Jesús Ortega asumirá el cargo por el cual se ha preparado desde hace más de una década, pero lo hará en condiciones mucho más complicadas y difíciles que las que él, o cualquiera, hubiera esperado. “El efecto Andrés” que catapultó al PRD en 2006 ya no existe y, según diversas encuestas, el partido regresó a su voto duro con el agravante de un incremento sustancial en el rechazo ciudadano debido a las formas de resistencia civil adoptadas tras la elección presidencial. Además, algunos de los mismos intereses que buscaron a toda costa impedir su triunfo ahora conspiran para provocar su fracaso con el cálculo de luego medrar con la crisis que ellos mismos quieren propiciar, e incluso hay quienes llegan al descaro de llamar al voto de castigo, no contra el PAN y el PRI sino contra el partido más fuerte de la izquierda, según esto –nótese el dislate- para combatir a la derecha. Y así, a pesar de todo, a pesar de los momios en contra, se ve a Ortega entusiasmado y con ganas de tomar la apuesta sin quejarse y sin mirar atrás.
Su talento como operador político, sus dotes como negociador, la responsabilidad con la que toma sus tareas y los buenos resultados que acostumbra rendir hicieron que los dos principales liderazgos que ha tenido el partido, Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, en su momento lo requirieran de manera cotidiana para encargarle los asuntos más importantes y delicados. Sin embargo, su fuerza propia que con el tiempo se iba incrementando, así como su independencia de criterio, propiciaron la idea de detener su crecimiento, lo cual era alimentado por las cortes que acompañan a los grandes personajes y que se preocupaban por la emergencia de contrapesos a la voluntad suprema, pues ellos se veían favorecidos con la preeminencia de ésta. Querían –los líderes prominentes- contar con Jesús, pero no que éste le hiciera sombra, máxime cuando buena parte de la estructura partidaria estaba con él y sentían riesgoso que concentrara mayor poder.
Eso de vencer el veto no fue fácil dado el inmenso poder fáctico del gran líder y la tradición y cultura caudillista que, herencia del viejo régimen, pervive en buena parte de la izquierda. Más que la anécdota del cómputo incompleto o del viacrucis legal que tuvo que realizar para que se reconociera su triunfo, lo verdaderamente grave es la crisis institucional a la que entró el partido con su consiguiente desgaste en su imagen. Todos sufrimos -y, de alguna manera, perdimos,- con esta guerra loca que espero nunca se repita. Sin embargo, se haría mal en subestimar la importancia de que se haya dado la primera victoria electoral de un candidato a presidente nacional sin contar con el aval del gran líder, lo que en sí mismo le otorga fuerza y liderazgo, porque se va a parar en sus propias piernas, y significa un paso enorme en la madurez del PRD como institución democrática. Pero más importante que lo anterior es que se preservó el derecho a discrepar, lo cual fue la mejor forma de responder al espíritu del 68 a cuarenta años del movimiento estudiantil.
La campaña del odio, la que partía del linchamiento moral contra los que opinamos distinto, fue derrotada política y moralmente. Alimentar de resentimiento a algunos miles de fieles a los que adoctrinaron con la sinrazón de que la mejor forma de enfrentar a la derecha es acabando con la izquierda que piensa distinto se les revirtió. Con ello, lo único que consiguieron fue aislarse cada vez más y exhibir su rostro intolerante frente a la sociedad. Es verdad que resulta agrio regocijarse de ello, pues el PRD en su conjunto perdió con la división y la lucha fraticida; pero al menos se consiguió mantener una opción de izquierda con valores democráticos y competitiva electoralmente. Son de lamentarse los costos del conflicto aunque, quién puede dudarlo, hubiera sido mucho peor que se impusiera el dedazo y permaneciera la idea de que no hay más que una voz que se escucha y se acata, y que aquél que no lo acepte pagará las consecuencias, empezando por ver lesionada su integridad y reputación. Evitar la regresión que representan el estigma y la hoguera moral como herramientas para acabar con la disidencia fue, sin duda, un triunfo cultural de gran importancia.
Nadie puede obviar que se siguen pagando costos por la osadía de competir y ganar sin permiso, que está declarada la guerra de guerrillas contra su gestión y que amagan con forzar elecciones para todas las candidaturas en lugar de buscar un justo y equitativo acuerdo que reconozca la pluralidad y los equilibrios, lo que significaría ahondar la división y poner puntos de tensión y conflictividad que generen inestabilidad y compliquen la gobernabilidad. Sin embargo, si hay alguien capaz de hacer frente a ese peligro de incendio es precisamente Jesús Ortega.
Tengo la certeza de que la mayoría de Izquierda Unida no comparte la idea del suicidio colectivo para luego tratar de surgir fortalecidos, cual ave fénix, de las cenizas del partido y que están conscientes de que no se puede ser más anticlimático que agudizar el conflicto interno. Pero además, Jesús es un demócrata practicante y mediante el diálogo y la negociación inteligente de seguro construirá acuerdos benéficos para el partido y para sus diversos componentes. El talento de Chucho para salvar situaciones difíciles y restaurar la unidad está más que acreditado y el mismo AMLO se benefició de ello cuando hizo mancuerna con él en la dirección de 1996 a 1999.
El mayor reto de Jesús, sin embargo, está fuera del partido. La unidad sin duda es importante, pero la necesidad mayor es proyectar una izquierda que sea capaz de tener un resultado decoroso el próximo año, atrayendo y sumando nuevos electores, comenzando por ser capaz de recuperar al menos un sector de los votantes que confiaron en el partido en el 2006 y se alejaron por las acciones de resistencia civil que afectaron a terceros e impidieron el funcionamiento de las instituciones, por el discurso pendenciero y reactivo, carente de propuesta y ajeno a cualquier actitud constructiva, así como por la división interna. Para ello, la operación cicatriz que es indispensable no puede convertirse en un lastre. EL PRD debe salir a la ofensiva y mostrarse como una izquierda incluyente, propositiva, atractiva para los jóvenes y capaz de transmitir entendimiento de los problemas que tienen los diversos grupos y segmentos sociales, reafirmando su carácter opositor, acentuado en el aspecto económico, pero también responsable con el futuro del país.
Es una insensatez plantear que se enfrenta mejor a la derecha con métodos y planteamientos que no tienen nada que ver con el programa del partido y que terminan reduciendo la base electoral. No hay izquierda más funcional a la derecha que la que se margina y deja de ser competitiva en los comicios. Por eso, la inclusión, el equilibrio y la pluralidad de la dirección no pueden significar diluir la propuesta política ni hacer concesiones al atraso, pues eso sería conformarse con el voto duro que de por sí será mermado levemente por los principistas que llaman a no votar por el PRD por supuestas y alucinadas “traiciones”.
Sería lamentable que, tal y como lo ha declarado el cascarón del FAP, la prioridad del movimiento encabezado por AMLO sea conservar el registro y las prerrogativas de dos partidos que necesitan para sobrevivir de respiración de boca a boca por parte del ex candidato presidencial en lugar de ganar distritos de mayoría y enfrentar en las urnas a la derecha con posibilidades de ganar. Esperemos que eso no sea más que una volada, uno más de los exabruptos de la etílica senilidad de Porfirio Muñoz Ledo que en su delirio piensa que él como ex foxista, junto con la coalición que postuló a Ana Rosa Payán a la gobernatura de Yucatán, puede ser “la auténtica oposición de izquierda”.
De cualquier forma, la izquierda política tiene que hacer un frente electoral amplio que asuma la ofensiva programática y se planteé ganar el debate en la opinión pública y construir mayorías. Ahí está la importancia y la suerte de que Jesús Ortega sea el que dirija al partido más importante de las izquierdas en estos momentos críticos, pues tiene el capacidad, experiencia y entusiasmo para que, con la ayuda de muchos más, realice la epopeya. Pero también es correcto que lo sea por otra razón: su victoria, su arribo a la Presidencia Nacional del PRD, es, antes que otra cosa, un acto de Justicia (así con mayúsculas).
De paso…
Fin al FAP. Guadalupe Acosta Naranjo y Jesús Ortega de manera genuina reiteraron, una y otra vez, la invitación al PT y a Convergencia a conformar junto con otras fuerzas un gran frente electoral en el 2009, a lo que los partidos pequeños contestaron reiteradamente con insultos e infamias. Por la unidad bien vale tragarse algunas ofensas y perseverar, pero todo tiene un límite y ese es el cínico desplante del presidente de Convergencia que, al igual que el 95 % de la población, no me recuerdo su nombre. Con desvergüenza anuncia que el adversario al que le quiere quitar votos es al PRD. Tienen una forma muy peculiar de enfrentar a la derecha estos baluartes de la “pureza revolucionaria”. Los piensan derrotar haciéndoles el trabajo sucio…Ya entendí. Dónde dice Movimiento por la Renovación del PRD debe decir por las “Movimiento por las Candidaturas del PRD”, lo que es perfectamente legítimo y no hay razón para usar eufemismos. Espero que quienes lo conformen estén abiertos al diálogo y no vayan a tener al conflicto como consigna como sucede con algunos en la Cámara de Diputados que lo hacen casi como deporte… Lamento que Alejandro Encinas no se vaya a integrar a la Comisión Política Nacional del PRD, no sólo por su talento y liderazgo reconocidos sino también porque se creo a propuesta suya y lo acordó con Jesús ortega precisamente para tener un espacio de influencia necesaria y útil para el partido…Una duda: ¿Por qué AMLO dialoga, negocia y pacta con los presidentes de los partidos del Trabajo y Convergencia y no con los dirigentes del PRD que son de su partido? No es porque sean Chuchos los actuales, pues tampoco lo hacía con Leonel Cota… Se cumplieron los 100 días y nada. Pero eso sí, ¡qué repartidero de culpas!... Se acaba un ciclo. Termino mi gestión al frente de la Secretaría de Formación Política y no tengo si no agradecimiento para mi equipo de trabajo: Acroi Mendoza, Cristina Gaytán, Bianca Niemeyer, Sonia Rodríguez, Mónica Pereda, Gloria Vázquez y Francisco Rey. De seguro, al menos por un tiempo, los textos sólo se mandarán por vía electrónica y estoy meditando si me tomo diciembre para concluir un pendiente académico con el que estoy comprometido. Ya les avisaré…
2 comentarios:
Pues yo soy de la idea de que si te tomes diciembre para eso del pendiente académico. No es este, acaso, el mejor momento para hacerlo?
Hola, como estas, queria felicitarte por tu blog, esta muy bueno la verdad,soy un chavo que esta cansado de la corrupcion y que quiere un mejor pais y cree en el cambio. Buscando ideas para formar mi criterio "politico" la que va conmigo y estoy convencido de que funcionaria para el pais es la izquierda y la verdad me enoja mucho, que los adversarios de la izquierda sean de ideologias similares me refiero a los partidos convergencia y PT.
Pero bueno no me toco tu cargo como secretario de Formacion Politica, pero estoy seguro que seguiras teniendo tu blog y ojala nos pongamos en contacto, algun dia.
si queres pasa por mi blog y dejame un comentario
www.elbalcondealex.wordpress.com
Saludos desde Puebla
Alejandro Cabrera
Publicar un comentario