domingo, 26 de julio de 2009

CUAHUTÉMOC Y ANDRÉS

Fernando Belaunzarán

Cuauhtémoc Cárdenas unificó a gran parte de las izquierdas mexicanas y propició la construcción de un partido plural y diverso en el que cupieran todas ellas. Andrés Manuel López Obrador hizo exactamente lo contrario. Hoy es difícil imaginar una izquierda más dividida y a un PRD con una crisis más profunda a tan sólo tres años de que acarició la presidencia de la república teniendo como líder indiscutible al político tabasqueño.

Se dirá con razón que las responsabilidades por la situación son compartidas, pero es indudable que AMLO sobrepasó los límites de lo admisible al promover el voto por otros partidos. Esa confrontación contra su propia organización llevada a las pantallas de televisión explica en buena medida los malos resultados electorales -no tanto porque se haya llevado los votos a otra parte, que como pudo verse fueron pocos, sino porque la división en el PRD es una de las consecuencias del lamentable proceso de alejamiento de la sociedad que se inició con el cierre de Reforma. Ante un hecho tan grave, resulta de sentido común y buen juicio demandar que se aplique la legalidad interna, tal como lo hizo el ingeniero Cárdenas. Sin embargo, ese planteamiento fue respondido de manera por demás injusta, grosera y desproporcionada por parte, fundamentalmente, de voceros del Peje aparentemente oficiosos.

Más que contrariar sus argumentos, los pejistas optaron por infamar a la persona, no obstante la indudable autoridad moral y estatura histórica que posee Cuauhtémoc Cárdenas. Fiel a su estilo, AMLO no da la cara pero manda a su gente a hacer el trabajo sucio de lastimar la reputación de todo aquel que se atreva a cuestionarlo. En medio de insultos y descalificaciones baratas que le hacen al Ingeniero sólo hay algo en lo que vale la pena detenerse: el papel del primer fundador del PRD en el 2006.

Es indudable que el ingeniero Cárdenas hizo muy poco para ayudar a López Obrador a ganar la elección presidencial. Muchos le reprochamos su ausencia en la campaña y como el resultado fue muy estrecho no faltó quien cometiera el exceso de responsabilizarlo por la victoria de Felipe Calderón. Pero para ser honestos y equilibrados se debe también decir que a AMLO no le interesó contar con el apoyo del Ingeniero y no movió un dedo para que éste se diera. La soberbia que en el 2006 demostró ser el talón de Aquiles del tabasqueño se expresó también en el desdén hacia la figura de Cuauhtémoc.

Algunas historias nos permiten contextualizar lo ocurrido en 2006. Cuando el primer jefe de Gobierno del Distrito Federal marchó para protestar contra la pretensión de desaforar a Andrés Manuel se le maltrató al grado de ya no llegar al templete en el que, casualidad o no, de manera sorpresiva se le dio el micrófono al foxista y saltimbanqui Porfirio Muñoz Ledo -quizás el más rabioso de sus detractores-; hecho que es recordado no por el discurso del brillante orador sino por la espontánea y estruendosa rechifla que recibió Porfirio desde que empezó hasta que terminó de hablar.

Más grave aún fue la intransigencia que mostró AMLO en su decisión de imponer sucesor en el DF a la vieja usanza priísta y que el elegido haya sido un connotado salinista capitalino de muy reciente militancia. Cuauhtémoc mandó inequívocas señales de que no se consumara el dedazo, pero en eso no sólo fue ignorado sino que incluso López Obrador se permitió hacer campaña abierta a favor de su delfín. Recordemos que el ingeniero Cárdenas en el año 2000 se abstuvo de promover a cualquiera de los precandidatos a sucederlo y eso le abrió la puerta al tabasqueño para ser el candidato, incluso sin cumplir con los requisitos para serlo –por fortuna, Andrés negoció con personajes influyentes que hoy ubica en “la mafia” para que el incumplimiento en el tiempo de residencia no lo dejara sin registro. En fin, es evidente que AMLO no esperaba ni quería nada de Cuauhtémoc. Los reclamos posteriores nacieron de la derrota.

Aunque Andrés Manuel López Obrador se mantuvo en el PRI durante las elecciones presidenciales de 1988 con la esperanza de ser candidato al gobierno de Tabasco por ese partido, desde que rompió para tener la candidatura del Frente Democrático Nacional y luego ser miembro fundador del PRD tuvo como principal promotor de su carrera política al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas que lo llevó dos veces al Comité Ejecutivo Nacional y lo promovió como presidente del partido. Pero desde el momento que llegó a la jefatura de Gobierno, AMLO vio a Cuauhtémoc como rival y lo trató como tal, limpiando su administración de todo lo que oliera a su predecesor, sin que por ello dejara de repetir con evidente hipocresía: “mis respetos para el ingeniero Cárdenas”.

Es verdad que tanto a Cuauhtémoc como a Andrés Manuel no les gustan los contrapesos y ambos son dados a tomar decisiones unipersonales e imponer sus criterios, razón por la cual ninguno de los dos fortaleció la vida institucional en el PRD. Pero hay de caudillos a caudillos. Cárdenas ha demostrado en reiteradas ocasiones que tiene un sentido claro de los límites y que sabe aceptar resoluciones adversas. Nunca ha hecho nada para debilitar al partido y asume a los candidatos elegidos por éste aunque hayan salido derrotados los que le son cercanos. Además de la experiencia del DF, lo vimos hacer campaña a favor de Leonel Godoy que no era el precandidato de su preferencia. Y a diferencia de Andrés Manuel no pasó por encima de la legalidad interna para después reclamar impunidad en razón de privilegios y canonjías que deben ser inaceptables en un partido de izquierda.

Cuauhtémoc es dado a exponer razones y apostar al convencimiento en lugar de la obradorista técnica de repetir hasta el cansancio consignas y frases hechas. Me imagino que es por eso que el ingeniero Cárdenas se siente tan a gusto en recintos universitarios mientras que Andrés Manuel huye de ellos. Por eso mismo, El Ingeniero debate y sabe respetar las ideas contrarias. AMLO pontifica y adoctrina, y es absolutamente intolerante con quienes se atreven a discrepar. La sobriedad de estadista de Cuauhtémoc contrasta con los reiterados desfiguros tropicales de Andrés.

No se puede negar que en tiempos de la hegemonía de Cuauhtémoc el PRD tuvo bajas sensibles como José Woldenberg, Gilberto Rincón Gallardo y Adolfo Sánchez Rebolledo; que para ellos no fue nada fácil mantener posiciones discordantes en el partido y que, al no encontrar posibilidad para incidir en las decisiones ni ser tomados en cuenta, se les orilló a irse. Pero nada comparado al ánimo de linchamiento y la intolerancia persecutoria de tufo estaliniano que el pejismo ha impuesto, permitiéndose utilizar calificativos que llaman al exterminio como el de “traidores” o “colaboracionistas” para golpear, acosar y doblar a compañeros de partido. Doloroso atraso en la cultura política de la izquierda que los intelectuales afines al Peje de manera vergonzosa fingen no percatarse.

Nadie discute que Andrés Manuel López Obrador es un líder social con una inagotable disposición al trabajo. Sus recorridos por el país y la intensidad de sus giras expresan una vocación de acercarse a la gente a lo largo y ancho del país. Tampoco se discute que fue exitoso como presidente del PRD y como jefe de Gobierno, si bien aplicando políticas diametralmente opuestas a las que lleva a cabo desde julio del 2006. El problema es el cauce que le ha dado al movimiento que encabeza. Cuauhtémoc dio una salida institucional al llamar a construir al PRD. En cambio, AMLO no ha salido del esquema de apostarlo todo a la movilización permanente, en la idea de ser un factor de descomposición política que, teniendo a la crisis económica como aliada, propicie la ruptura del régimen y abra un nuevo cauce institucional construido “desde abajo” que lo reposicione como opción presidencial. Un sueño mesiánico que pone en riesgo no sólo la fuerza de la izquierda política y la existencia y viabilidad del PRD como partido político sino incluso los avances democráticos conseguidos en las últimos tres lustros, pues en lugar de colocar a Andrés Manuel en la antesala del poder ese albur puede abrirle el camino a la regresión autoritaria.

Cuauhtémoc Cárdenas es el luchador por la democracia más importante del México posrevolucionario. La alternancia y los avances democráticos del país serían impensables sin la dura batalla que encabezó no sólo en la apoteósica campaña electoral de 1988 sino también en los años subsiguientes –que alguien me diga un solo avance en materia de democracia y libertades políticas que se vislumbre de la lucha obradorista. En aquellos tiempos retar al sistema era otra cosa. ¡Cuánto hubiera dado la izquierda por tener aunque sea parte de las condiciones que tuvo en 2006 para competir! Hace 21 años no había acceso a los medios de comunicación, la guerra sucia mediática era permanente y total, la inequidad era absoluta, el órgano electoral estaba controlado por el gobierno, el PRI tenía mayoría de votos en esa instancia, se dio la represión e incluso hubo asesinatos políticos y la caída del sistema fue en los hechos un golpe de Estado técnico. No tengo dudas de que con el IFE del mediocre y gris Ugalde, Cuauhtémoc Cárdenas hubiera sido electo presidente en 1988.

El ingeniero Cárdenas resistió el salvaje embate del gobierno salinista. Todo el peso del sistema se utilizo para aniquilarlo políticamente y la represión trajo como resultado más de 500 muertos perredistas. En comparación a lo ocurrido entonces, Andrés Manuel López Obrador ha vivido un picnic en su lucha contra Felipe Calderón que en lugar de acosar a su adversario simplemente lo ha dejado hacer y deshacer; optó por dejar al tabasqueño matarse solo. Y es que, dadas las condiciones del país y el fracaso manifiesto de la administración calderonista para enfrentar los graves problemas que padece la nación, lo único que tenía que cuidar AMLO para que la presidencia de la república en el 2012 le cayera en las manos como fruta madura –y fuera él y no el PRI el que capitalizara la crisis- era no volverse loco. Ni modo, fracasamos…

De paso…
Oaxaca. El carro completo que se llevo el PRI en Oaxaca reafirma la imperiosa necesidad que existe para que la oposición presente un solo candidato frente a la maquinaria ulisista y evitar la herencia de un gobernador cacique y déspota, beneficiario de la impunidad y del uso discrecional del erario. Doy por descontado que habrá dificultades. Los tentáculos de Ulises Ruíz tratarán de reventar toda posibilidad de acuerdo desde los mismos partidos y los ultras de derecha e izquierda buscarán impedir la alianza del PRD con el PAN. Pero sería una irresponsabilidad histórica que por pruritos y corruptelas se permita proseguir la historia de oprobio y arbitrariedad que sufren los oaxaqueños. En definitiva se debe formar el TUCUD (Todos Unidos Contra Ulises y su Delfín)… Todo acuerdo que signifique impunidad para un personaje poderoso es en sí pernicioso por entrañar una evidente injusticia, pero en aras de lograr un fin superior hay quienes defienden lo que parece indefendible. Un ejemplo claro de ello es la transición en Chile en el que se le dio impunidad a los militares, muchos de los cuales violaron derechos humanos, empezando por el mayor de los gorilas, Augusto Pinochet. Impunidad a la que no se resignaron muchos organismos civiles, así como víctimas de la dictadura y sus familiares. Por eso hasta el último suspiro del general golpista estuvo expuesto a la presión moral y legal para que respondiera por sus crímenes. Pero en ese caso el sanguinario y desalmado asesino, general Pinochet, se comprometió en los acuerdos de la transición a respetar el orden constitucional democrático que se gestó tras su salida del poder, de ahí que algunos se atrevieran a sostener públicamente que era correcto proporcionarle impunidad. Guardando las proporciones y añadiendo de manera categórica que no tengo la más mínima intención de comparar a AMLO con Pinochet –sería un absurdo demencial- sino únicamente señalar que el disvalor de otorgar impunidad a alguien que abusó de su poder sólo puede intentar justificarse si a cambio se recibe algo valioso; no hay duda de que la unidad lo es. Pero por lo mismo no resisto el hacerles algunas preguntas a los que dicen que ya lograron ese bien preciado en el PRD, razón por la cual han decidido perdonar la grave falta del ex candidato presidencial de apoyar a otros partidos distintos al suyo: ¿A qué se comprometió López Obrador en reciprocidad? ¿Existe garantía de que no hará lo mismo en las próximas elecciones locales? ¿Ofreció algo a cambio? ¿Respetará las decisiones de los órganos de dirección del PRD en las que por cierto siempre ha podido participar? Si las respuestas son negativas y no hay otro argumento que el pragmatismo vulgar que alega que la aplicación en este caso de la legalidad haría perder votos al PRD, entonces ¿de qué unidad se habla?, ¿dónde quedan los principios, por ejemplo aquel que dice que la ley debe tratar a todos por igual?, ¿y qué me dicen de ese postulado originario de la izquierda de acabar con los privilegios?, ¿y si mejor, para no simular, de una vez le piden perdón?... Con la alternancia se derrotó al PRI, pero no al priísmo. Prueba de ello es la forma descarada en que Felipe Calderón pretende imponer al presidente del PAN y cómo el origen de la crisis interna del PRD se dio por esa misma intención de Andrés Manuel López Obrador. Y para qué hablamos de los candidatos… El alcalde de Fort Myers, un condado de la Florida, despidió al administrador tras una reunión de regidores en la que por unanimidad se aprobó la medida. La “falta” del administrador, Scott Janke, fue haber contraído nupcias el año pasado con una actriz porno cuyo nombre artístico en Jazella Moore. Se trata de un acto de inadmisible discriminación, pues se acepta explícitamente que el señor Janke realizaba bien su trabajo. Es una pena que en el país que literalmente tiene esculpido en piedra Los Derechos del Hombre se permita castigar a un empleado en razón de su vida privada… Teniendo por pivotes a Giovani dos Santos y a Carlos Vela, campeones del mundo sub 17 en 2005, México aplastó en el segundo tiempo a Estados Unidos para un contundente 5-0 en la final de la Copa de Oro. Una pequeña revancha tras más de una década de no ganarle a los gringos en su país y haber sufrido dolorosas derrotas contra ellos, la más grave en el mundial de Corea-Japón. No es lo mismo, por supuesto, pero para Javier Aguirre y para la afición mexicana se trata de un trago muy dulce que esperemos sirva para ganar al mismo equipo en un partido de vida o muerte el próximo 12 de agosto en el Estadio Azteca. Ahora sí, ¡vámonos al Ángel!…

1 comentario:

Anónimo dijo...

Compa... cuida tu ortografía!!! No me digas que escribes libros si no cuidas eso.