domingo, 11 de marzo de 2012

EN DEFENSA DE LOS PLURIS

Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran

La extendida molestia social con la clase política, en buena medida por sus privilegios y falta de resultados, tiene su villano favorito en la figura de los candidatos plurinominales. No es producto de una discusión académica o de un análisis riguroso, es una reacción emotiva contra lo que se ve como el eslabón más débil del sistema de partidos, los cuales, torpe sería negarlo, son percibidos como lejanos de la sociedad a la que aspiran representar. Por lo mismo, se suele descalificar a los diputados y, entre ellos, aunque sea de manera superficial, es más fácil cuestionar al que ni siquiera fue electo de manera directa.

Sin embargo, pocos se detienen a pensar en las consecuencias que tendría suprimir a los “pluris”, e incluso disminuirlos, en el duro golpe a la pluralidad política que ello significaría, así como en la inminente y notoria sobrerrepresentación de una de las fuerzas, lo que favorecería el retorno a los tiempos autoritarios de una mayoría legislativa dócil y servil al Presidente, conseguida de manera artificial y a costa de suprimir a las minorías.

Lo ideal es que todos los ciudadanos estén representados en el Congreso y no sólo aquellos que votaron por la opción ganadora de su distrito. En muchos casos, el diputado electo es resultado de la minoría más grande y con el 40% de los votos le basta y sobra para alzarse con el triunfo. ¿Y los ciudadanos que integran el restante 60% no tienen derecho a tener representantes de acuerdo a su forma de pensar? Sin los diputados conocidos como “pluris”, eso sería imposible y se sancionaría lo que resulta una contradicción en sus términos: una democracia excluyente

En ese caso, además de dejar sin representación y excluir a los millones de ciudadanos que votaron por una opción distinta a la del candidato ganador de su distrito, se adulteraría de manera notable la voluntad popular, sobrerrepresentando de manera grosera a un partido político. Eso sería dejar entrar por la ventana al régimen de partido (casi) único, después de haberlo sacado por la puerta.

Para que quede más claro, veamos que hubiera sucedido en 2009 sin “pluris”. En aquella ocasión, el PRI ganó 186 de los 300 distritos de mayoría. Es decir que, si sólo hubiera diputados “unis”, ese partido tendría el 62.3% de la composición de la Cámara. Pero resulta que tuvo sólo el 38.7% de los votos respecto a la votación total efectiva, por lo que, si ese fuera el caso, gozaría de una sobrerrepresentación de casi el 25%, es decir, ¡de una cuarta parte de la Cámara!

En el muy probable escenario de que sólo ganaran los tres partidos grandes distritos de mayoría, otra vez en caso de no existir “pluris”, hubiera significado en 2009 dejar sin representación al 19% de los votantes, los cuales sufragaron por otros partidos y que suman más de 6 millones de ciudadanos. Aunque el voto esté disperso y no se concentre en un territorio determinado, tiene derecho a ser representado en el parlamento.

Se objetará que mucha gente vota por las personas y no por el partido; sin duda que así es, pero sería un error sumarse al coro que condena las ideologías y subestima los programas. Los partidos políticos son fundamentales para la democracia y es peligroso para ésta su estigmatización. Aprendamos de la historia de otros países y veamos como experimentos autoritarios han surgido del desprestigio de las organizaciones políticas. Por supuesto, tienen muchos defectos y muestran resistencia a la apertura, a dejar sus privilegios, a renovarse; pero la solución no es de ninguna manera “tirar al niño con la agua sucia”.

México necesita una “Ley de partidos políticos” que, como entidades de interés público, garantice su funcionamiento democrático, transparencia en sus recursos, derechos de sus militantes, consistencia programática y, por supuesto, rendición de cuentas. Además debe acabarse el monopolio político de los partidos y hacer realidad las candidaturas independientes, la reelección legislativa, el plebiscito, la consulta popular y la revocación del mandato. Y algo fundamental, hacer de la diversidad política una virtud para la eficacia del Estado mexicano. Para eso existe la iniciativa de los “gobiernos de coalición” que permitirían construir mayorías legislativas en torno a proyectos de gobierno de mediano y largo plazo a partir de la pluralidad y la corresponsabilidad. Una propuesta para hacer funcional nuestra democracia y que la división de poderes no sea ya pretexto del estancamiento.

Es importante tener en cuenta que el ser legislador es un labor que debe dar resultados y beneficiar a la sociedad. No necesariamente ganar una elección es garantía de ser mejor. La popularidad no significa en sí misma capacidad. El triunfo en un distrito depende más de la primero que de la segundo. De ahí que el hecho de que los “pluris” sean “seguros”, puede ser una virtud, pues es una forma de garantiza calidad en el Congreso de la Unión. De hecho, muchas veces ha ocurrido así y los mejores legisladores de todos los partidos suelen venir de esa vía, aunque también se da lo inverso, personas no sólo de escasos méritos sino de trayectoria cuestionada han entrado por medio de las listas. El punto es cómo evitar la perversión de la fórmula y no cerrarle el paso a ciudadanos que, aunque no vivan en un distrito ganador para su partido o su opción más afín, aporten cualitativamente al Poder Legislativo.

Los tres diputados más productivos –en términos cuantitativos- de la actual legislatura son “pluris” y, en su conjunto, también salen mejor librados que sus contrapartes “unis”. Mientras los 300 de mayoría han logrado aprobar 171 dictámenes, los 200 de representación proporcional lo han hecho con 162, es decir, mientras el cociente de éstos es de 0.81, el de aquéllos es de 0.57. Por supuesto, para que los ciudadanos estén mejor enterados de lo que acontece en el Congreso y haya mejores resultados ayudaría que se establecieran mecanismos estrictos de evaluación y rendición de cuentas para los legisladores, más allá de su informe anual que se usa básicamente como promoción personal.

Algo que podría contribuir a mejorar el sistema y terminar con excesos, es que los ciudadanos determinen la prelación de una parte de los candidatos a diputados de representación proporcional, de tal suerte que además de votar por el partido, establezcan el orden de los “pluris”. De cualquier forma, considero sano, y se puede corroborar históricamente, que los partidos puedan garantizar que algunos de sus cuadros más capaces lleguen al Congreso. En el parlamentarismo, los candidatos son los líderes de los partidos y, en el caso de la oposición, de sus bancadas también. El punto no es que los ciudadanos determinen a quien “premiar” -como si se tratara de una beca- sino de garantizar que no falte nivel, calidad y productividad.

Se dice con razón que el presupuesto de la Cámara de Diputados es muy alto, pero para reducirlo no se requiere disminuir el número de diputados y menos a costa de sacrificar la pluralidad del país. Se pueden ahorrar muchos recursos si se elimina el dispendio y se reducen los gastos suntuarios.

En realidad ya no existen los “diputados plurinominales”. Su nombre correcto es de “representación proporcional”, pues su cantidad responde al porcentaje de votos obtenido por circunscripción. No evitan del todo la sobre y subrepresentación, pero la acotan.

Estoy consciente de que al haber sido electo candidato “pluri” de mi partido, el PRD, se podrá descalificar el presente texto, diciendo que soy parte interesada y directamente involucrada. Pero aprendí en mis clases de Lógica de la Facultad de Filosofía que los argumentos deben sostenerse por sí mismos y que la verdad o falsedad de un juicio no depende de quien lo diga. En fin, les dejo mis razones para que las consideren.

Sígueme en twitter: @ferbelaunzaran

3 comentarios:

norargelia dijo...

Se oye muy bonito en el papel, pero en la pràctica la cosa dista mucho de lo que se supone `deberìa ser,Saludos

Anónimo dijo...

Yo voy a anular mi voto como protesta y desacuerdo para ese sistema de Pluris y unís que hasta hoy no le han servido al país de mucho

Gala dijo...

Efectivamente, la lógica detrás de la teoría de la distribución del poder y representación ciudadana es impecable. Es un claro ejemplo de lo que se ha dicho desde tiempos inmemoriales: "Nuestra Constitución Política es perfecta"; pero cualquier ciudadano medianamente pensante se dará cuenta que la realidad es otra. ¿Nos sentimos representados? No. ¿El gobierno, los partidos, los actores han brindado un verdadero servicio a la ciudadanía? No. Ojalá que aquellos que son llamados a servir a la patria, trabajen más allá de sus compromisos políticos para sentar la bases de una nueva realidad. Esperaremos tus propuestas.