miércoles, 3 de junio de 2009

¿VOTAR O NO VOTAR?

Fernando Belaunzarán


En México apostar a la abstención es jugar con cartas marcadas. Baste decir que en una elección competida que despertó gran interés como la del 2006 el abstencionismo llegó al 41%. No se diga en las elecciones intermedias donde sólo se eligen -salvo en los estados con comicios concurrentes- diputados federales; en la más reciente con esas características, la del 2003, no votó el 58% del padrón. Es verdad que la imagen pública de los legisladores es poco halagadora, pero también lo es que así la han tenido siempre. Por diversas causas, los avances democráticos no otorgaron a los representantes populares el valor social que les correspondería por volverse actores protagónicos de la vida pública tras décadas de “levantar el dedo” a capricho presidencial y se ha abierto paso un preocupante desengaño y decepción por la democracia que en estricto sentido no hemos vivido, por lo menos no a plenitud. Sin embargo, el proceso electoral en curso tiene algunos ingredientes particulares que le dan al dilema de votar o no votar un cariz novedoso.

Aunque siempre ha habido quien promueva la abstención, en esta ocasión, además de los grupos radicalizados de la izquierda revolucionaria que denuestan la vía electoral, lo hacen actores públicos, personajes de la sociedad política que han decidido darle una sacudida al sistema en el que juegan un rol y, por lo mismo, del que forman parte. Sabiendo el resultado de antemano, buscan sacar ventaja de la constatación del desprestigio político del régimen que, a falta de una conceptualización más trabajada e instalados en la propaganda, definen como “partidocracia”. De manera paradójica llaman a no votar o a anular el sufragio como si se tratara de una postura moral, de un acto de rebeldía cívica y responsabilidad social, ocultando el juego político del que se busca obtener ventajas. Por ello no aclaran a dónde quieren llegar, qué sigue después de constatar la poca credibilidad que goza el Poder Legislativo para los mexicanos y cuál consideran que es la salida al problema de la legitimidad y funcionalidad del sistema político que en efecto existe. En todo esto hay un fuerte olor a ajuste de cuentas.

México no puede prolongar mucho la permanencia del régimen híbrido que hoy sufre como consecuencia de una transición inconclusa y poco coherente. Lo que tenemos es una mixtura contradictoria e ineficaz que ha mediatizado los avances democráticos con cacicazgos estatales, con prácticas del autoritarismo añejo, con atavismos del presidencialismo, con la carencia de una cultura democrática extendida y consolidada, con el mantenimiento de la corrupción como práctica institucionalizada, y con la prominencia de intereses económicos y políticos de importantes poderes fácticos. En este contexto, debilitar aún más el sistema de partidos no puede si no exacerbar la descomposición política y alentar ánimos rupturistas en vez de reencauzar institucionalmente el proceso democratizador. Es jugar al aprendiz de brujo.

No digo que no haya razones para expresar el malestar social frente al sistema político sino simplemente que éste, en lugar de llevar a fortalecer la opción de la regresión autoritaria, debe buscar destrabar la transición democrática y así no correr el riesgo de repetir experiencias como las que le abrieron el paso a Fujimori en Perú y a Bucaram en Ecuador –también es el caso, aunque su caracterización sea más polémica, de Chavez en Venezuela y Uribe en Colombia- que, recordemos, se dieron en medio del descrédito de toda la clase política. Ahí quedó demostrado que no hay peor política que la que hace el que se jacta de no ser político. Sale peor el remedio que la enfermedad.

Por otra parte me parece ingenuo que alguien pueda pensar que puede controlar a todas las fuerzas desatadas en caso de una ruptura del sistema político -ilusión obradorista que por lo visto comparten otros actores. En lugar de jugar con fuego, lo que se debiera propiciar es un gran acuerdo para reformar el régimen a través de las instituciones y eso no se va a lograr si a éstas se les sigue debilitando. No se trata sólo del absurdo de quienes piensen asumirse como voceros de los abstencionistas o de los que anulen su voto –que en el 2006 rebasaron el millón de personas- sino de cómo impulsar grandes acuerdos de la sociedad política que contribuyan a entusiasmar a los electores y se haga evidente la importancia del sufragio en comicios venideros.

Además, al fomentar el abstencionismo se facilita el triunfo de los que tienen mayor capacidad de movilizar aparatos y se premia al clientelismo, favoreciendo con ello el triunfo de perfiles bajos y la consecuente mediocridad legislativa que cuestionan. Entiendo que el centro del argumento abstencionista es no encontrar alicientes para el voto, para optar por uno u otro partido. Pero esa posición se basa en un análisis poco objetivo si bien resultan innegables carencias, limitaciones y excesos de no pocos representantes populares. La actual legislatura tuvo éxitos notorios aunque mediáticamente hayan sido disminuidos o tergiversados. La campaña contra la reputación de los legisladores se acrecentó por la reforma electoral que aprobaron y que en mi opinión es un avance en la equidad de las campañas, en la reducción de sus costos y en el control del dinero que se utiliza en ellas. En lugar de contribuir al linchamiento, haríamos bien en propiciar balances exhaustivos de la labor de las legislaturas para colocar las cosas en sus términos.

A pesar de sus conflictos internos y de sus contradicciones no resueltas, votar por el PRD es votar por culminar la transición a la democracia. Andrés Manuel López Obrador decidió apoyar otras opciones y se encuentra entrampado ante el problema de que su discurso y permanente ataque contra las instituciones democráticas, su rechazo a la reforma electoral y al cambio de integrantes del IFE, así como su estrategia por propiciar la descomposición política del régimen, llevan a la ineludible conclusión de la abstención mientras que su bolsillo lo impele a la ardua tarea de luchar por mantener el registro y, muy importante, las prerrogativas de dos partidos pequeños. En cambio el perredismo tiene la oportunidad de sacudirse las posiciones conservadoras que diluían su programa en razón de caminar detrás del hombre carismático que reproducía los vicios del presidencialismo y que sin ninguna pena sacrificaba principios y valores en aras de acuerdos pragmáticos, como los que tuvieron congelada por un sexenio la Ley de Sociedades en Convivencia en el DF.

Ante la profundidad de la crisis económica y lo incierto de sus secuelas, la fuerza del crimen organizado y el desgaste del sistema político, lo único responsable es impulsar el gran acuerdo nacional pendiente que haga funcional la democracia mexicana tras la elección, por lo que resulta conveniente fortalecer electoralmente a la opción reformadora. Pensar que se puede poner de rodillas a la clase política y responder adecuadamente como Estado a los graves problemas nacionales es tan iluso como el sueño de que del derrumbe surgirá cual Ave Fénix el “Salvador de México”. O se apuesta por la salida convenida para la instauración de un nuevo régimen o se manda a cada quien a su trinchera, recrudeciendo la confrontación de aquí al 2012. No hay más.


De paso.

Cómo no te voy a querer. Pumas es merecido campeón del fútbol mexicano. A pesar de que la final se fue a tiempos extras, Universidad fue claramente superior en los dos partidos. ¡Goya!... No hay mejor muestra del carácter electorero del operativo en Michoacán que tras más de seis meses que dicen que investigaron no presentaron pruebas para consignar a ninguno de los 30 detenidos. A todos ellos los arraigaron y tienen 40 días prorrogables por otro tanto para conseguir las pruebas que les faltan. Después de las elecciones vendrán los “usted disculpe”… Al mandar al diablo en Zongolica no a las instituciones sino a los militantes perredistas que todavía creen en él, AMLO volvió a demostrar que sólo hay tres cosas que le importan en la vida: él, él y él…

1 comentario:

ROMA dijo...

EL VOTO ES UNA INSTITUCION QUE SE HA CREADO A TRAVES DE LA HISTORIA, EL CUAL HA LLEVADO UN LARGO Y DIFICIL CAMINO QUE HA RECORRIDO EL PROCESO ELECTORAL, HASTA LA FECHA.

POR LO TANTO, EL NO VOTAR SIGNIFICA QUE NO SOLO SE CASTIGA A LOS PARTIDOS POLITICOS SINO A LA SOCIEDAD EN GENERAL.

EL VOTO ES UNA FORMA DE PARTICIPACION POLITICA DE LA CIUDADANIA QUE SE ENCUENTRA PLENAMENTE RECONOCIDO EN EL ARTÍCULO 35 DE NUESTRA CONSTITUCION Y QUE ,POR LO TANTO, EL ESTADO HA CREADO ORGANOS JURIDICO-ADMINISTRATIVOS ENCARGADOS DE LLEVAR A CABO LOS PROCESOS, EN LOS CUALES TODOS ELEGIMOS A NUESTROS REPRESENTANTES.

ENTONCES ESAS SEUDOORGANIZACIONES CIVILES QUE INCITAN A NO VOTAR, SON RETROGADAS DE LA POLITICA Y LA HISTORIA, CONVIRTIENDOSE EN MANO NEGRA DE LOS INTERESES DE LOS GRUPOS OLIGARQUICOS QUE DEFIENDEN SU ECONOMIA Y PODER Y NO A LA DEMOCRACIA MISMA.