Fernando Belaunzarán
Ocho años después la historia se repite. Señal de que los que deciden en el futbol mexicano no aprendieron las lecciones. Tras la sufrida clasificación al Mundial Japón-Corea del 2002 se habló de la necesidad de terminar con improvisaciones, ocurrencias y caprichos; que a partir de ese momento predominaría la planeación, la continuidad, el trabajo sistemático desde las categorías menores, y que el trabajo de selección nacional tendría prioridad, de tal suerte que el torneo local lejos de interferir coadyuvaría en todo para cumplir con los requerimientos y las necesidades del seleccionado. Sin embargo, después de tener sólo un técnico por cuatro años que pudo culminar el proceso con un papel decoroso –bueno, pero no excepcional- en el último Mundial, se acaba de contratar al tercer entrenador de la presente etapa, en un contexto de fracaso tras fracaso en todas las categorías. Por eso, aunque nadie dude de la capacidad de El Vasco Aguirre y, dadas las condiciones, su llegada se considere como una medida acertada, lo cierto es que ha quedado en evidencia la errática conducción de la selección que, esperemos, no se convierta en tragedia.
Regresa Javier Aguirre con la misión de repetir la proeza de calificar a México al Mundial. Es verdad que ahora la situación está menos comprometida que en aquella ocasión, pues aún faltan siente juegos -21 puntos posibles- y existe la enorme ventaja de que pasan tres de seis, pero después de las desastrosas actuaciones que ha tenido el equipo mexicano en Estados Unidos y Honduras nadie debiera confiarse. Y es que no sólo es lo mal que se han visto jugadores triunfadores en Europa como Rafael Marquez, Carlos Salcido, Pavel Pardo, Ricardo Osaorio –Andrés Guardado es la excepción- y no digamos a los que todavía les falta por madurar allá como Giovanni do Santos y Carlos Vela, o que los naturalizados no hayan dado lo que se espera de ellos, al igual que los que muestran semana a semana su calidad en el torneo local, o que se note la falta de idea futbolística, no predomine el juego de conjunto y sea casi nula la capacidad para generar peligro en la meta contraria sino que también es evidente, por más que el nacionalismo demagógico lo niegue y sea políticamente incorrecto aceptarlo, que las distancias se han acortado y que se puede perder con cualquiera del área, sobre todo de visitante.
Claro, no se entiende cómo es posible que jugadores experimentados que están acostumbrados a jugar en estadios hostiles con decenas de miles de fanáticos en su contra bajen tanto de nivel y les haga de esa manera mella la presión en cancha ajena. No puede ser que sólo en el Estadio Azteca puedan rendir como saben hacerlo. Sin duda que el aspecto psicológico debe trabajarse para que se desenvuelvan con confianza y no parezca que los que jugaron el miércoles en Honduras son impostores de los que dieron un baile a Costa Rica apenas cuatro días antes.
La impunidad que priva en el país se traslada al futbol. A los directivos, que son los verdaderos responsables, no les pasará nada. Como si México fuera uno de esos países del Golfo Pérsico que acaban de descubrir el futbol y no saben en qué gastar sus petrodólares, decidieron traer a un técnico de mucho renombre y cartel, pero que no conocía el medio, ni a los jugadores, ¡vaya!, ni el idioma. Actuaron como jeques caprichosos a los que ninguna extravagancia les parece excesiva e inaccesible. Parece que Sven-Goran Eriksson puso empeño, conocimiento y capacidad, que sin duda tiene, pero al final de cuentas fue un experimento innecesario que merecía terminar como terminó. Por querer verse cosmopolitas, los directivos actuaron como nuevos ricos, incapaces de reconocer lo que tienen en casa y sin percatarse de que se dirigían derechito a cometer los mismos viejos errores. Nada más tenían que voltear al equipo América para darse cuenta de que el tamaño de la cartera no es garantía de éxito, que las contrataciones espectaculares si no hay una idea rectora y sistémica en la que encajen es puro derroche. Lo grave no sólo es el derroche en millones de dólares que resulta insultante para un país con tantas desigualdades en tiempos de crisis sino la inconsistencia, el empezar siempre de cero, el tirar al niño con el agua sucia, la falta absoluta de visión estratégica, el perder lo que se ha logrado al día siguiente. En 2005 fuimos campeones mundiales sub 17 y ¿qué quedó? Está visto, los directivos son los únicos que tienen el derecho a equivocarse.
Eso sí, con el agua en el cuello decidieron bien. Javier Aguirre, no obstante su reciente tropiezo en España, después de mantener en primera al Osasuna, llevarlo por primera vez en su historia a un campeonato europeo y regresar al Atlético de Madrid a la Liga de Campeones de Europa, es un muy buen entrenador que ya demostró que puede hacerlo bien en circunstancias apremiantes. Además, hizo una excelente primera ronda en el Mundial Corea-Japón 2002 -dos victorias y un empate-, consiguiendo el primer lugar de grupo. En aquella ocasión México dio un partido excepcional contra Italia, el cual mereció ganar. Jared Borgetti anotó un poema de gol, extraordinario remate de cabeza hacia atrás frente a la marca estrecha del crack italiano y símbolo del Milán, Paolo Maldini. Por desgracia, faltando cinco minutos para el final del partido, el popular jugador de la Juventud de Turín, Alessandro Del Piero, consiguió el inmerecido empate. Claro, peor que eso fue que la selección pasó de lo sublime a lo ridículo y perdió jugando pésimo con quien no se podía perder: Estados Unidos. Malos recuerdos. Menos mal que el futbol da revanchas y ojalá El Vasco consiga la suya para beneplácito de los mexicanos.
De paso…
Almaraz. Nada muestra mejor la enfermedad del sistema político mexicano que el exceso, que el predominio de la desmesura. Hay una sed inagotable y enferma de escándalo, de deseo de utilizarlo sin ningún escrúpulo ni miramiento, buscando obtener ventajas o saldar cuentas pendientes. Con ello se reitera en la sociedad la convicción de que la política es el imperio de la corrupción y la desvergüenza. Indolencia ante la enfermedad, autismo de los que se pelean por un cuarto sin caer en cuenta que la casa está a punto de derrumbarse. Poner las cosas en su justa dimensión parece imposible. En la guerra todo y todos se tornan instrumentos de los contendientes. La luz es el escenario controlado desde las sombras. Un dirigente político que es acusado de cometer delitos debe ser procesado de acuerdo a derecho y recibir la sentencia que merezca y punto, tal y como debe suceder con empresarios, profesionistas, deportistas, comerciantes, periodistas, pilotos, sacerdotes, militares, choferes, desempleados, amas de casa, banqueros, etc. No debe haber impunidad para nadie, pero tampoco debe darse uso político y faccioso a la procuración de justicia. El manejo que se está haciendo de este tipo de asuntos es claramente electoral y quienes lo llevan a cabo no caen en cuenta de que, al margen de las ventajas que obtenga el partido en el gobierno en las urnas, este manejo político está prefigurando las batallas que vendrán en un contexto de gran incertidumbre política, económica y social en el país. Por ganar el 5 de julio se olvidan de los tres años que vendrán después. Esa apuesta por la ingobernabilidad es la peor de las irresponsabilidades. Miguel Ángel Almaraz debe responder a las acusaciones que se le hacen y la autoridad debe acreditar no sólo lo del robo de combustible sino también lo de la vinculación con los Zetas que filtró a los medios, pero que hasta el momento no ha proporcionado prueba alguna y que sin embargo sirvió para hacer más estridente el golpe mediático. Tengo la impresión de que se trata de un hecho lamentable que involucra a un dirigente político del PRD y que ese sólo hecho obliga a este partido a revisar sus mecanismos de control, incluso si llegara a salir exonerado; pero también tengo la impresión de que se le subieron el tono al asunto y se administraron los tiempos para cuasar mayor daño y que sólo están preparando el terreno para presas más grandes. La utilización político-electoral de la lucha contra el narco va a terminar sacrificando lo que debe ser una política de Estado que unifique al país y, por el contrario, la volverá un elemento que enrarezca aún más el clima político. Almaraz era miembro de Nueva Izquierda y, por supuesto, lo acontecido obliga a sus miembros a hacer una reflexión y revisar sus mecanismos de control; sin embargo, como fue presidente del partido en Tamaulipas el tema sobrepasa a una corriente y es de todo el PRD, por lo que institucionalmente, en su momento, debe discutirse el asunto para que se tomen medidas que eviten, en la medida de lo posible, que el asunto se repita… Leonel Cota fue un buen gobernador de Baja California Sur. Como presidente del PRD es difícil decir lo mismo. Primero porque no conocía al partido cuando llegó –tampoco cuando se fue, nunca le interesó-; segundo porque no se hallaba en un espacio en el que se está obligado a escuchar, dialogar, hacer negociaciones multilaterales, tener paciencia, acercar posiciones y acordar en medio de un jaloneo permanente cuando él estaba acostumbrado a mandar y ser obedecido; y tercero porque en todo momento creyó que su función era ser operador de quien lo puso en el cargo, es decir, de Andrés Manuel López Obrador, al que siempre le fue leal, incluso cuando lo maltrató al imponer a Porfirio Muñoz Ledo al frente del FAP haciéndolo aún lado de manera grosera y humillante. En el Comité Ejecutivo Nacional, bronco e intempestivo, estallaba de cuando en cuando y se ponía colorado como jitomate para intercambiar acusaciones a gritos, pero hay que reconocerle que siempre fue institucional y aceptó las decisiones de la mayoría. Su política de comunicación fue desastrosa y el PRD pagó altos costos por la manga ancha que le otorgó al antihéroe Noroña que cada vez que salía a escena reducía puntos porcentuales al partido y aumentaba el rechazo entre los ciudadanos. En cambio la parte administrativa fue buena y se pudo hacer frente de manera eficiente y responsable a la deuda sin sacrificar el trabajo político. Si se equivocó al nombrar a Noroña acertó sin duda al poner a José Borges al frente de las finanzas. Fue más bien un presidente ausente que le gustaba desentenderse de los asuntos partidarios, que le parecían tediosos, y refugiarse en su rancho a la menor oportunidad. Llegó a pensar genuinamente que él podía ser el fiel de la balanza entre las corrientes y convertirse en factor de unidad. Al final de su mandato sirvió a la política golpista del obradorismo que pretendió imponer presidente, evitando el cómputo y tratando de que la elección se decidiera ante el oráculo de unas encuestas con datos inventados. Nunca mostró si quiera un atisbo de independencia frente a AMLO, aunque después de terminar reconoció en una entrevista que éste cometió graves errores en el 2006, principalmente hacer a un lado al partido en la estructura electoral y cerrar las puertas a alianzas importantes. Con la intención de ayudar a su hermana, presidenta municipal de la Paz, a ganar la gubernatura de su estado en un par de años quiso ser diputado federal por mayoría, pero en un acuerdo local con anuencia de la dirección nacional se le canalizó a la lista plurinominal. En razón de que se encarecieron los espacios, que no es miembro orgánico de ninguna de las corrientes fuertes, que no genera consenso y que no se le considera un político excepcional no le fue posible encabezar la lista de la circunscripción uno. Decidió rechazar el numero tres que se le propuso -el dos tenía que ser mujer. Sumido en cólera, hablando por la herida, despotricó a su estilo y cuando surgió la detención de Almaraz quiso cobrarse de manera irresponsable, ruin y visceral –se anoroñó, pues-- lo que considera una afrenta en su contra sin caer en la cuenta de que terminó escupiendo al cielo. Fuera de toda ecuanimidad señaló a Jesús Ortega y Jesús Zambrano de proteger al ex presidente del PRD en Tamaulipas porque, dijo, las acusaciones que se le hacen ahora eran “vox populi” y, según dice, quiso separarlo del partido, pero los chuchos no lo dejaron por ser de su corriente. Alegó que puso el tema en el Comité Ejecutivo Nacional –yo no me acuerdo-, que estuvo con Zambrano en un Consejo Estatal inexistente, y también que hizo consultas a las procuradurías, estatal y general de la república, pero que éstas no confirmaron las versiones. Dejando a un lado la contradicción de que quiso actuar contra Almaraz, pero que las instituciones a las que acudió no le dieron elementos para ello, Cota no cayó en cuenta de que al afirmar que él tenía por buenos los señalamientos que contra el dirigente tamaulipeco se hacían cuando presidió el partido, dejó al descubierto, en el mejor de los casos, también su negligencia y omisión, pues algo tan grave lo obligaba a actuar más allá de comentarlo, si es que en verdad lo hizo, en la dirección nacional y cerrar el expediente. Fue una confesión de inutilidad inconcebible. Y además, resulta de pésimo gusto que alguien que dirigió al partido se preste a golpearlo y todo porque no quedó en una lista. Por lo visto, perder una pluri puede llevar también a perder la razón… Vino Eduardo Galeano, el de la prosa, intensa, incisiva, elocuente, prometeica, contundente. El mismo que cuando habla de política, de historia o de futbol, convence y conmueve. El intelectual comprometido que deja el cerebro y el corazón en cada una de sus líneas, que junto a la penetrante lucidez hace sentir su pasión, anhelos, sueños, dolores, cargas, cuentas pendientes. El que ha hecho de su vida palpitante una intensa lucha por la justicia, libertad, democracia y dignidad de los pueblos latinoamericanos. Cuéntenme entre sus lectores y, por supuesto, entre sus deudores…
1 comentario:
Hereje amigo,puntilloso y ceretro en tus comentarios...vivimos también el enorme berrinche, lleno de sobervia de Leonel y tres compañeras que lo escudaban. En política siempre hay que ser humildes y actitudes como esa no contribuyen a la unidad y a un futuro promisorio para el PRD, que si se hunde, nos hundimos todos y el país sin duda pierde. Un abrazo.
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