Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran
Lo ya logrado por el poeta Javier Sicilia y el Movimiento por La Paz con Justicia y Democracia no es poca cosa. Han sido detonante de un debate público sobre la violencia y la seguridad en el país que ha involucrado a los poderes del Estado y en el cual han terciado especialistas, intelectuales, periodistas, académicos, ONGs y, de manera notable, instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México. Abrió la oportunidad excepcional para que se construya por fin la tan necesaria política de Estado en la materia, lo cual no sólo remediaría una grave carencia que ha contribuido a la división y polarización de los mexicanos sino que permitiría pensar en una alternativa distinta a la de la creciente militarización para hacer frente al poder del crimen organizado. Por eso, la ruta del diálogo, además de retomarse y continuar, debe dar frutos, tener éxito, propiciar acuerdos fundamentales.
Se trata, ciertamente, de un camino con dificultades, pero Sicilia ya abrió la brecha al ser interlocutor de poderes, partidos, instituciones y grupos sociales; al convertir la inconformidad ciudadana en un acicate para que las instituciones cumplan con su obligación constitucional; al exigir y emplazar con su autoridad moral y de cara a la sociedad que autoridades y partidos dejen a un lado la mezquindad del cálculo electoral y actúen a favor de las necesidades del país.
Sin embargo, ese esfuerzo puede desperdiciarse si Sicilia y su movimiento no se involucran en todo el proceso legislativo y de implementación de los acuerdos, o bien se apartan de la ruta estratégica de diálogo y presión social hacia las instituciones que tan buenos resultados les ha dado con los encuentros en el Castillo de Chapultepec. Y es que existe una fuerte presión e incluso ataques, no tanto de los adversarios predecibles como de aquellos que debieran ser su respaldo, pero que por cálculo de facción quisieran que Sicilia y el MPJD fueran actores de conflicto, no de acuerdos; de polarización y no de reconciliación; de ingobernabilidad, no de pacificación; de ruptura, no de restauración del tejido social; de venganza, no de proyección hacia el futuro; de ariete para la lucha electoral del 2012, no como promotor de una visión de Estado que la trascienda.
Da la impresión que la reacción, bien calificada por Miguel Ángel Granados Chapa como “desproporcionada”, de Sicilia frente a la aprobación general de la minuta del Senado sobre la Ley de Seguridad Nacional, dejando reservados los artículos fundamentales para darle otro cariz y retomar los cambios y acuerdos pactados en el Castillo, fue resultado del constante golpeteo de los sectores extremos que hasta le recriminan abrazos y besos. Por desgracia, este no es un asunto que pueda sobrellevarse haciendo concesiones a quienes acusan de “ingenuo”, “legitimador”, “manipulado”, “instrumento del poder” al poeta , pues las declaraciones estridentes con amagos de ruptura y condenación moral a los impíos, además de generar desgaste innecesario y desconfianza en sectores en los que ya se ha despertado simpatía, no resuelve la contradicción con ellos, en virtud de que no es un problema de confianza sino de estrategias excluyentes. Para quien advirtió en el 2006 que no habría “normalidad política” y apuesta a exacerbar la polarización, anegando, entre otras cosas, a lo que ve como un régimen “amafiado”, no puede aceptar que transite la vía del diálogo y que, gracia a éste, las instituciones y el gobierno sean “legitimados” por asumir y llevar a cabo propuestas de la sociedad.
Si las encuestas y los resultados electorales del Estado de México demuestran que la estrategia de confrontación fracaso, el éxito de los diálogos del Castillo demostraría que la ruta del diálogo y las instituciones estaba abierta y era la correcta. Por eso es de esperarse que en la movilización del próximo domingo, a la cual acudiré convencido de la necesidad de promover una sociedad con valores humanistas frente a la ignominiosa posibilidad de seguir avanzando hacia la concepción de Seguridad Nacional como Estado de sitio, haya grupos organizados que expresen el deseo obradorista de “radicalizar” –las comillas son indispensables- al MPJD para que cambié su convicción reformista por la pretensión de ruptura, para que pase del “escuchen, pidan perdón, cumplan con su responsabilidad y hagamos los cambios” al “renuncia Calderón”.
Sicilia debe decidir entre cuidar su flanco izquierdo de las posiciones extremas a riesgo de perder lo mucho que ha ganado con el grueso de la sociedad o irse a fondo por conseguir que se cumpla la agenda del MPJD a través del diálogo, la fuerza de la opinión pública y el respaldo de la sociedad civil, más allá de la izquierda. Quizás eso lo saque del martirologio de los pretendidos impolutos, pero le daría otra perspectiva al país, una alternativa deseable frente a la implacable lógica de la guerra que, al no poder vencer en una lucha contra un enemigo poderoso que es capaz de enfrentarse al Estado con poder de fuego y alta tecnología, además de infiltrarlo a todos los niveles, sólo puede llevar al escalamiento de la fuerza y la violencia en una espiral interminable. El involucramiento creciente de los Estados Unidos y de sus agencias es consecuencia de esa lógica, así como en su momento lo fue utilizar al ejército en tareas de seguridad pública. Un Estado no puede aceptar a ejércitos enemigos moviéndose a sus anchas en su territorio y si la única apuesta para vencerlos es la fuerza, pues eso no tendrá fin mientras el crimen organizado siga teniendo ganancias estratosféricas y, por tanto, la posibilidad de retar a las fuerzas no sólo policiacas sino también armadas.
De ahí la importancia de cambiar la estrategia contra el crimen organizado y que se le dé un lugar preponderante a la labor de inteligencia, concentrándose en reducir los recursos económicos de los cárteles y, con ello, disminuir su capacidad de fuego y de corromper a quienes tienen la obligación de combatirlos. Detectar el lavado de dinero e intervenir cuentas, detener el tráfico de armas –en esas dos tareas es necesaria la colaboración de Estados Unidos- , educar para prevenir adicciones y rehabilitar a los adictos y, aunque se escandalicen las buenas conciencias, es necesario legalizar las drogas, empezando por las llamadas “blandas”. Después del narcotráfico, el siguiente negocio más lucrativo del crimen es la trata de personas, delito muy vinculado a la migración ilegal en nuestro país. Ayudaría mucho que ya no se pida Visa a los latinoamericanos para que haya mayor control sobre ellos, ingresarían legalmente, y dificultar su involucramiento o entrega a las bandas criminales, como actualmente ocurre.
En fin, que la lucha de Sicilia y el MPJD puede ser vital para crear una perspectiva de futuro distinta a la de la guerra sin fin y, para ello, se necesita que siga impulsando acuerdos y ganando conciencias, más allá de los convencidos. Que dialogue y consiga compromisos, que persista en mostrar lo importante que es defender derechos y libertades frente a la barbarie que nos alcanzó. Que siga apostando al poder de la palabra y a sumar voluntades, así sean estas de personajes estigmatizados; que siga mostrando su gran calidad humana y compromiso con la causa de la paz, aunque lo cuestionen por dar escapularios, abrazos y besos a los “malvados”.
1 comentario:
Generalmente la ideología no ha sido un buen punto de partida para resolver los problemas reales. Es fastidioso señalar algo tan elemental, pero todo problema ha de partir de un análisis concreto y sin partir de un planteamiento del narco, sus recursos y su fuerza todas las propuestas van al fracaso máxime cuando van dirigidas solo por la ideología de un "dialogo" que ya tiene miras bien determinadas, objetivos inmutables y mas peligroso, planteamientos ilusos como el de creer que las labores de inteligencia, tan solo por el término, no son violentas por ignorar que solo es el preámbulo del ataque armado. Además toda propuesta también tiene el peligro del fracaso cuando no preve la respuesta del contrario. El narco tiene ya respuestas al lavado de dinero en las que están moverlo internacionalmente y en casas de seguridad. Se busca la mejor solución para todo problema pero resulta que no hay una solución sino múltiples y todas tienen sus desventajas además no siempre se puede seguir, si de resultados se trata, la solución más bonita. La mayoría de las veces la misma realidad impone la respuesta. La guerra de contención contra el narco es por lo pronto inevitable.
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