Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelunzaran
Hace 10 años, un puñado de extremistas cambió la geopolítica del planeta. Por supuesto, no como ellos hubieran querido; tampoco como George W. Bush llegó a pensar. Los extremos no pudieron hacer perdurar su lógica de confrontación a muerte entre “Dios” y los “infieles” o entre el “bien” contra “el mal”, según uno u otro fundamentalismo que, en cualquier caso, clamaba venganza. Pero si bien sabemos que el 11 de septiembre de 2001 fue un parteaguas que puso en el centro de la agenda la seguridad norteamericana, aunque no pudo imponerse a mediano y largo plazo la obsesión belicista, no está claro hacia dónde se dirige el mundo con economías tambaleantes de las potencias occidentales y la irrupción de crecientes movimientos de protesta -con notoria preeminencia de los jóvenes- contra sistemas políticos que no atinan a renovarse y dar respuestas adecuadas a los problemas y requerimientos de sus sociedades.
La terrible, atroz y delirante acción contra blancos políticos, económicos, simbólicos y militares de los Estados Unidos dio impulso y base social a inflamados ánimos bélicos e imperialistas dentro de la gran potencia, debidamente alentados por los “halcones” que en ese momento mandaban en la Casa Blanca. George W. Bush, a quien en el documental de Michael Moore se le ve fingiendo que leía un libro que tenía de cabeza frente a un grupo de niños en el momento en que le daban las duras noticias, exhibió la portentosa fuerza militar norteamericana, no tanto para hacer pagar a los terroristas que cometieron los deleznables crímenes como para aprovechar el viaje y hacer sentir, a todos los países de la Tierra, la nueva realidad inaugurada con la caída del Muro de Berlín: el mundo unipolar.
Como suele suceder, y como desde el primer momento se anticipaba, pagaron muchos justos por pocos pecadores. Pero no sólo eso, el tiro le salió por la culata al presidente texano y actualmente, en medio de turbulencias e incertidumbre en la economía, ese país todavía no atina a salir del atolladero en el que se metió y todo parece que concluiran su costosa intervención militar sin dejar gobiernos estables y una zona pacificada. La ola democratizadora que hoy vive Medio Oriente no vino de las armas norteamericanas sino que surgió desde las propias sociedades, hartas de gobiernos despóticos y corruptos, fundamentalmente de los jóvenes globalizados e interconectados por la revolución tecnológica en comunicaciones y el auge de las redes sociales. La invasión de los Estados Unidos a Irak no sirvió para golpear un reducto de Al Qaeda; por el contrario, paradójicamente le abrió la puerta a la organización terrorista para que operara en ese país que, tras la caída del dictador Sadam Hussein, se vio de por sí convulsionado por luchas étnicas y religiosas. Se generó un foco de desestabilización en la región que han costado grandes pérdidas humanas.
Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 conmovieron al mundo. Hubo una espontánea y sincera solidaridad desde todos los puntos del planeta, tanto con el gobierno como con el pueblo de los Estados Unidos. Las víctimas civiles fueron de muchas nacionalidades y nadie se engañaba acerca de que habría una respuesta contundente por parte de los norteamericanos después del golpe recibido y el intenso drama humano que se vivió, no sólo en Nueva York y Washington sino en el planeta entero que seguía en vivo la transmisión. Me recuerdo sorprendido, pasando de la incredulidad al espanto al ver estrellarse a un segundo avión en la otra Torre Gemela, descartando de esa manera tan impresionante la posibilidad de un accidente y maldiciendo a los terroristas que se atrevieron a patearle “los güevos” al gigante sin medir las consecuencias. Unos fanáticos dispuestos a inmolarse hicieron sentir a los estadounidenses que no estaban seguros, que la guerra podría sentirse en su territorio con su estela de destrucción, muerte y dolor; era evidente que eso cambiaría la historia y que las cosas no volverían a ser como antes.
George W. Bush se encargó de dilapidar el apoyo internacional y ganarse a pulso altos índices de antipatía mundial por actuar unilateralmente en la segunda guerra del Golfo Pérsico. Se pasó de la solidaridad a la censura. Ahora sabemos que no existieron tales “armas de destrucción masiva” en Irak y que si bien la ocupación resultó ser muy onerosa para el gobierno del los EU sirvió a algunos contratistas para hacer jugosos negocios. No tardó la molestia externa en ser también interna y el rechazo al entonces presidente dentro de su país, por la crisis económica y también por la impopularidad creciente de la guerra, llegó a niveles históricos.
De la decepción devino la esperanza con la arrasadora elección de Barak Obama, quien hizo del cambio y del cuestionamiento a la ocupación de Irak dos puntos fundamentales de su campaña. Acontecimiento saludado planetariamente como pocos. Pero, como bien sabemos en México, es más fácil prometer el cambio que realizarlo. Los republicanos han adoptado una política de abierto boicot y el llamado Tea Party es un grupo de poder empeñado en provocar el fracaso del gobierno como vía necesaria para ganar las elecciones el próximo año. Los intereses facciosos por encima de las responsabilidades institucionales con el país. También acá sabemos de eso. El caso es que los problemas económicos y la falta de las transformaciones prometidas acabaron con la obamanía y no puede descartarse el regreso de los “halcones” a la Casa Blanca.
En México y América Latina sufrimos consecuencias directas por aquel 11 de septiembre. El paso por la frontera hacia los Estados Unidos se hizo mucho más difícil, trayendo como consecuencia que el tráfico de indocumentados usara las rutas del narco, quienes sustituyeron a los ancestrales “polleros”. Los “narcopolleros” diversificaron su negocio con el de la trata de personas y, como bien sabemos, no hay nadie más vulnerable que un migrante sin papeles, más aun cuando se trata de mujeres y niños. Por supuesto, esa nueva seguridad no logró disminuir la cantidad de drogas exportadas a ese país ni la llegada de armamento para los cárteles.
10 años frenéticos en el que el rostro del mundo ha cambiado vertiginosamente. Osama Bin Laden está en el fondo del mar y aunque el terrorismo sigue siendo una amenaza, el planeta se mueve en otra dirección. Son los movimientos emergentes, la indignación organizada por las redes sociales en un contexto de incertidumbre económica los que amenazan, en mi opinión para bien, el status quo de sistemas políticos rebasados por las circunstancias. Un impulso democratizador que ojalá sea aprovechado y encauzado en lugar de combatido violentamente por las elites que, con razón, se sienten amenazadas. Es tiempo de reformas hacia una democracia más participativa, lo cual no quiere decir renunciar a su carácter representativo. Al contrario, se trata de un complemento indispensable, en virtud de una sociedad global más informada, atenta y demandante.
Es un buen momento para reflexionar, para pensar también en otra guerra tan absurda como la de Irak y que lleva medio siglo librándose con cada vez peores consecuencias. Me refiero a la estrategia punitiva contra las drogas que ha sido un fracaso mundial y que hoy amenaza en serio la viabilidad del Estado mexicano. Por supuesto, igualmente es un momento para pensar en las miles de víctimas inocentes cuyas vidas fueron segadas por un ataque salvaje e irracional. La mejor forma de rendirles tributo es defender los valores de la libertad y fortalecer los regímenes democráticos, lo cual implica llevar a cabo políticas efectivas para procurar justicia social. Frente al maniqueísmo estilo Bush, “el que no está conmigo, está con los terroristas [o con la ‘mafia’]”, se debe impulsar la pluralidad, la tolerancia, el diálogo, la negociación, el respeto por el otro. Sólo así venceremos al verdadero adversario que sigue levantando la cabeza con diversas ideologías y modalidades. Me refiero al extremismo.
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2 comentarios:
Felicitaciones!!! Excelente reflexión e invitacion para dejar de ser pasivos ,la sociedad ya no debe permitir líderes extremistas ke solo conducen al odio hacia los ke tenemos una perspectiva distinta de ellos....
Que maravillosa manera de recordar los hechos que hace 11 años conmcionaron al mundo; sin falsas compaciones y haciendo una invitación que HOY sería muy útil para este país Fernando; "el respeto por el otro"; esa es la clave de la armonía y la paz entre los paises y entre las personas.
Felicidades.
Ivonne P. Miranda (te sigo en FB)
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