Fernando Belaunzarán
Twitter: @ferbelaunzaran
Es más fácil cambiar las leyes que las mentalidades. Diseñar una democracia, convencerse de sus virtudes, pelear por ella y establecerla como forma de gobierno no implica, en automático, haberla conseguido. Se requieren ciudadanos que conozcan y sepan moverse con las nuevas reglas; que entiendan e interioricen los valores democráticos; que dejen atrás los atavismos y las concepciones autoritarias; que aprovechen los alcances y acepten los límites de un sistema pensado para la corresponsabilidad de los distintos. Es decir, se necesitan demócratas. Esa es la lección de la transición mexicana.
La idea de que un México democrático nacería en las urnas con elecciones confiables quedó en evidencia como una ilusión e incluso lo que se ha visto es cierto retroceso en ese rubro, pues la calidad de los comicios se ha ido degradando. Cada vez queda más constancia de que en las elecciones (casi) todo está permitido para triunfar. La batalla cultural por la democracia está lejos de ganarse en México y, lo que es peor, existen innegables riesgos de sufrir una regresión política.
En la discusión sobre las alianzas, dicho atraso en la cultura democrática también se ha manifestado. Los códigos del régimen autoritario, incluso entre no pocas personas que participaron en la lucha por la democracia, prevalecen. Muchos no han comprendido que la democracia nace como reacción contra la unilateralidad, que en ella son indispensables los acuerdos y las alianzas y que para funcionar requiere de la cooperación entre opciones diferentes y, en ocasiones, antagónicas.
Sólo si se carece de principios democráticos se puede alegar que éstos impiden a una fuerza aliarse con otra, por más distintas que éstas sean. Además resulta absurdo, pues en los diversos parlamentos del mundo -y México no es la excepción- son normales las votaciones unánimes, producto de negociaciones y acuerdos entre todos los partidos, lo cual demuestra que aun entre antípodas se pueden encontrar coincidencias para caminar juntos.
En la lógica democrática es improcedente discutir si es válido y legítimo que fuerzas opuestas se alíen. Lo que resulta pertinente y necesario es poner sobre la mesa para qué lo hacen. Y si los principios no impiden las alianzas, tampoco la ideología, pues es un hecho que se pueden encontrar puntos de coincidencia que se prioricen por encima de las diferencias. De ahí, por poner un ejemplo, la experiencia exitosa de la coalición entre socialistas y demócratas cristianos en Chile que gobernó con durante 20 años. Lo fundamental es, insisto, revisar los objetivos de cada alianza, establecer si éstos son valiosos y congruentes con lo que plantea cada una de las fuerzas coaligadas y analizar su factibilidad.
Una alianza no es un matrimonio. No es para todo, ni tampoco para siempre. Tiene un ámbito, un alcance y un tiempo determinados. Las diferencias no se borran, simplemente se le da más importancia a algunas coincidencias porque así lo demanda la circunstancia. Por supuesto, las fuerzas al aliarse deben dar a conocer públicamente sus razones y objetivos.
En la democracia ningún partido gana todo y el programa de la opción elegida para gobernar nunca se aplica al 100%, pues se debe pactar con otras fuerzas y eso supone conceder. Los grupos minoritarios deben aceptar que la mayoría decida, pero ésta debe buscar incluirlos en las decisiones y aceptar algunos de sus planteamientos. Por eso, si bien es cierto que se debe gobernar con base en un programa construido de a acuerdo a la ideología propia, eso no obsta para buscar coincidencias o para aceptar puntos distintos provenientes de otras opciones. La coalición electoral hace ese proceso más explícito y desde el principio; pero aun cuando no haya tal y ya estén constituidos los gobiernos, las alianzas siguen siendo necesarias. Y no se diga en los parlamentos, pues en la esencia de los mismos está la conciliación en la diversidad a pesar de las discrepancias. El elemento emblemático de la democracia es el voto, pero lo que la hace funcionar es el diálogo y el acuerdo.
La política debe dar resultados, de ahí que tenga una parte pragmática que no pueda soslayarse. Pero tales resultados tienen que verse a la luz de los objetivos del proyecto que se enarbola. Tanto en la oposición como en el gobierno lo que se debe buscar es aproximarse al ideal social por el cual se lucha y se justifica la actividad política que se realiza. El poder no se justifica en sí mismo sino sólo en función de lo que se hace con él. Si sirve para acercarse a los objetivos programáticos planteados, entonces se usa bien.
Por lo anterior, decir que una alianza es pragmática es como decir que el cielo es azul. Pero eso no quiere decir que se queden en eso. Tienen un rumbo y lo importante es ver que se avance en la dirección correcta. Si los habitantes mejoran de su situación anterior gracias a ellas, entonces valieron la pena.
Un error común es convertir todo en cuestión de principios. En el debate se escucha mucho que por ellos no se puede hacer alianza “con quien se robó la presidencia”. Pero si eso fuera así, ¿cuál es el valor aludido?, ¿cuál es el principio que impide un pacto como ese? A no ser que sean seguidores de la Ley del Talión, no encuentro ninguno. La venganza o ajuste de cuentas no tienen nada que ver con la ética política y la moral no tiene por hogar el hígado. Por supuesto, es natural que haya alejamiento con el que te ha agraviado, pero eso no tiene nada que ver con principios. Pero si es por bien de la sociedad, si es para evitar lo que se considera dañino para el país y con ello se puede incidir para avanzar hacia las metas programáticas, entonces vale la pena dejar a un lado las cuentas pendientes y hacer una alianza. Así lo entendieron, para usar el mismo ejemplo, en Chile. Los socialistas se aliaron con la Democracia Cristiana, partido que respaldó el criminal golpe de Estado de Pinochet. Había muchas razones para sentirse lastimados por lo ocurrido, hubo muchos asesinados y desaparecidos, pero pusieron por delante el interés nacional.
En suma, lo que debe discutirse en una alianza es su conveniencia, si es que ésta sirve para conseguir un objetivo valioso en el terreno de lo posible. Y es que para un partido siempre será mejor ganar solo y tener mejores condiciones para establecer con mayor fidelidad su programa y sus prioridades; pero cuando no aliarse significa ir a una derrota segura, entonces es simple fantasía hablar de lo bueno que sería no tener que compartir el triunfo. Así lo entendió Lula, el cual supo hacer alianzas para ganar la elección y para gobernar. Como candidato puso de compañero de fórmula a un empresario y viejo adversario suyo –en México algunos extremistas le hubieran llamado “miembro de la mafia”- y siendo Presidente hizo una declaración tan elocuente como contundente sobre la necesidad de hacer alianzas, incluso con antípodas, en un régimen democrático: “Si Jesús gobernara Brasil, tendía que hacer coalición con Judas”. Claro, Lula es un estadista y esos no se dan en maceta.
De paso…
Monopolios. Una guerra de gigantes se está llevando a cabo en las Telecomunicaciones. Empresas dominantes en su ramo han expresado abiertamente sus diferencias y, en ese choque, el Estado mexicano se muestra con instituciones débiles, rebasadas y sin la capacidad de poner orden. Ambas partes gozan de privilegios y a ambas les parecen inaceptables las ventajas del otro en su ámbito. La solución no es que un monopolio se imponga sobre el otro sino que se combatan con eficacia las prácticas monopólicas. Se deben privilegiar las necesidades de la sociedad y la salud de la república, la cual requiere que ninguna persona o corporación concentre tanto poder. En ese sentido, es correcto que disminuya el costo de la interconexión de la telefonía celular, pero también que haya más opciones en la televisión abierta. Es fundamental que prevalezca el interés del consumidor. Ahí está la clave, porque además eso favorecería la transición democrática. Crear las condiciones adecuadas para la competencia real, tanto en telefonía móvil como en la TV abierta, es el camino deseable. Lo que es inaceptable es que sólo “se haga justicia en el monopolio de mi compadre”. Telcel, Televisa y TV Azteca deben estar dispuestos a jugar sin privilegios en sus respectivos terrenos… En entrevista con Carlos Loret de Mola, Enrique Peña Nieto dijo que las alianzas que le parecen inaceptables son las de partidos con plataformas contrapuestas y como ejemplo puso el aborto. Loret le recordó que en su partido coexisten ambas posiciones y tiene razón. En el DF el PRI votó a favor, pero en 18 estados aprobaron legislaciones antiaborto. Peña Nieto se mordió la lengua… Algo similar le ocurre a Andrés Manuel López Obrador cuando dice que “por principios” el PRD no puede hacer alianza con el PAN cuando siendo presidente impulso ir junto con ese partido a las elecciones en Hidalgo, Nayarit y Coahuila e incluso planteó hacerlo en la presidencial del año 2000… Baja California Sur fue lo opuesto a Guerrero. Un estado que el PRD tenía en la bolsa lo perdió. Hay diversas razones, pero la más clara fue la aceptación del chantaje de una corriente minoritaria para imponer en La Paz al peor y más desprestigiado de los candidatos. Por esa razón, Marcos Covarrubias, teniendo ya la candidatura a gobernador, cambió de partido… No basta con que Muammar Gaddafi deje el poder. Es un asesino que debe ser juzgado por un tribunal internacional por crímenes de guerra. Tiene un largo historial para ello, pero con el hecho de haber mandado aviones de guerra para disparar y bombardear a la multitud congregada es más que suficiente… Lamento que un grupo de provocadores hayan impedido al Senador Francisco Labastida Ochoa presentar una ponencia en el Auditorio Narciso Bassols de la Facultad de Economía. La intolerancia es inaceptable, más aun en un centro de enseñanza, y todavía más en la Universidad de la Nación. La UNAM está abierta a todas las ideas. Qué penoso que un puñado de extremistas nieguen de esa manera la esencia universitaria… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran
9 comentarios:
¿Y vender el alma al diablo? ¿así de simple? Que fácil, la intención es ganar, pero pregunto ¿ganar qué? ¿Se puede tener comunión derecha e izquierda? Eso si lo que tenemos hoy en día en el PRD es izquierda. ¿Los principios no valen? Regreso, ¿tenemos que vender el alma al diablo, con el único fin de compartir el triunfo político con quien usurpa, bueno, dejemos atrás al usurpador, con un Partido (PAN) que he llevado al país a la triste derrota en todos los ámbitos a cada mexicano? ¿Tengo que unirme con quién aprobó el FOBAPROA y nos hundió más en la miseria a cada mexicano? No amigo, los principios son los principios, sigamos vendiendo el alma al diablo y al rato tendremos un sólo partido, producto de la unión PAN/PRD, aunque lo más seguro es que el PAN se coma al pichón del PRD.
Pues me considero panista pero ni para criticarte por que en automatico soy de la jihad pejista. Ni a quien irle.
Exacto, este hereje le criticas e inmediatamente te acusa de pejista.
Debemos llegar a un principio que está más allá de los partidos, éstos solamente son un medio -que deja de tener validez con el logro del principio básico- para lograr la CIVILIDAD. Ya lo dijo Lula: el beneficio de los ciudadanos no tiene ideologías.
La joya de la corona en el texto es "el interés nacional" por sobre muertos y desaparecidos...
Que miedo...
Yo no pongo un sólo muerto ni un desaparecido.
Duermo por las noches porque tengo ideología, pero sobre todo, duermo porque no me acuesto con el enemigo.
Este muchacho no era del CEU?
Uh y yo que pensé que para estos demócratas de izquierda la discusión y el debate previo a cualquier decisión serian fundamentales pero no, ahora resulta que “En la lógica democrática es improcedente discutir si es válido y legítimo que fuerzas opuestas se alíen”.
Así que no discutamos mas y proclamemos la muerte de las ideologías, aunque, si se hace eso también habría que declarar la muerte de los partidos, ah no, eso no por que se les acaba el negocio...
Ah una cosa mas, perdón por ser un principiante en esto de las alianzas, pero es que con eso del "Dia Internacional de la Mujer" recordé a Rosa Luxemburgo asesinada por esos traidorcillos socialdemócratas alemanes, que por cierto plantearon primero que nadie las mismas tesis que hoy defienden los Chuchos....
Olá, tudo bom? Gostei do seu blog, estou seguindo. Bjus
Los extremos no son buenos, la isquierda no es una panacea, tampoco la ultraderecha, lo ideal es un gobierno de centro derecha o centro isquierda. el socialismo puro o el comunismo puro, terminan esclavizando a sus sociedades y solo la cupula del partido dispone de todos los recursos de un pais, generando una corrupcion enorme, terminando por ser ineficientes, donde solo unos pocos se benefician ya que todo lo politizan y todo es el partido unico, es imposible un sistema donde no se de el intercambio de bienes y servicios a traves de una mercancia que tiene valor de cambio que es la moneda o el dinero, en china esclavizan a los trabajadores y no pueden protestar porque los matan, en cuba la gente se lanza a un mar infestado de tiburones con prefieren eso a quedarse en el comunismo y en corea del norte se lanzan al mar tratando de llegar corea del sur, en la europa del este en especial alemania le colocaron un muro con franco tiradores para que el que escapara lo mataran entonces es mejor la isquierda? francotiradores
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