miércoles, 8 de julio de 2009

LA CRUDA REALIDAD

Fernando Belaunzarán

Los resultados electorales son tan contundentes que dejan muy poco espacio a la especulación. El PRI es el gran ganador de estas elecciones con escasa participación y menos entusiasmo. El PAN pagó el costo de la incapacidad gubernamental para afrontar con éxito los grandes problemas que sacuden al país y sólo el merecido voto de castigo para Eduardo Bours por el incendio de la guardería en Sonora le permitió salvar una gubernatura, la cual no le alcanza -como tampoco su avance en el DF- para salvarse del fracaso. La izquierda en su conjunto sufrió una debacle de enormes proporciones si la comparamos con lo que consiguió hace apenas tres años; sin embargo, en virtud de lo acontecido desde entonces nadie se extraña de que así haya ocurrido. El derrotero tomado tras el controvertido proceso del 2006 por el candidato presidencial derrotado y la división interna por él ocasionada e incentivada, incluso durante la misma campaña electoral, presagiaban el desastre.

El PRI está en el mejor de los mundos. Lo peor de la crisis económica está por venir y el gobierno que es al que le llegará la factura por esa situación no podrá hacer nada sin acordarlo con ese partido. Felipe Calderón seguramente tendrá la tentación de aprovechar el desprestigio de los legisladores para presionar a favor de sus reformas, pero la reciente elección lo dejó en posición de debilidad y no parece que pueda lograr el respaldo popular suficiente como para arrinconar al Congreso. Por ello mismo es que optó por el llamado a la reconciliación con el priísmo y en prenda les obsequió la cabeza de Germán Martínez que en un intento desesperado por cambiar tendencias recurrió al ataque directo e infamante contra los que en breve serán la primera fuerza en la Cámara de Diputados.

Si el partido del viejo régimen resuelve sin fracturas su candidato presidencial y si a éste la soberbia no le obnubila la razón como ocurrió con el que llegó como puntero en el 2006, entonces se ve difícil evitar el regreso del PRI a Los Pinos. A menos que surgiera otra opción que sea capaz de motivar y entusiasmar a los millones de electores que se quedaron el domingo pasado en sus casas o prefirieron manifestar su inconformidad anulando el voto. Ante el desgaste de la clase política en su conjunto, el surgimiento de una opción ciudadana al margen de los partidos existentes pudiera ser muy atractiva para amplios sectores sociales. El problema es que en la izquierda que pudiera irrumpir con ese tipo de propuesta está pasmada por sus conflictos internos.

De hecho, el PRD y sobre todo su ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, debieron ser los que aprovecharan las fallas y limitaciones de la administración calderonista por haber sido la otra opción y de esa manera consolidar e incrementar la fuerza que se expresó a su favor en las pasadas elecciones presidenciales. La situación está para que el país estuviera aclamando a Andrés Manuel y éste simplemente esperara a que el poder le cayera en las manos como fruta madura. Por desgracia no sólo no se aprovechó la oportunidad sino que AMLO se autoanuló con su visceralidad y su probada falta de convicción democrática sino que revivió al PRI que se encontraba en la lona. Entre la incapacidad de uno (Calderón) y los desplantes irresponsables del otro (López Obrador), la gente optó por voltear al pasado corrupto y autoritario, pero que le transmite mayor certidumbre en estos tiempos aciagos.

Ante esa lamentable situación, parece mentira que sin ningún atisbo de autocrítica, el que dividió a la izquierda, Andrés Manuel López Obrador, envié a un batallón de “juanitos” a exigir la renuncia de Jesús Ortega por el mal resultado que él mismo provocó al llamar a votar por otros partidos. Le amputa con serrucho y sin anestesia la pierna al niño para luego mostrarse preocupadísimo por la salud del infante y lamentarse porque éste no ganó la carrera, y con descomunal cinismo responsabilizar al único que lo cuidó. Si alguien vio por la unidad durante este proceso fue Chucho, el cual aguantó todas las provocaciones, eludió confrontarse e hizo un sinfín de concesiones. Bueno, hasta le regaló la candidatura plurinominal a Alejandro Encinas.

Pero para Andrés Manuel el 2009 fue una continuación de la contienda interna por la presidencia del PRD y quiso mostrar su músculo al margen del partido para después pelear por conseguir la hegemonía a su interior, luchando, además, por mantener las prerrogativas del PT y Convergencia. Nadie puede decir que no haya tenido algunos logros en ese sentido. Pero son tan pequeños esos fines y tan obtusa la visión que los prioriza que se le pasó de largo lo fundamental: la posibilidad de disputar con éxito el rumbo del país en el 2012 frente a otros proyectos. La votación mostró algo que se sabía de antemano: con la división pierden todos.

Fuera del PRD (con PT y Convergencia), AMLO tuvo menos de 6% de los votos y la suma de lo obtenido por los tres partidos que se coaligaron para apoyarlo en la elección presidencial es de 18%, apenas la mitad de lo obtenido en la elección presidencial. En Tabasco y la Ciudad de México, donde sí apoyó a su partido, las cosas también fueron muy diferentes a lo ocurrido tres años antes. En su estado natal perdió todos los distritos que había ganado por amplísima mayoría, mientras que en la capital de la república se cayó la votación del 49% en el 2006 al 28% en el 2009 para diputados locales. Ahí el PAN no sólo mantuvo lo que tenía sino que se adjudicó la influyente delegación Cuajimalpa y pasó de ganar cuatro distritos locales a triunfar en nueve. El PRI creció al 18% y, por primera vez en doce años, triunfó en un distrito federal. Además, el PRD perdió su mayoría absoluta en la ALDF y si se da un 2012 polarizado entre el PRI y el PAN la izquierda puede perder la ciudad. Mientras Peña Nieto arrasó en el Estado de México, Marcelo Ebrard retrocedió en el DF. Eso sí, Andrés y Marcelo fueron muy eficientes en arrancarle espacios a su disidencia interna haciendo uso de su partido B y de los inagotables recursos del Gobierno del Distrito Federal. Ganaron para su grupo Iztapalapa… pero perdieron el país.

No hay duda de que en plazas importantes y emblemáticas como Neza y otros municipios del Estado de México, por no decir distritos de Guerrero, Morelos, Oaxaca, Hidalgo y un largo etcétera, la división fomentada por el éxodo inducido de perredistas al PT y Convergencia, pero sobre todo el apoyo del excandidato presidencial a esos partidos, fueron determinantes para que se perdieran.

Ahora bien, si estamos de acuerdo en que la predominancia de la visión de facción, la división descarnada e inescrupulosa que sufrió el PRD está en el centro de su electoral sería correcto preguntarse si es posible recomponer la convivencia interna entre los dos bloques que se han enfrentado en los últimos años y así evitar la ruptura. Pero para que esa posibilidad sea viable se requeriría que AMLO acepte participar en las discusiones de los órganos de dirección del partido y asuma sus resolutivos lo que resulta francamente utópico, como también lo es que cambie de estrategia política no obstante el probado fracaso que tuvo en las urnas el pasado domingo. Es más, como está inmerso en el pensamiento “centenarista” que sostiene que cada cien años se da una heroica lucha de liberación del pueblo mexicano y supone que ahora, en el 2010, ésta conseguirá que Calderón renuncie y él pueda resurgir de sus cenizas cual Ave Fénix, es de esperarse que siga apostando a la descomposición institucional de la república. Es evidente que aunque el PRI ya anunció que no aceptará nuevos impuestos, de cualquier manera AMLO encontrara alguna razón para tomar tribunas durante toda la legislatura y no hay duda de que va a privilegiar la lucha en las calles. La división es dolorosa, pero la unidad a toda costa que significa mantener las cosas como están y perpetuar la esquizofrenia destructiva generada por la coexistencia anárquica de dos líneas políticas que se excluyen sería mucho peor, no sólo por ir hacia una segura derrota sino porque se sacrificaría la posibilidad de ver al futuro y construir en esa perspectiva algo distinto y mejor.

Por supuesto, mal haría el PRD en echarle toda la culpa a Andrés Manuel López Obrador y omitir la indispensable autocrítica a la que está obligado o eludir las responsabilidades que existen como institución, como corrientes o como dirigentes del partido no sólo por los resultados recientes sino por el partido que tenemos, que si bien es importante y valioso está lejos de ser lo que quisiéramos que fuera. Sin condescendencias de ningún tipo el perredismo debe, por fin, verse al espejo, sacrificar privilegios y refundar al principal partido que ha construido la izquierda mexicana. De nada van a servir cambios cosméticos.

El PRD debe recuperar su ánimo reformador y volver a ser la principal fuerza democratizadora del país. Los programas sociales son necesarios para paliar los efectos de la pobreza extendida de nuestro país, pero como crean importantes clientelas que luego van a las urnas a votar por el partido que su “benfactor” les indica, gobiernos de todos los colores hacen uso prolijo de ellos. Por eso, tales programas no bastan para distinguir a un gobierno de izquierda. Políticas públicas diferentes y un modelo económico alternativo que termine con los monopolios y genere riqueza para distribuirla mejor debiera ponerse en el centro del discurso del PRD aunado al del reencauzar el proceso de transición democrática que se quedó trunco y que paso gran parte de las atribuciones metaconstitucionales del presidente omnipotenete a los gobernadores devenidos en señores feudales. Sigo sosteniendo que hoy, como desde hace muchos años, en México no hay nadie más radical que un demócrata.

Para no ser una izquierda conformista asimilada al status quo, es preciso que el PRD ponga su programa por delante y haga de sus gobiernos promotores del mismo aunque eso signifique renunciar a muchos privilegios que éste régimen presidencialista y democrático a medias le otorga a quienes gobiernan. Sólo así podrá entusiasmar a la población y convencerla de que representa un cambio real y deseable para el país. La gente que puede darle el triunfo a la izquierda le dará su voto no por interés inmediato sino porque ésta representa un avance moral respecto a lo existente. El PRD necesita ir a un Congreso para replantearse a fondo y corregir el rumbo.

Da pena que en momentos en que urgen ideas y tomar definiciones estratégicas, la preocupación de unos sea conseguir impunidad para un “gran líder” como si se tratara de una canonjía aceptable en un partido de izquierda. Quienes más obligados están a cumplir las normas son los dirigentes porque de lo contrario no tendrán autoridad moral para exigir su aplicación al resto de los mortales. En mi opinión, eso no debiera contaminar la discusión que debe girar en temas más trascendentes. El tema me parece además saldado. Andrés Manuel López Obrador no necesita ser expulsado. Él decidió irse desde el momento en que apoyó a otros partidos. Que regrese como si nada hubiera pasado lejos de solucionar el conflicto lo agudiza. El PRD debe empezar una nueva etapa dejando en claro que en la lucha por el poder no todo está permitido.


De paso…

Iztapalapa. Es indudable que Andrés Manuel López Obrador conserva una fuerza importante en las zonas populares de la Ciudad de México y, por lo mismo, en Iztapalapa como en ninguna otra. También es cierto que a pesar de que Clara Brugada ganó en primera instancia en una elección interna tramposa e inequitativa se quedó la impresión en amplios sectores de que su salida como candidata del PRD era una injusticia, un agravio al que era legítimo enfrentarse. Por otra parte a la candidata Silvia Oliva no se le apreció como se debía por los méritos y la capacidad que tiene y en cambio continuamente se le descalificó de manera fácil por su relación con el Senador René Arce. Y más importante que todo lo anterior, se utilizaron recursos ilimitados y las estructuras de los programas sociales del GDF para hacer ganar a “Juanito”, el cual asegura que va a renunciar. Después Marcelo Ebrard tendrá que presentar la propuesta de Clara Brugada porque de lo contrario lo van a acusar de traidor en la plaza pública y no va a abrir ese flanco aunque tenga que pagar un alto costo político por cumplir la instrucción de su antecesor. La única posibilidad que tiene de que esa propuesta pase en la ALDF es que algún “puro” negocie con el PRI o con el PAN su atingencia. Yo propongo a AMLO… Algunos orgullosos “liberales” de manera elíptica empiezan a justificar el Golpe de Estado en Honduras con el fantasma del chavismo y la Iglesia Católica se presta a jugar un papel similar al que tuvo en la caída de Salvador Allende. El fin no justifica los medios y Manuel Zelaya debe regresar a terminar su mandato. Y éste bien haría en dejar por la paz su pretensión autoritaria de reelegirse sin que esa figura esté hoy contemplada en la Constitución de aquel país…

1 comentario:

acroy dijo...

HEREJE AMIGO:
COMPARTO TUS REFLEXIONES, ES MOMENTO DE PENSAR EN SERIO EN REFUNDAR Y RECONSTRUIR EL PRD. TENEMOS EL INSTRUMENTO QUE ES EL ESTATUTO, LÍNEA POLÍTICA QUE HABRÁ DE ACTUALIZARSE Y UNA SABIA MILITANCIA QUE CREE EN EL PARTIDO COMO INSTRUMENTO DE LUCHA Y TRABAJA POR UN MÉXICO LIBRE, DEMOCRÁTICO Y JUSTO.
UN ABRAZO