Las elecciones del 5 de julio fueron las más difíciles que haya enfrentado el PRD en su historia. Por una parte, pagó el costo de la implementación de una línea política desastrosa que comenzó con el Plantón de Reforma y que continuó con discursos amenazadores, amagos de violencia, tomas de tribuna, expresiones de odio y resentimiento, ansias de de atrofiar las instituciones y descomponer la vida política del país, lo cual alejó a millones de ciudadanos que nos dieron su confianza en el 2006. Por la otra, un grupo de compañeros trabajó, desde dentro y desde fuera, para la derrota electoral del partido.
De poco sirvió que los órganos de dirección hayan aprobado llevar a cabo una política distinta y que incluso el Congreso Nacional resolviera de manera unánime que se trabajara para llegar a los grandes acuerdos en el Poder Legislativo, cuando su principal figura y ex candidato presidencial, Andrés Manuel López Obrador, llamaba a hacer exactamente lo contrario sin otra legitimidad que votaciones mitineras a mano alzada. Por eso es que los rechazos contra el partido y contra el ex candidato presidencial crecieron de la mano, según consta en todas las encuestas conocidas.
No negamos las fallas que pudieron cometerse durante la campaña y que deberán analizarse con cuidado, ni tampoco los problemas estructurales y las prácticas viciadas que ocurren en el partido y que son reproducidas en mayor o menor medida por los distintos liderazgos y corrientes, pero resulta evidente que lo fundamental de la derrota del PRD está en otra parte, en los excesos inadmisibles de un personaje que hace tres años impulsó a la izquierda hacia su crecimiento y ahora la llevó al despeñadero por no saber como manejar su derrota, aunque ésta fuera ciertamente controvertida y con dudosos resultados..
Nada puede exculpar la labor de zapa ni la desobediencia abierta y pública a los acuerdos mayoritarios del partido por parte de Andrés Manuel López Obrador y de sus incondicionales, mucho menos aún la deslealtad que tuvo hacia el PRD al llamar a votar por otros partidos y alentar la fuga de candidatos. El país desapareció por completo de sus preocupaciones y se avocó a tratar de demostrar que los votos de la izquierda eran fundamentalmente suyos. Más allá de la evidencia de que falló en sus cálculos y que sólo haya servido para constatar lo que ya se sabía -que el conflicto, la división y la confusión provocarían la derrota de todos- con esa actitud reveló su verdadero tamaño. En lugar de disputar la nación, se avocó a enfrentar a Nueva Izquierda en su guerrita particular.
Tan grave como lo anterior fue la inoculación de odio entre compañeros. Para AMLO no puede haber otra posición distinta a la suya que sea legítima. Del pensamiento único brotan los autoritarismos y su “movimiento” no es la excepción. Según su humor, el que discrepa de él es “traidor”, “colaboracionista” o “mafioso”. Con ello hizo que se identificara al enemigo en casa y se diera paso a una lucha fraticida sin cuartel. El clima de linchamiento y persecución inquisitorial de tufo estalinista generado por él regresó a la izquierda a épocas sectarias que se creían ya superadas, al grado cometer el tremendo despropósito de hacer de las elecciones constitucionales recientes una continuación de la disputa interna por la dirección del partido.
Por eso, AMLO decidió apoyar al PRD sólo en donde tiene hegemonía, en el DF y en Tabasco. En el resto de las entidades respaldó al PT y Convergencia. Con ello mostró no sólo que lo único que le interesó fue sacar adelante a los candidatos de su facción sino también que buscó perjudicar a los que no lo eran. Prefirió contribuir al triunfo del PRI y del PAN en los lugares en el que el partido postuló a alguien de una corriente distinta a la suya. De ahí que hasta en bastiones perredistas se haya atrevido a hacer mítines a favor de fuerzas pequeñas, pero que podían ser la diferencia, tal y como en muchos casos sucedió. El enemigo de Andrés Manuel en el 2009 no fue Calderón ni Peña Nieto, no fue ni el PAN ni el PRI, fue la izquierda que no se arrodilla ante el púlpito de la presidencia legítima.
Pero López Obrador no sólo se derrumbó a sí mismo arrastrando a la izquierda que lo apoyó en el 2006. Con ello le abrió el camino al PRI para recuperarse después de su debacle en la elección presidencial. Nadie tenía mejores condiciones para fortalecerse como opción y capitalizar la crisis ante la manifiesta incapacidad de la administración calderonista para hacer frente a los graves problemas nacionales que Andrés Manuel López Obrador. Por desgracia, optó por implementar una política diametralmente opuesta a la que llevó a cabo al frente del PRD y en la jefatura de Gobierno. Los resultados están a la vista. En su bastión, el Distrito Federal, donde se aplicó a pie juntillas su política, el PRD perdió más del 40% de su votación.
Es para reflexionar seriamente que tres años después de que estuvo a punto la izquierda de tener su primer triunfo presidencial, ahora más del 80% de la población haya votado por partidos de derecha no obstante la crisis que está pegando durísimo a las clases populares y medias y que el paradigma neoliberal está en bancarrota. ¿Por qué la gente no volteó a ver al principal opositor y adversario de Felipe Calderón ante los evidentes fracasos de éste, aún cuando Andrés Manuel haya sido el político con más spots de radio y televisión? ¿Por qué los ciudadanos están volteando hacia el pasado autoritario? ¿Por qué la izquierda que entusiasmo a tantos hace tres años ahora perdió la confianza de muchos de ellos?
El PRD está obligado a transformarse para recuperar la credibilidad perdida. Pero eso no lo va a lograr si piensa construir lo nuevo encima de la impunidad y el cinismo. Hemos llegado al punto en el que estamos precisamente por la no aplicación de nuestras normas. Si queremos verdaderamente cambiar empecemos por aplicar el Estatuto sin distingos. La igualdad ante la ley y el fin de los privilegios son preceptos fundacionales de la izquierda, desde que ésta fue nombrada durante la celebración de Los Estados Generales en los albores de la Revolución Francesa. Esto tiene además una significación especial en México, pues este es el país de la impunidad y basta ver a Ulises Ruiz y Mario Marín tan quitados de la pena para tener una pequeña muestra de que para los poderosos no existe la ley. Andrés Manuel López Obrador violó con plena conciencia los Estatutos del PRD y debe ser sancionado, como se hizo con más de mil quinientos militantes. La excepción ofende a todos.
Se habla de no cumplir la ley en pos de un acuerdo que le regresé al PRD la unidad perdida. Pero para que haya acuerdo se necesitan dos y hasta la fecha nadie sabe a qué se compromete Andrés Manuel López Obrador, el principal causante de la división en el PRD. ¿Qué garantía hay de que ahora si va a respetar las resoluciones de los órganos de dirección? ¿O de qué no va a apoyar a candidatos de otros partidos en las elecciones locales del próximo año? ¿O de perdida de que no va imponer por sobre las decisiones del Grupo Parlamentario la toma de tribunas? Se le ofrece la impunidad, que siempre es perversa, a cambio de nada.
En lugar de engañarnos con una falsa unidad que no pasa de ser un buen deseo, el PRD debe construirla bajo el principio del cumplimiento de la legalidad y de compartir un programa, una línea política y una propuesta organizativa. Andrés Manuel debe ser sancionado con la cancelación de su afiliación, tal y como dice el Estatuto. Si de verdad quiere seguir en el PRD que pida su reafiliación como cualquier otro compañero y dé muestras de que no va a repetir la historia.
Una cosa es segura: más vale renunciar a la fuerza que todavía conserva AMLO a seguir en la esquizofrenia y la convivencia salvaje que hoy priva en el partido. Con Andrés o sin Andrés el modelo organizativo ya está agotado. La diversidad de las izquierdas requiere de un nuevo modelo de partido que reconozca la necesidad de otorgar mayor autonomía a sus corrientes de pensamiento. Por eso consideramos que la única forma de darle viabilidad al PRD en estos momentos es que se transforme en un Partido-Frente, cuyas partes converjan en las elecciones, pero en donde cada una de ellas aplique su propia política.
Es imperativo discutir la política de alianzas de cara a las elecciones del próximo año. Para vencer a gobernadores como Ulises Ruiz o Mario Marín y evitar que éstos hereden el cargo resulta evidente la necesidad de buscar alianzas con toda la oposición. Es decir, construir coaliciones con el PAN en esos estados. Aunque sean en una fecha posterior, ese mismo razonamiento se puede hacer para enfrentar al Yunque en los estados de Jalisco y Guanajuato.
También habrá que valorar la pertinencia de mantener el desconocimiento al gobierno de Felipe Calderón cuando todos nuestros gobernadores se han reunido con él, los legisladores de todas las corrientes interactúan cotidianamente con el gabinete, y la Dirección Política Nacional del partido por acuerdo unánime se reunió con el Secretario de Gobernación en Bucareli. En lugar de simular, sería importante establecer reglas y criterios para que esa relación que en los hechos se da sea transparente, con agenda y objetivos claros y termine siendo productiva para los ciudadanos.
Para volver a hacer empatía con la sociedad y ser una izquierda que entusiasme es indispensable que el PRD recupere su ímpetu reformador. Para ello debe cumplir con su programa donde gobierna y ser una oposición firme, crítica y propositiva que impulse los cambios en los demás lugares. Nuestros gobiernos son la mejor vitrina que tenemos y hechos lamentables e indefendibles como la razia contra los jóvenes que originó la tragedia del News Divine nos golpearon fuertemente en la credibilidad. El Congreso Nacional es la oportunidad que tenemos para revisarlo todo. Quizás, la última
¡Democracia ya, Patria para todos!
NUEVA IZQUIERDA SOCIALDEMÓCRATA
1 comentario:
No creo que Andrés Manuel sea el único factor culpable de la desgracia del 5 de julio. También lo es el egoísmo de gente como tú que solo pelea por objetivos personales y no por objetivos partidarios.
Insisto por qué en lugar de estar haciendo cartitas y acusar al próximo se ponen a trabajar y a ganar votos por el PRD!
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