundo. Lo fundamental es ponerse de acuerdo sobre el piso en el que se debe dar la disputa política entre las diversas opciones mediante el juego democrático.
Frente a esa posibilidad que pone a prueba la estatura y visión de Estado de los diversos actores políticos se alza otra que, pese al evidente desgaste y debilitamiento de quienes la enebolan, se sostiene porque vislumbran la debilidad del gobierno y en ellos predomina el deseo de venganza; huelen la sangre del contrario y sienten que es el momento de atacar a pesar de su triste situación. Finalmente, apuestan a que los costos de la crisis y la desesperación de sectores crecientes de la población logren resarcir al "movimiento" de los errores monumentales que se conmetieron -como el del desastroso plantón de Reforma-, terminen con el reflujo que padece el obradorismo desde hace años y lo revitalicen para ganar la calle en el momento de la ruptura institucional, de tal suerte que puedan imponer condiciones a las demás fuerzas políticas y colocar al líder como “salvador de la patria”. Con prosaica sabiduría, en el movimiento estudiantil de mis épocas universitarias se calificaba este tipo de razonamientos como simples "puñetas mentales".
El planteamiento es fantasioso, no porque no sea posible –y añadiría deseable y necesario- que irrumpiera un fuerte movimiento social en momentos definitorios para el país. Pero ese no se va a formar detrás de un liderazgo desgastado que exuda ambición personal, tiene la autoridad moral mermada y es campeón en sectarismo, tal y como en su momento lo expresó con tino el subcomandante Marcos. Por otra parte, es claro que su soberbia le impide aceptar ser uno más entre otros.
Una coordinación de organizaciones sociales, sindicales, estudiantiles, campesinas, etc., que sea amplia, horizontal e incluyente, cuyas decisiones se tomen democráticamente y se privilegie el consenso no jugaría a la ruleta rusa con el país; sabría medir la correlación de fuerzas y valoraría la oportunidad de aprovechar la ruta institucional que se abre. Por supuesto que existe el riego de que se presenten estallidos sociales, pero precisamente por que las consecuencias que éstos pueden traer son impredecibles, la moneda bien pudiera caer del lado de la derecha golpista y autoritaria, y por lo mismo lo que se impone es actuar con mucha responsabilidad.
De lo que se trata es que desde la sociedad y desde los espacios institucionales que detenta, la izquierda empuje hacia una dirección en la transformación del país que le permita incidir favorablemente en los grandes acuerdos nacionales que a nuestro país le urgen. Estoy convencido que esa también es la posición de Carlos Navarrete, la cual además ha hecho pública. Pero aquí no puede engañarse. AMLO con quien se identifica es con Noroña no con él. Son tiempos de definiciones y la situación hace inevitable que su responsabilidad institucional y convicción reformista lo lleven, más temprano que tarde, a enfrentarse con la bestia y ni siendo Houdini se va a poder librar de tomar partido y caminar por uno de los senderos que se bifurcan –valga la repetida referencia borgiana.
De paso…
Duda. La difícil situación por la que atraviesa el país en todos los órdenes me hacen pensar que la convocatoria a discutir el decálogo del cambio por parte de Calderón es genuina. Es un llamado de auxilio con el agua al cuello. El PRD respondió bien al tomarle la palabra y tratará de aprovechar la oportunidad para poner en la mesa su agenda de transformación del país. Sin embargo es con el PRI con el que tengo dudas, no obstante que de inmediato aceptaron el ofrecimiento. Y es que ese partido es el beneficiario del estado de las cosas al grado de que si no pasa algo excepcional todo indica que caminando podrá regresar a Los Pinos. No parece lógico que quieran arriesgar su romance con los poderes fácticos y se animen a impulsar cambios profundos. Pero por otro lado, también es posible que consideren que de poco les va a servir tomar el control de un país en ruinas con un Estado anquilosado de instituciones anegadas. Ya veremos… Alejandro Encinas hizo un buen posicionamiento del PRD pasado primero de septiembre. Expresó bien lo que puede ser una línea común de un grupo parlamentario plural y complejo. Sin embargo, tendrá una complicación parecida a la de Carlos Navarrete, pues si bien no tiene la responsabilidad institucional del guanajuatense es mucho más cercano a AMLO que aquel, siendo que es evidente que la apuesta del ex candidato presidencial es tirar a Calderón y de ninguna manera acordar con él los cambios para el país. Como ya dijimos, frente a la propuesta de alcanzar acuerdos nacionales para replantear al Estado mexicano que hizo el titular del Ejecutivo el pasado 2 de septiembre se tendrán que tomar decisiones de alcances estratégicos y será muy difícil quedar bien con Dios y con el Diablo, perdón, con Jesús y con El Mesías… ¿Cuántos votos cree López Obrador que le va a conseguir el protagonismo de Noroña? Más bien debería cuidar los votos que le quedan y, ni modo, convencer al aguerrido legislador que ya perdió todo miedo al ridículo que practique consuetudinariamente el turismo parlamentario que tanto ha criticado. Todo sea por el bien del “movimiento”… El asesinato del candidato del PRI, José Francisco Fuentes y de su familia en Tabasco debe unir a todos en el repudio absoluto a este tipo de acciones, tal y como se hizo con la ejecución que sufrió Armando Chavarría. Por cierto, seguimos esperando resultados de las investigaciones sobre ese execrable hecho… Andrés Manuel López Obrador en un mitín en Tlaxcala le advirtió lo siguiente: "vamos a ver qué hacemos para que cumpla el acuerdo de renunciar". Dicha amenaza digna de Don Pejone no obsta para que AMLO siga escupiendo al cielo quejándose de la "mafia de la política"...A lo mejor López Obrador se enojó porque Juanito contestó aquello de que no escuchara el canto de las sirenas diciendo que a lo mejor Andrés Manuel era una de ellas. ¡Qué llevado!... Pero para que vean que también le reconozco méritos al Peje, me dicen que ya está doblando su manita en la coalición con el PAN en Oaxaca. ¡Aleluya!... Y mientras el ex priísta, ex perredista, ex parmista, ex foxista, ex todo, Porfirio Muñoz Ledo se trata las reumas para tomar el Palacio de Invierno, es correcto celebrar el triunfo de la Selección Mexicana en Costa Rica. Cuando apareció Giovanni se resolvió el partido…
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