En México, la tragedia opacó a la historia. El día en que ganó por primera vez un afroamericano la elección presidencial en los Estados Unidos de América, seduciendo a millones de electores con la necesidad del cambio y generando un clima internacional arrolladoramente a su favor en medio de la mayor crisis que haya tenido el sistema financiero mundial, cae y se destroza una aeronave en la Ciudad de México con nueve tripulantes a bordo, entre los que se encontraban Juan Camilo Mouriño, Secretario de Gobernación, y José Luis Santiago Vasconcelos, ex fiscal del crimen organizado.
Por supuesto que la trascendencia del triunfo de Barak Obama es universal y que, sin pasar por alto que las enormes expectativas creadas serán muy difíciles -si no es que imposibles- de cumplir plenamente, máxime con las dificultades inherentes a la crisis a las que tendrá que hacer frente, nadie puede quitarnos el optimismo renovado y, aunque se oiga cursi, encontrar un motivo de esperanza por el acontecimiento consagrado en las urnas. Pero así como el mundo se ilumina por el arribo a la presidencia del país más poderoso del planeta de un líder que se opuso a la absurda guerra de Irak y que promete darle un rostro más amble y comprensivo al imperio y dejar atrás la política del unilateralismo belicoso de la administración Bush Jr., nuestro país se ensombrece por la magnitud del golpe y de las dudas.
Justo cuando la imaginación ya no podía idear cómo el país pudiera descomponerse más sobreviene el doloroso hecho que era tan impensable como una elefanta en la carretera o un avión desplomándose en Reforma. Con el poder del narco desatado y descarnado que cuenta sus víctimas fatales por millares y se permite incluso hacer política de medios con mantas en las principales ciudades y demostraciones cotidianas de salvajismo siempre autosuperado, las amenazas de muerte dirigidas a José Luis Santiago Vasconcelos que incluso llevaron a la detención de sicarios con lanzacohetes, la escandalosa corrupción recién descubierta en los más altos niveles de la SIEDO en tiempos en que aquel estaba a cargo, la estrecha amistad de Juan Camilo Mouriño con Felipe Calderón, la importancia en sí de su cargo y el papel que desempeñaba como principal operador del gobierno federal son, entre otros tantos elementos, motivos para la suspicacia.
Fue sin duda un error, que indica lo atrasado que está el país en labores de inteligencia y seguridad nacional, permitir al número dos del poder político en México abordar un avión con un blanco potencial y explícito del crimen organizado. Eso no significa, claro está, que necesariamente se haya tratado de un atentado, pero sí del poco profesionalismo que existe para su prevención. En cualquier caso, el gobierno mexicano está obligado a hacer una investigación transparente porque a pesar de que no hay vacuna posible contra la sospecha en un asunto de éstos es fundamental que se de una explicación creíble y sustentada a la opinión pública de lo que sucedió.
Si fue un accidente, y así queda acreditado, sería el segundo en un lapso muy corto. Ramón Martín Huerta, también secretario de Estado y cercanísimo al entonces presidente, Vicente Fox, falleció en 2005 al desplomarse un helicóptero oficial. Esperemos que así sea aunque en esta ocasión no hubo banco de niebla y se trató de un jet, pues de lo contrario se acreditaría que el crimen se ha infiltrado hasta la cima de las estructuras en las instituciones y que nadie, absolutamente nadie, puede sentirse seguro.
Accidente o atentado, de cualquier manera se debe revisar la estrategia del combate a las drogas, pues a la par que el consumo de sustancias prohibidas ha aumentado también la violencia y el crimen ligados al mercado negro que las provee. El poder de fuego y corrupción del narcotráfico es directamente proporcional a sus ingresos y mientras no se ataque efectivamente al negocio, es decir, a las utilidades, se estará dando una batalla perdida. La legalización de drogas blandas, en especial la marihuana -que es la más consumida, la que más produce el país y la que más ganancias genera al narco-, y mayor capacidad de intervención en el sistema financiero para detectar altos flujos de capital y evitar el lavado de dinero son temas ineludibles para enfrentar la principal amenaza a la Seguridad Nacional y a la viabilidad del Estado mexicano.
Hay que vencer prejuicios. Buscar que sea la información y la transmisión de valores los fundamentos para prevenir las adicciones antes que la coerción policiaca es entender que es la conciencia individual el espacio donde se toman las decisiones y que es mejor educar para el ejercicio responsable e irrenunciable de la libertad que reprimir. Finalmente cada individuo tiene el derecho, reconocido o no, de decidir sobre su vida y su cuerpo mientras no afecte a terceros.
Por cierto, Barack Obama reconoció haber consumido cannabis y servirse de sus propiedades relajantes. Y así es en muchos temas en los que rompe paradigmas e invitan a pensar en un parteaguas ahora que se acabó el ciclo neoliberal y hasta los gobiernos de derecha se prestan a enterrar la tesis lamentablemente resurrecta en las últimas tres décadas de la mano invisible del mercado como forma ideal de regulación. Hay que pensar al mundo distinto y es una tranquilidad que en este preciso momento se apreste a gobernar al país más rico de la tierra un político afroamericano de retórica electrizante, hijo de padre keniano, nacido en Hawai, mudado a Indonesia en su infancia, que supo construirse así mismo en condiciones adversas, estudiar, hacer trabajo social en los sectores más desfavorecidos, abrirse paso exitosamente ante la clase política tradicional, que venció en una trepidante contienda interna a una mujer extraordinaria de capacidad probada y familia connotada, y que se ha vuelto una conmoción dentro y fuera de su país no sólo, aunque sin duda ayudó, por la impopularidad de su predecesor, sino también por su capacidad de cautivar, de generar confianza, de hacer creer a los jóvenes que sí pueden cambiar a los Estados Unidos sin fomentar divisiones ni cultivar rencores, sin sueños mesiánicos y llamando a la acción colectiva. La crisis y el momento son una gran oportunidad para ese país y, por lo que significa, para el mundo. Ojalá y no se desperdicie.
Y bueno, mi país también tiene una oportunidad si sus políticos entienden que en virtud de los graves problemas y los tiempos difíciles que se avecinan es momento de demostrar visión de Estado, de salvar el barco antes de pelearse por quién lo comanda. El caos, la descomposición y la incertidumbre cultivan autoritarismos. Comprender esto no lleva al estancamiento. Al contrario, es ver este momento como propicio para suscribir un gran pacto nacional que culmine la transición a la democracia, proteja y amplíe los derechos, profundice las libertades, acote a los poderes fácticos y establezca un régimen que sea eficaz, garantice equilibrios y corresponsabilidad en el ejercicio del poder, capaz de redistribuir el ingreso y profundamente democrático. Por desgracia, mucho me temo, que en uno y otro y otro lado hay poca conciencia de ello.
De paso...
Dislexia. Alejandra Barrales necesita ayuda. La pobre no distingue la derecha de la izquierda y cada vez que declara constatamos que nada le sienta tan bien como el silencio. Y es que al tiempo que manifestó su disposición para construir “una amplia alianza de las izquierdas” en la Ciudad de México, lo que está muy bien, incluyó, además de los membretes ineludibles para quien comanda adelitas y se jacta de su incondicionalidad obradorista, PT y Convergencia, al Partido Verde y al PANAL, pero descartó completamente cualquier acuerdo con el Partido Socialdemócrata porque, aduce, es “supuestamente de izquierda” y “hemos sido enemigos en la ALDF”. Olvida que en ese órgano parlamentario los socialdemócratas empujaron junto con el sector libre del PRD las leyes más emblemáticas de la visión de izquierda en el país: la Ley de Sociedades en Convivencia, la despenalización del aborto, la eutanasia pasiva, el divorcio express y ahora promueven la discusión sobre la legalización de la marihuana como visión alternativa a la desastrosa estrategia prohibicionista para combatir a las drogas que además de no disminuir el consumo ha traído una espiral incontenible de violencia, muerte y crimen en el país. En cambio, la organización del tucán es el único partido verde en el mundo que aprueba la pena de muerte, se opone a la despenalización del aborto y se moviliza para no legalizar drogas blandas, es decir, que defiende posiciones de derecha. Y qué decir del PANAL, partido de la inefable Elba Esther Gordillo. Ahí debe haber un error, a menos que Alejandra quiera su Humer del año... Es de celebrarse que Andrés Manuel López Obrador manifieste su satisfacción por el triunfo de Barack Obama, pues da la esperanza de que le aprenda muchas cosas valiosas. El futuro presidente convenció y apasionó por el cambio a la sociedad norteamericana sin fomentar su división. Al contrario, su mensaje siempre ha sido incluyente y se ha mostrado como un dirigente tolerante que entiende que la lucha contra los privilegios e injusticias sociales puede ser un factor de unión más que de polarización. También ha sabido sumar a quienes fueron sus adversarios y ha dado muestras fehacientes de su convicción democrática. El político afroamericano no es dado a la doble moral, al grado de aceptar públicamente haber consumido marihuana durante su juventud y no renunció a defender sus valores liberales a cambio de ganarse simpatías en los sectores conservadores. Y muy importante, pudo entusiasmar a los jóvenes porque en lugar de recitarles credos y proyectarse como redentor les dio confianza en sus propias fuerzas y su capacidad de incidir como generación en el rumbo de la nación más poderosa del planeta. Sí, esperemos que el arrollador triunfo del candidato demócrata lo haga reflexionar porque muchos quisiéramos que Andrés Manuel se pareciera más Obama y menos al Mosh...
1 comentario:
Independientemente de que el "accidente" haya sido un atentado o no, creo que Calderón debe analizar muy bien lo sucedido y a lo mejor pensar que la manera en la que está tratando de parar el narco no es la correcta.
Felicidades al mundo por el triunfo de Obama, solo espero que este hombre cambie mentalidades y no tenga ideas abusivas como su antecesor.
De Barrales mejor ni hablamos, una tras otra.
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