miércoles, 10 de junio de 2009

¿QUIÉN GANA CON EL VOTO EN BLANCO?

Fernando Belaunzarán


El qué hacer con el voto -y no por quién votar- es el verdadero debate de la elección del 2009. A contrapelo de las enervadas descalificaciones que desde todos los colores y matices del espectro político e intelectual del país le han recetado a los promotores de la anulación del voto, reconozco la legitimidad y legalidad de dejar en blanco o tachar toda la boleta si así lo decide el elector aún cuando eso signifique desperdiciar el sufragio en virtud de que su contabilización no altera jurídicamente el resultado. Pero que sea legal y legítimo, que se tenga el derecho de hacerlo, no niega la posibilidad de discutir sobre su pertinencia, máxime cuando ya se mira la larga fila de pescadores que ven el río revuelto del descontento contra el sistema como una oportunidad, esa sí no tan legítima, de aprovechar la ocasión.

Es verdad que el malestar con el sistema político es tan antiguo como el sistema mismo, pero en este momento lo que se está expresando es el desengaño del proceso democratizador que tuvo como momento cumbre la alternancia en el año 2000. La transición no ha cumplido con las expectativas sociales, el régimen se distingue por su ineficiencia y el desprestigio de los políticos no es del todo inmerecido aunque mal haríamos en negar campañas orquestadas para hacer escarnio fundamentalmente de partidos y legisladores, así como de indiferencia frente a lo que se hace bien. El autoritarismo, la impunidad y la corrupción siguen siendo la marca del híbrido que tenemos por régimen. Fox desperdició la oportunidad que significó la alternancia y ensució a las instituciones al utilizarlas como pantalla de una operación para deshacerse de su principal opositor y el traumático desenlace de la elección del 2006 les dejó una profunda herida en su legitimidad. El recuento de los votos hubiera podido resarcir los daños y darle una salida pactada a la crisis, pero las autoridades electorales no estuvieron a la altura. .

La reforma electoral y los cambios de Consejeros del IFE fueron un buen intento para que las instituciones democráticas recobraran su credibilidad perdida, pero esa posibilidad no llegó a buen puerto porque el principal destinatario de esos cambios que atendían los agravios de la sucesión presidencial reciente no sólo no quiso avalarlos sino que hasta los boicoteó. Me refiero por supuesto a Andrés Manuel López Obrador que en un hecho insólito coincidió con muchos de los que ubica como parte de “la mafia”: las televisoras, el Consejo Coordinador Empresarial y algunos intelectuales que llegaron al desfiguro de pretender hacer de Ugalde mártir de la democracia. El favorecido hizo causa común con los que vieron afectados sus intereses.

La razón del desacuerdo de AMLO no era porque se tratara de una mala reforma o que ésta pudiera considerarse light –estaba hecha a su medida y la reacción de los medios electrónicos fu implacable- sino porque no quería reforma alguna, pues pensaba y piensa que cualquier cambio trascendente que se logre ayuda a la legitimación de un gobierno al que quiere colapsar. Por eso es que ahora, en sus giras de apoyo a las campañas, no hace una sola propuesta legislativa y se limita a decir que los diputados deben impedir la aprobación de propuestas “contrarias al pueblo” tomando tribunas, lo cual puede hacer muy bien cualquier porro semiletrado que se exprese con monosílabos. Su propuesta es pobre y sólo puede entusiasmar a los fanáticos: votar para bloquear. No hay duda, lo que quiere es contribuir a la descomposición del sistema, no a que éste se dé una salida acordada e institucional.

Tras años de denuestos a todas las instituciones con su respectiva mandada al diablo, de ataque al Poder Legislativo cuando éste discutía algún tema de relevancia –recordemos la declaración de AMLO de que descansaba cuando terminaba el periodo ordinario de sesiones- y de reiteración incansable de que hubo fraude electoral en el 2006 resulta natural que muchos de los seguidores obradoristas no tengan ganas de participar o quieran manifestar su repudio al sistema con la anulación del voto. Sin embargo, en algo que no encuentro mejor calificativo que vizarro, el que estuvo a punto de ser presidente de la república tiene ahora como principal objetivo mantener las prerrogativas de dos partido pequeños y por ello necesita que su gente vote. De ahí sus declaraciones estridentes para que no haya ni abstención ni anulación. En el exceso califica de mafiosos –qué original- a todos los que están promoviendo el voto nulo con lo que se lleva injustamente de corbata a no pocos de sus fieles y a muchas personas que de buena fe e incluso por convicción moral sostienen ese tipo de protesta.

Por supuesto, el grupo de los indignados por el resultado no constatado del 2006 sólo es una vertiente -y quizás no sea la principal- de los promoventes del voto en blanco. Hay de todo. En la multiplicidad ni siquiera existe un acuerdo para impulsar la abstención, el voto en blanco, la consigna en la boleta, el tachar a todos, el escribir el nombre de algún personaje real o ficticio. Las razones del desengaño también son múltiples. Incluso hay quienes sostienen que el descontento es producto de la nueva reforma electoral como si la población en efecto quisiera que se pagara la propaganda electoral. Claro, lo esconden mediante el camino fácil de poner en el banquillo a los partidos. Sólo un sentimiento de revancha visceral explica la demanda de desaparecer las candidaturas plurinominales. La calidad de los legisladores, la presencia de los programas partidarios y la posibilidad de que las fuerzas minoritarias tengan representación en el Congreso dependen de ellas (¿el 10, 15, 20 o 25 % de los mexicanos no merecen tener voz en las cámaras?). Pero viene lo más grave y lo que nos lleva, después de un indispensable rodeo, al tema del presente artículo. La protesta le pega al Congreso y eso sólo puede llevar al fortalecimiento del poder presidencial. Volver al futuro.

La transición se estancó precisamente por dos carencias: no se ha desconcentrado el poder, al menos no en las entidades de la república y las instituciones no tienen la fuerza para sobreponerse a los poderes fácticos. Por eso tenemos lo que AMLO definió con tino como “República simulada”. El país requiere de contrapesos funcionales, no de autoritarismos generadores de corrupción e impunidad. Golpear la legitimidad de los legisladores abre la puerta a salidas de excepción. No olvidemos que Fujimori disolvió el Congreso precisamente para encumbrarse. Los autoritarismos, desde el fascismo hasta el “socialismo real” han surgido del ataque al parlamento. Además, la democracia merece una oportunidad que no se le ha dado en realidad.

De manera inmediata ganan los gobernadores con el voto nulo. Son los que tienen mayor capacidad de movilizar votantes a la urna y entre menos participación mejor para ellos. De manera indirecta el triunfo es de los rupturistas, de los que piensan que este sistema ya no es reformable por dentro. Y es que políticamente se acentuaría la descomposición. Ya verán como sobrarán los intérpretes del descontento y sin duda que los poderes fácticos tendrán instrumentos idóneos para que sus intereses sean asumidos como parte de la “agenda mínima de transformación”. Entonces se cumplirían las máximas de que “nadie sabe para quién trabaja” y “el camino del infierno está lleno de buenas intenciones”. Lo digo con claridad: el resultado de ese legítimo recurso a la protesta, al anular la boleta, puede ser muy lejano a las ideas de quienes lo promovieron y, peor aún, de los que lo practicaron.

En efecto, muchos han planteado expresar su malestar contra todo el sistema, pero no fortalecer al presidente al pegarle al contrapeso institucional más importante de éste. Otros han denunciado las deficiencias de la democracia mexicana para acicatear su profundización, pero de ninguna manera abrir una vía a la restauración autoritaria. Otros más quieren acabar con la partidocracia, pero nada más alejado de su pensamiento que poner a la telecracia en su lugar. La transformación es vital e impostergable, pero en lugar de jugar al aprendiz del brujo y apostar por la ruptura del sistema pensando que luego se podrá administrar la crisis, lo que es una irresponsabilidad mayúscula que pone en riesgo todos los avances democráticos logrados hasta ahora, se debiera construir una ruta de acuerdo entre todas las fuerzas que retome la reforma del Estado que posibilite, entre otras cosas, las candidaturas independientes y, muy importante, construya un sistema capaz y eficaz para enfrentar con éxito los grandes problemas del país. Porfirio Díaz sabía lo que decía cuando afirmó que lo difícil es volver a guardar al tigre.

El problema que yo le veo a la anulación es que se plantea en términos de desahogo personal y no como una estrategia política que debiera tener tiempos, metas y medios definidos, como si uno cumpliera con el simple hecho de expresar su opinión sin quedarse a reflexionar sobre las consecuencias. Es tan heterogéneo el movimiento que no puede haber una agrupación que lo abarque en su totalidad y sólo las posiciones que tengan cobertura en lo que se llama la sociedad política podrán prevalecer. El problema no es que sea estéril sino que haya quienes quieran adulterarlo. Por eso es que le aconsejaría, estimado lector, votar, y si quiere destrabar la transición a la democracia a votar por el PRD. Pero si de plano eso no le convence y no quiere saber nada de nadie y ya decidió no apoyar a ningún candidato de cualquiera de las elecciones entonces mejor no vaya a las urnas porque es obvio que van a manipular su voluntad después de depositarla. De cualquier manera la decisión es suya y debemos respetarla.


De paso…

Tragedia. No hay palabras para expresar el sentimiento de desazón, impotencia, indignación y dolor que provoca la terrible desgracia ocurrida en una guardería en Hermosillo, Sonora. La magnitud de la tragedia no se agota en las 42 vidas de niños perdidas y en las decenas de heridos por quemaduras. En el colmo del cinismo obtuso llaman a “no politizar” la tragedia como si aquí y en China un acontecimiento como este pudiera ser no político. ¡Al diablo con pruritos estúpidos! Se debe explicar con transparencia y veracidad a lo sonorenses y al conjunto de los mexicanos sobre las circunstancias del incendio, las condiciones en que trabajaba la guardería, y aclarar si hubo negligencia y corrupción con los permisos otorgados para la operación de la guardería. El luto no puede ser barrera para la impunidad, menos aún en un acontecimiento de este tamaño… Más de ciento cincuenta académicos de la Facultad de Filosofía reclaman el regreso del Auditorio Che Guevara a la comunidad universitaria. Me uno a ese llamado de manera total. Ese auditorio ha sido hiustóricamente el espacio privilegiado de encuentro entre la universidad y la sociedad. Ahí estuvo Julio Cortazar, Gunter Grass, José Saramago; ahí nos hablaron personajes como Lula, Heberto Castillo, José Revueltas, Cuauhtémoc Cárdenas, Samuel Ruíz, Salvador Nava, Adolfo Sánchez Vázquez, Luis Villoro, entre muchos otros; ahí se discutían en el CNH, CEU, CGH, ahí se dio el diálogo público entre las autorices y el movimiento estudiantil en 1987, ahí se recibió a los presos políticos del 68; ahí se hacía teatro, se proyectaba cine, se leía poesía, se hacían conciertos, en eventos abiertos para todo el público. El Che Guevara fue privatizado por unos provocadores que ahora lo utilizan de condominio. Se debe, por supuesto, agotar la negociación, pero no puede haber duda en que el auditorio debe regresarse a los universitarios. No por el narcomenudeo, sino ante todo por una necesidad cultural… La selección mexicana vive momentos aciagos. Debe ganar todos sus partidos como local y rescatar puntos en los dos juegos que le quedan de visitante para pasar al mundial. Javier Aguirre debe sentirse como Felipe Calderón ante la crisis…

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