Fernando Belaunzarán
En nombre de supuestos principios, pretendidos y, en algunos casos, insólitos “dechados de pureza política” atacan a las alianzas que izquierda y derecha han decidido hacer en diversas entidades de la república para enfrentar a algunos cacicazgos priístas. Nos dicen que la renuncia al PAN de Fernando Gómez Mont es éticamente loable por su inconformidad ante acuerdos “pragmáticos” sin reparar que lo único indefendible es el chantaje de condicionar la aprobación del presupuesto a cambio de que el partido en el gobierno no haga coaliciones electorales con el PRD. Según estos autoproclamados adalides de la congruencia resulta ser en sí mismo reprobable que dos partidos con ideologías distintas se junten para sumar sus votos sin importar el contexto, los objetivos y el escenario en el que se presentan. Con ello cometen el mismo error que los fundamentalistas, pues desnaturalizan la política al verla como una especie de religión en la que debe predominar una ortodoxia preservada mediante la moralina propia del estereotipo de la solterona que se pasa el día dándose golpes de pecho en la Iglesia. Como es de esperarse, con ello se abre paso a la doble moral, pero también a algo más grave: la reproducción de una pobre cultura democrática en el país.
La política es por necesidad situacional. Tiene que dar resultados en una realidad novedosa, cambiante y compleja. Por supuesto que para lograr los objetivos planteados no todo puede estar permitido y los principios y valores, tanto personales como los de la organización, deben quedar salvaguardados. Pero en la democracia las alianzas son una herramienta legítima que no tienen porque atentar contra esos principios y valores a menos que contravengan objetivos programáticos o impliquen la aceptación de actitudes que le son contrarias. Y esto es así porque toda alianza tiene un ámbito y unos fines determinados. No tiene porque significar ni extensión de certificados de buena conducta, ni absoluciones por agravios pasados, ni asumir como propio el programa o la moral del otro, ni, por supuesto, es para siempre. Se trata de un acuerdo entre distintos para lograr uno o varios objetivos comunes que no borra ni tiene porque subordinar las diferencias que existen, mismas que se mantienen en los ámbitos no implicados.
Ahora resulta que actuar de acuerdo a principios significa que perredistas y panistas se resignen a cumplir un papel de oposición testimonial frente a cacicazgos autoritarios y corruptos que se reproducen gracias al manejo discrecional de los recursos públicos y el consecuente control clientelar y corporativo que ejercen los gobernadores en sus feudos. O sea que es preferible la impotencia congruente que caer en la lógica “electorera” que permite la contaminación ideológica para tratar de cambiar las cosas. Si las diferencias debieran significar la imposibilidad de establecer pactos entonces estaríamos condenados al inmovilismo. Existe una hipocresía evidente entre los que se desgañitan por la falta de acuerdos en el Congreso, pero repudian las alianzas electorales por “inmorales” y “pragmáticas”.
Ya dijimos que la política tiene una dimensión práctica que le es esencial y por lo tanto no puede librarse de cierto “pragmatismo”. El problema sería si se perdiera el rumbo, si se tratara sólo de ocupar espacios de poder o derrotar a un adversario sin que eso signifique acercarse hacia el modelo de sociedad por el que se pelea. En el caso de la izquierda se busca cambiar una realidad política y moralmente inaceptable para mejorar la situación de desigualdad económica y ampliar los derechos y las libertades de los ciudadanos. La alternancia en muchos estados para establecer un gobierno de transición que se comprometa con reformas democráticas y la aplicación de un programa de desarrollo social es una posibilidad para avanzar en la dirección correcta. Lo otro, resignarse a la denuncia mientras el aparato gubernamental asegura el triunfo del oficialismo es la certeza de la continuidad sin más consuelo que el mantenimiento de una “pureza” que, por cierto, no pasa de ser pura simulación. Para Diego Fernández de Cevallos son moralmente inaceptables las alianzas, pero no litigar contra el Estado siendo Senador, ni aprovechar sus influencias para ganar juicios millonarios a cargo del erario. ¿O qué decir de Vicente Fox que promovió abiertamente esa misma alianza con el PRD en el año 2000 por las mismas razones y ahora se desgarra las vestiduras en nombre de la congruencia? ¿Acaso debemos suponer que usar a las instituciones para detener a un adversario como lo hizo con el desafuero de Andrés Manuel López Obrador o su participación abierta en el proceso electoral violando con descaro la ley son conductas de un político de principios?
Para ser justos, hay que decir que lo anterior también está aconteciendo en la izquierda. Se necesitaría tener una ingenuidad de esas que dan hasta ternura para pensar que el PT se atrevió a ir por primera vez en su historia con el PAN sin la anuencia de AMLO; un candor parecido al de un niño que supone que las nubes son de algodón. Por una parte se trata de tener los beneficios sin pagar los costos –Gabino Cué le es cercano y apreciado por el excandidato presidencial- y por la otra mantener la imagen de “inmaculado” para diferenciarse y colocarse en el ánimo del voto más duro de la izquierda que va a pesar mucho en la definición del candidato presidencial, algo muy parecido a lo que ocurre con Manuel Espino y compañía en Acción Nacional, pues es evidente que éstos buscan posicionarse internamente para las definiciones sucesorias.
Lo que estamos viendo es un espectáculo del peor de los pragmatismos: el que se oculta tras los ropajes de la pureza. Y si tales posiciones han sido amplificadas mediáticamente y colocadas en el ámbito de lo políticamente correcto, como lo único éticamente irreprochable, es porque con las alianzas se les empieza a mover el piso a los que ya salivaban con el inminente retorno del PRI a Los Pinos a través de un personaje afín a los poderes fácticos. Esto es lo que explica la paradoja que se da cuando los promotores del purismo partidario justifican el hecho de que los priístas hayan decidido como respuesta a las alianzas el enterrar las reformas durante lo que falta del sexenio, subordinando así el desarrollo del país y el enfrentamiento eficaz de los graves problemas nacionales a su pleito faccioso. Me imagino, por lo mismo, que para tan lúcidos analistas comprometidos con la ética política, tal arrebato vengativo sí responde a principios, lo mismo que renunciar al PAN como un desplante pragmático y desesperado por mantener la interlocución con el priísmo despechado y así desmarcarse de una decisión que no tomó en cuenta “la patriótica negociación” -esa muy moral, por supuesto- en la que se compromete la política electoral de un partido a cambio de aprobar el presupuesto del gobierno federal.
En mi opinión, la discusión debiera ser mucho menos barroca. Si los habitantes de la localidad van a tener más democracia, libertades, derechos y justicia social con el triunfo de la alianza opositora entonces vale la pena llevarla a cabo. Para garantizar los cambios es preciso que se comunique a la sociedad con claridad los motivos de la alianza y sus alcances y, por lo tanto, que se hagan públicos el programa de gobierno y los compromisos adquiridos. Eso es actuar con principios. Lo otro, oponerse para presentarse como “puro”, no es más que demagogia, esa sí, muy pragmática.
De paso…
Las cosas claras. Héctor Aguilar Camín tiene razón en ubicar a los asesinos materiales e intelectuales de los jóvenes en Ciudad Juárez, es decir, a los narcotraficantes, como los verdaderos enemigos, a los cuales, por sus métodos sangrientos, califica de manera incuestionable como “hijos de puta”. Pero eso no debe llevar a avalar “la estrategia Rambo” del gobierno federal que ha sido un fracaso absoluto. Hay que combatir al narco, pero con inteligencia, atacando al negocio y a sus ganancias, pues las bandas son tan poderosas como sus recursos económicos. Intervenir flujos financieros, atacar mejor el lavado de dinero y regular la producción, distribución, venta y consumo de algunas drogas, como sucede con la marihuana en más de una decena de estados de la Unión Américana, son algunas medidas que pudieran disminuir la violencia en el país y ser más efectivos. De lo que se trata, y hablando con la misma claridad, es de no combatir al narco a lo pendejo como actualmente se hace… Las inundaciones en Chalco exhibieron la incapacidad de Enrique Peña Nieto para enfrentar con oportunidad los problemas de la gente. La realidad virtual creada por los medios electrónicos mostró sus limitaciones. Lo que natura no da, televisión no presta… El sacerdote Rafael Muñiz López fue liberado porque según el juez de la causa sólo distribuyó pornografía infantil a un grupo cerrado de personas y, por lo tanto, no dañó la moral pública. El precedente es grave porque en lugar de inhibir esa clase de conductas las fomenta con la impunidad. Lo que se le pasó al juez es darse cuenta de que lo que está en juego no es la tranquilidad de las buenas conciencias sino los derechos de niñas y niños que fueron vejados y quién se hace partícipe de su difusión alienta y es cómplice de la comisión de ese delito. La indignación aumenta por la satisfacción expresada públicamente por la iglesia Católica que debiera ser la más interesada en castigar estas desviaciones ocurridas en su seno para que no se repitan. Que luego no se queje el gobierno mexicano de las condenas públicas de organizaciones internacionales de defensa de los derechos humanos por porquerías como ésta… Insisto. Para que la izquierda pueda competir en serio por la Presidencia de la República en el 2012 necesita un candidato externo y ciudadano que surja de la sociedad como una alternativa a la clase política tradicional y sea capaz no sólo de eludir el voto de rechazo que hoy cargan los partidos, dirigentes y líderes de la izquierda política sino también de recuperar los votos perdidos y sumar a otros sectores sociales mediante un programa de gobierno sólido e incluyente. Esa es la única oportunidad de cambio real que tiene el país en la coyuntura de la próxima elección presidencial. En mi opinión, tanto Juan Ramón de la Fuente como José Woldenberg podrían encabezar ese gran esfuerzo. Lo que les toca a los partidos es poner su registro para una candidatura así… Las chivas llevan cinco victorias en cinco encuentros. Podría pensarse que Jorge Vergara debiera estar feliz como los aficionados, pero resulta que ya le negaron judicialmente la comercialización del nombre “chivas”. Así que no podrá ni siquiera tomarse una “chivacola” para pasarse el coraje. Al menos, esperemos, que el equipo mantenga su buen nivel, siga dando espectáculo y jugando de manera ofensiva, y, por supuesto, que el “Chicharito” vaya a Sudáfrica…
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