jueves, 23 de junio de 2011

EL HISTÓRICO DIÁLOGO ENTRE SICILIA Y CALDERÓN

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

El tema es grave y apremiante; los protagonistas realzan su carácter conmovedor, entrañable, indignante. Pero si el contenido nos implica a todos, de una u otra manera, y sabemos que lo ahí discutido es un asunto, literalmente, de vida o muerte para muchas personas, pero también decisivo para nuestra cotidianidad e incluso para la viabilidad del país, pues 40 mil muertos y 10 mil desaparecidos no es un recuento final sino tan sólo la cifra preliminar en medio de un túnel al que no se ve la luz de su término, el acontecimiento, el hecho mismo del diálogo y quienes participaron en él, hasta lo trasciende. El encuentro e intercambio franco, libre y directo entre miembros de la sociedad con la representación mayor del Poder Ejecutivo es un hecho histórico que no debiera ser la excepción. Así, con esa apertura y transparencia, se deben tratar todos los grandes problemas nacionales.

Javier Sicilia rehusó ser ariete para convertirse en puente. Unió a los agraviados y sus dolores, a la sed de justicia y necesidad de atención a los que son doblemente víctimas –al sufrir una pérdida irreparable y al demandar al Estado atención y justicia-, pero también a estos con otros ciudadanos y sectores sociales que con horror observan como la barbarie se extiende en el país y que, por la ruta que vamos, no se observa por futuro otra cosa que la interminable espiral de violencia que de por sí ya ha llegado a extremos inimaginables. Pero más que eso. El poeta y las ONGs y víctimas que lo acompañan entendieron que para caminar por otra ruta se requieren grandes acuerdos y eso implica buscar también la unidad con los que piensan distinto, con los antípodas ideológicos, y también con quienes tienen diversas responsabilidades en el ámbito público, sean del partido que sean. El Pacto Nacional es una propuesta de reconciliación para establecer un modelo de país en el que todos quepamos y que, superando la disfuncionalidad del régimen, permita enfrentar con unidad nacional los grandes problemas y retos que tenemos, mismos que rebasan por mucho a la capacidad de cualquier gobernante o partido en el poder. Es asumir la corresponsabilidad gobierno-poderes-partidos-sociedad para salir adelante en una situación límite, en un momento de emergencia.

El dialogo fue respetuoso, pero sin concesiones sobre las convicciones propias. Hubo planteamientos, revires y contrarrevires y todo de cara a la sociedad. Así debieran tratarse todos los asuntos públicos de importancia, pues además de ser un ejercicio de transparencia y rendición de cuentas, permite a los ciudadanos contrastar puntos de vista sobre asuntos que le conciernen directamente. Que este tipo de eventos se repita, en distintos niveles y ámbitos, con gobernadores, presidentes municipales, funcionarios, rectores de universidades, etc., sería un gran paso para generar ciudadanía y promover la cultura democrática que tanta falta hace en el país.

El rostro y la voz de las víctimas hicieron del encuentro un drama humano de gran intensidad. Su presencia dio elocuente fe de las fallas del Estado, cuyas instituciones, como el mismo Calderón tuvo que aceptar, están infiltradas por el crimen. La paradoja quedo muy bien planteada. Se tiene que combatir a bandas poderosas con policías corrompidas por ellas mismas y con un sistema de justicia obsoleto, poco confiable e instrumento de impunidad. Pero la Caravana se hizo para defender los derechos de todos en un contexto de “guerra”, se le quiera llamar con ese nombre o no. Preservar libertades y cuidar de los Derechos Humanos, develar el dolor que se esconde tras lo que insensiblemente llaman “daños colaterales” o bien tras frías cifras y estadísticas, es uno de los grandes aportes del movimiento generado por Javier Sicilia y ONGs afines. El poeta aclaró de manera contundente que no se trataba de defender criminales, que había que combatirlos con eficacia, pero que estos no eran sus interlocutores sino el Estado incapaz de garantizar seguridad. ¿Qué hacer, en la encrucijada que tirios y troyanos reconocen?

Felipe Calderón se defiende. Argumenta, no sin razón, que su obligación era actuar frente a las bandas criminales que en disposición de enormes arsenales imponen su ley a los ciudadanos que no podían contar con policías locales, cuyos miembros se encuentran en las nóminas de las organizaciones criminales. Sostiene que no tenía otra opción que el ejército y expresa con cierto fatalismo que “aunque sea injustamente juzgado por la historia”, prefiere eso a cargar con la responsabilidad de no haber actuado. Violencia que por necesidad se opone a otra violencia y que no puede sino generar más violencia. En la estrategia punitiva que ha marcado el combate a las drogas parece irreprochable. Pero es precisamente esa lógica la que ha fracasado no sólo en México sino globalmente. Calderón podrá presumir capos detenidos, pero ningún indicador que denote que se está avanzando en reducir consumo, violencia o recursos para los criminales. Mientras haya negocio, habrá quien sustituya a los cabecillas detenidos y a los sicarios ejecutados. Eso lo sabemos de sobra.

Sí hay solución, pero eso requiere cambiar de enfoque. Se expresan acuerdos sobre educación y atención a las víctimas, reconociendo el gobierno en este punto su rezago. Pero la prioridad del combate en las calles se vuelve dogma de fe. La legalización de las drogas, que se planteó discutir, no significa rendirse o pactar con el crimen sino que tiene sentido en la medida de atacar el negocio, de reducir las ganancias de las bandas y disminuir con ello su poder de fuego y corrupción. Por mucho, esa es su principal fuente de ingresos. Hacerlo, junto con campañas de prevención para reducir el consumo y mejorar la inteligencia financiera para intervenir las cuentas de los criminales e impedir el lavado de dinero, representaría una estrategia alternativa que no implica retirar de inmediato al ejército o dejarle territorio a merced de los delincuentes.

Pero al margen de la polémica, el diálogo, por sí, es para celebrarse. Siempre se le debe dar la oportunidad a la inteligencia, al convencimiento, a la persuasión. Recuerdo la frase del CEU que casi 20 años después consiguió el diálogo público en la Universidad: “con la fuerza de la Razón” -la cual, por cierto, siempre será a la larga más poderosa que la sin razón de la fuerza. Tremendo atraso proscribir el diálogo. Los “argumentos” siempre son los mismos: que llevarlo a cabo “legitima” o “reconoce” al adversario, que no conseguirá nada, que sólo “sirve para la foto”. Pero lo cierto es que la palabra siempre da una oportunidad al que la toma y desperdiciarla suele ser un error, a veces, irreparable. El diálogo significo la derrota del atraso y dar el paso al frente tras la regresión que significó proscribirlo tras la elección del 2006.

El diálogo en el castillo de Chapultepec no es el fin del camino. La autoridad moral y el liderazgo de Javier Sicilia se han fortalecido y en breve la Caravana partirá al sureste, donde también hay muchas historias terribles de nacionales y migrantes. Por cierto, Julián Le Barón, quien se ha distinguido por sus elocuentes y críticos discursos, haciendo notar la corresponsabilidad que todos tenemos con el problema, invitó a Calderón a acompañarlos. Pero eso es anecdótico, lo trascendental es que siguen caminando, juntando dolores para generar esperanza. El Pacto Nacional es el punto de llegada. Invito a todos a suscribirlo.

6 comentarios:

Luis Batista dijo...

Bien, tu aseguras que "La legalización de las drogas, que se planteó discutir, no significa rendirse o pactar con el crimen sino que tiene sentido en la medida de atacar el negocio, de reducir las ganancias de las bandas y disminuir con ello su poder de fuego y corrupción" ¿y de los demás? asaltantes de caminos, secuestradores, los que cobran piso, los que mantienen en sus nóminas a policías de todos los niveles, los explotadores de menores, los que trafican ilegales, los que se dedican al contrabando de armas, etc. ¿tambien legalizamos sus actividades para debilitarlos? La actual guerra no es sólo contra el narco y Sicilia no propone nada en estos casos.

Miriam dijo...

Mi estimado Fer, muy bueno tu articulo. Si bien tengo mis dudas respecto a que se llegue realmente a alcanzar la meta del pacto, sin lugar a dudas el que por fin se hayan sentado a dialogar dos partes que parecian antagonicas nos hizo ver que en realidad desean mas o menos lo mismo, pero por distintas vias. Ver las convergencias y no las diferencias y aceptar dialogar es el primer paso de un verdadero cambio. Se siente un atisbo de esperanza en el aire.

Unknown dijo...

interesante articulo, si bien no coincido en todo, es cuestion de un verdadero trabajo conjunto y fuera partidismos

César López Chávez dijo...

En el fondo creo que tu visión es demasiado romántico. Legalizar las drogas no acabará con el problema, quedarán la cocaína, las metanfetaminas y otras drogas que seguiran siendo negocio para los traficantes. Además estos tipos, como dicen otros aquí, no solo trafican sino también extorsionan, secuestran y corrompen policías para seguir con sus actividades. En cuanto al lavado de dinero, probablemente ya ni sea posible frenarlo so pena de darle una sancadilla a la economía nacional ya que seguramente mucho de éste se ha mezclado ya con el dinero lícito. Ahora legalizar es como dar permiso para que la juventud se embrutezca legalmente y ni los recursos generados por la venta legal de las drogas serán suficientes para lidiar con las consecuencias que esta legalización traería al país. Saludos!!!

Gerardo Santoyo Sánchez dijo...

hola, como lo mencione, estoy totalmente de acuerdo con tus palabras. Esta reunión no es el fin, sino el comienzo de una respuesta social organizada en México que desde hacia mucho tiempo no se ve,además, ¡las drogas son un problema de salud pública, se necesitan legalizar!, en vez de militarizar"

Aperio Oculum dijo...

En general, un artículo interesante y enriquecedor. Sin embargo, fallas en un punto medular: no se logró el diálogo.
Diálogo no es lo mismo que debate. Diálogo implica llegar a la interlocución con un "aceptar que no sé".... pero Calderón está impedido para ello, él sólo tiene aptitud para el debate.
La esperanza de un avance se diluyó al observar las retahila de respuestas de Calderón, todas con datos para sostener su propio monólogo de "tener que actuar" (pero no dice que es un "tengo que actuar, para tratar de legitimarme"). En sí, si Calderón hubiera sido más prudente, hubiera generado una reforma judicial y una mejora de las policías antes de intentar acciones más directas contra las bandas: no se habrían dado tantos muertos, tal vez ni al 10% de los que hasta ahora van.
Pero Calderón no escucha, y tampoco está dispuesto a mostrar totalmente su intereses más oscuros.