domingo, 19 de julio de 2009

EL LLAMADO DE CUAUHTÉMOC

Fernando Belaunzarán

El ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas se dirigió a los militantes del PRD para hacerles un “último llamamiento”. Por venir de quien viene, pero también por su contenido, se trata de un documento de gran trascendencia y oportunidad, pues es evidente que éstos son tiempos difíciles y definitorios para el partido más importante que ha podido construir la izquierda mexicana. El primer fundador del PRD se expresó como acostumbra, con claridad y contundencia. Se puede coincidir o discrepar con algunos o con todos sus planteamientos, pero es imposible ignorarlo. Estamos hablando de un estadista con autoridad moral indiscutible. Bajo cualquier perspectiva histórica, Andrés Manuel López Obrador se ve chiquito junto a él.

Pero darle su lugar al Ingeniero no significa hacer gala de devoción hacia su persona ni seguir a pie juntillas lo que dice. En suma, no es rendirle pleitesía ni darle trato de caudillo aunque muchos lo hayan hecho en el pasado –algunos de los cuales, por cierto, ahora se esmeran en exhibir su abyección y lambisconería con AMLO. Eso sería tanto como reproducir al pejismo que es incapaz de aceptar la más pequeña discrepancia, siendo que en múltiples ocasiones Cárdenas ha acreditado su disposición a la discusión y al debate, mostrado tolerancia frente a posiciones distintas a la suya y aceptado resoluciones adversas cuando éstas se han tomado de manera democrática. Recordemos que en el Congreso de Oaxtepec de 1995, después de la votación que no le favoreció, Cuauhtémoc pidió la palabra para retirar su propuesta y que todos cerraran filas con la línea política adoptada por mayoría. ¿Qué mayor contraste puede haber que el que existe entre dicha actitud y los pueriles berrinches tropicales a los que nos tiene acostumbrado López Obrador y que no expresan otra cosa que su resolución de hundir el barco en el que viaja si no le dejan el control absoluto del timón?

Lo que procede es el análisis crítico de sus concepciones y propuestas sin asumirlas ni rechazarlas de antemano, tal y como debe hacerse con cualquier planteamiento independientemente de quien lo haga. No hay mejor manera de demostrar respeto y consideración por alguien que el de sopesar con rigor y objetividad su pensamiento.

Podemos identificar cuatro temas fundamentales en el llamamiento de Cuauhtémoc: la aplicación del Estatuto, el diagnóstico de la crisis por la que atraviesa el PRD, la reforma del partido y la conformación de una nueva dirección. En todos ellos muestra una genuina preocupación por la situación que guarda el partido y un legítimo interés por que ésta se supere. La discusión no está pues en los propósitos sino en si éstos se consiguen de la manera en que él lo propone.

La aplicación del Estatuto que debiera ser algo incuestionable se volvió polémica en virtud de la pretensión de que no sean sancionados los que compitieron o apoyaron a otros partidos por parte precisamente de los que promovieron la estrategia de enfrentar al PRD donde los candidatos no fueron de su grupo. Expulsar a los que cambian de camiseta es una norma por demás justa y elemental para cualquier partido político. Por ello Cuauhtémoc cuestiona la amnistía implícita que sin tener facultades para ello un grupo de tres gobernadores y algunos dirigentes dieron a conocer en la reciente reunión de Morelia. Ahí se decidió decretar la unidad sin contenidos ni compromisos, simulación destinada a fracasar. Además, ese buen deseo expresado en abstracto, pero aderezado con la fórmula de “no expulsiones ni destituciones” dio la impresión de responder a un acuerdo basado en lo que sería una transacción inaceptable: impunidad a cambio de permanencia.

El ingeniero Cárdenas recordó que la gobernadora de Zacatecas, Amalia García, que fue la vocera del encuentro moreliano, había expresado tras los comicios locales de su estado en el 2007 que los que apoyaron al PT en esa ocasión se colocaron “automáticamente fuera del PRD”. Pero considero que la incongruencia imperdonable está en otro lugar. Si hay algún vicio perverso e insultante para los mexicanos que se mantiene del viejo régimen es precisamente el de la impunidad y combatir eso es una de las razones de ser del PRD. Por eso resulta vergonzoso e inadmisible que se exija que no haya consecuencias ni responsabilidades para los que cometieron la grave falta de enfrentar electoralmente a su propio partido.

Es inobjetable el señalamiento de Cuauhtémoc Cárdenas en el sentido de que la dirección tiene el mandato de aplicar la norma interna y que la perniciosa costumbre de utilizar discrecionalmente al Estatuto está en el centro de la descomposición institucional del PRD. Pero también lo es que perdonar una falta tan grave en un momento tan delicado como el que vivimos sería funesto para el partido. Una dirección que no puede hacer cumplir la norma y sancionar a quienes la transgreden es una dirección débil y ninguneada que, por lo mismo, sería incapaz de llevar a cabo la reforma que necesita la organización política.

Por eso no podía ser más afortunada la decisión de Jesús Ortega y de una mayoría en el Comité Político Nacional de suprimir la membresía de los más de seiscientos perredistas que fueron candidatos por otros partidos. Un avance notable aunque falte todavía el pez gordo que apuesta a ser intocable o victimizarse. La reacción del bejaranismo –corriente al servicio de AMLO- que volvió a exigir la renuncia del presidente del partido para tratar de que se dé marcha atrás a las expulsiones es la constatación de que ese grupo y su pastor apostaron a la debacle del PRD. No serán las componendas o la cínica complicidad entre corrientes como este partido podrá salir de la crisis. Su futuro depende en gran medida de que en su vida interna prive la legalidad.

El diagnóstico sobre la situación del partido y la inaplazable necesidad de reformarlo son temas estrechamente vinculados. Cuauhtémoc Cárdenas hace notar que el PRD fue concebido como instrumento para transformar la sociedad hacia la democracia, la libertad, la justicia, la inclusión, la división de poderes, la honestidad en el servicio público, etc. Nada más alejado de sus principios y orígenes que la lucha del poder por el poder y menos aún de la reproducción del status quo. Como hace veinte años se sigue necesitando una izquierda que impulse los cambios sociales, políticos y económicos del país con una visión redistributiva, humanista, libertaria, participativa y solidaria.

Por eso se requiere que el PRD sea congruente con su Programa donde gobierna, que estampe su sello de izquierda, que no reproduzca las formas de gobernar de la derecha y deje a un lado la cultura política priísta. Y en donde no gobierna que reafirme su carácter opositor, que no contestatario, que sepa blandir su propuesta y mostrar capacidad de interlocución con otras fuerzas y distintos sectores sociales; que se plantee construir mayorías. Un partido con iniciativa y posibilidad de incidir en la vida de la gente en concordancia con valores de una izquierda pluralista, democrática y tolerante.

La transformación radical y consecuente del PRD no puede posponerse más. Por ello el Congreso Nacional Extraordinario que propone el ingeniero Cárdenas debe realizarse antes que termine el año. De ninguna manera puede aceptarse la trampa del llamado “Congreso pactado” en el que las corrientes les amarran las manos a los delegados y se les coarta la discusión sobre temas torales del partido que deben resolverse de una vez por todas. En realidad cuando se condiciona la realización del máximo órgano colegiado al acuerdo casi total entre las fuerzas organizadas se le está otorgando derecho de veto a las corrientes principales. Si el PRD necesita para cambiar del permiso de René Bejarano entonces no habrá ningún resolutivo trascendental en el Congreso y todo acabaría en una simulación más.

Ahora bien, si en lo fundamental coincido con Cuauhtémoc Cárdenas en los tres primeros puntos (aplicación del Estatuto y que no prive la impunidad, diagnóstico sobre la crisis del partido e impostergable reforma profunda de éste) no así en el cuarto, en su propuesta sobre el cambio de dirección política. El Ingeniero propone nombrar a una comisión directiva provisional y disolver todos los órganos colegiados de tal manera que no exista nada más que dicha comisión. Con ello los dirigentes nombrados se vuelven omnímodos y plenipotenciarios, lo que no concuerda con un partido democrático que entiende el valor de los equilibrios, los contrapesos y la rendición de cuentas. Esa dirección sólo se respondería a sí misma y aunque sea transitoria me parece inaceptable. Lo que necesitamos en todos los ámbitos políticos del país es desconcentrar el poder, no lo inverso.

Sin embargo, entiendo su preocupación. ¿Cómo se podrá cambiar el partido si eso implica afectar intereses de los que tienen mayoría en los órganos colegiados de dirección? En este aspecto me parece que tendría más viabilidad el involucramiento preponderante de alguien con la autoridad y la estatura de Cuauhtémoc Cárdenas en el Congreso Nacional Extraordinario y en la nueva época del PRD que la improbable –por no decir imposible- renuncia al poder compartido de todos los actores partidarios para dejárselo a una comisión todopoderosa.

Estoy convencido de que los políticos deben ser evaluados permanentemente y dar cuenta de las responsabilidades que asumen. En ese sentido Jesús Ortega y la dirección que encabeza tendrán que presentar un informe de lo acontecido en la elección al Consejo Nacional. La permanencia o no de los actuales dirigentes debe surgir del análisis sereno y la discusión razonada y no de la presión de grupos de interés y menos de aquellos que violaron la norma para meterle el pie al actual presidente. En efecto, el juego perverso de trabajar a favor de otros partidos se dio para debilitar a la dirección por no ser pejista.

Un principio universal del Derecho es que nadie puede beneficiarse de su propio delito. No es correcto que se salgan con la suya los que realizaron labor de zapa. Pero más allá de criterios legales o morales, lo que debe determinar lo conducente respecto a si debe haber continuidad en la dirección o cambiar ésta es la pertinencia política de ambas medidas. Lo que es a todas luces urgente es llevar a cabo las dos tareas apremiantes que se desprenden del llamamiento de Cuauhtémoc y con las cuales coincido plenamente: la sanción a los tránsfugas que compitieron o trabajaron contra el PRD y la transformación real y profunda de éste. Si Jesús Ortega acredita en el Consejo Nacional que puede cumplir con ambos objetivos entonces mi opinión es que debe permanecer como presidente.

De paso…
Dos crímenes. A Fernando Martí no lo secuestraron dos veces ni mucho menos lo asesinaron arteramente en dos ocasiones. Lo que asusta no es la falta de coordinación de los policías –ya estamos acostumbrados- sino la multiplicación de los responsables, pues alguna corporación tiene a chivos expiatorios detenidos. La moderna forma de gobernar para el gran público y ser rehén de la presión mediática puede llevar a la fabricación de culpables para calmar los ánimos sociales y mantener –o si se puede incrementar- la popularidad que presagia el siguiente cargo. Una de las policías miente y es indispensable que se aclare el caso, pues de lo contrario la práctica de fabricar culpables para no parecer inepto puede hacer escuela si es que no es ya práctica cotidiana… Calderón quiere hacerse de Michoacán en el 2011 a como dé lugar, pues en eso cifra sus esperanzas de llegar fortalecido e incidir en la sucesión presidencial tanto en la determinación del candidato de su partido como en la elección constitucional. Y su imaginación no le da para más que llevar un virtual Estado de sitio con desbordantes ríos de sangre a su estado natal… ¡Salud a Mandela por su cumpleaños 91!

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