Fernando Belaunzarán
México pasa por un momento inédito y, sin embargo, se insiste en mirarlo a través de los mismos viejos lentes. Dadas las circunstancias, la sucesión presidencial del 2012 no es ni puede ser un asunto circunscrito al ámbito tradicional de la política en el que los ciudadanos son espectadores de candidatos partidarios que apelan a su simpatía para ganar una elección más o menos polarizada entre los contendientes. En esta ocasión, la disputa trasciende, por mucho, colores y personajes de la clase política, sean éstos polémicos, carismáticos, temidos o incluso fabricados en la pantalla de televisión.
Hay que darle rumbo y certidumbre a la nación en un momento crítico, sin parangón desde la Revolución Mexicana, y se ha hecho tan indispensable como inevitable que otros actores emerjan para romper el círculo vicioso de un sistema endogámico, autista, indolente y sumido en pequeñas disputas mientras el país se hace pedazos en las manos de su elite dirigente. La salida, la opción diferente, renovadora, fresca, dinámica, transformadora, seria y con responsabilidad, la esperanza de un México distinto y más justo, tiene que venir de la sociedad. Y quien puede representar mejor esa posibilidad de cambio en la próxima elección presidencial, sin duda alguna, se llama Juan Ramón de la Fuente.
El ex rector de la Universidad Nacional no sólo cuenta con el prestigio, la experiencia, el conocimiento y la trayectoria que se requieren para generar confianza en una ciudadanía comprensiblemente cada vez más escéptica sino que además es un punto de encuentro, una propuesta capaz de sumar apoyos de muy diversos sectores, trascender la polarización en los términos en los que se ha dado en los últimos años y construir una mayoría para vencer al candidato de la restauración que hoy parece imbatible, no, por cierto, debido a su propuesta sino a la promoción y respaldo descarados que desde hace años le brinda el gran poder mediático del país y al declive que por razones distintas han sufrido las dos opciones que se disputaron la presidencia en el 2006.
El resurgimiento del PRI se explica no porque haya cambiado, la gente los extrañe o representen una propuesta sólida y atractiva para el futuro sino porque de repente se convirtieron para muchos mexicanos en la única opción ante un gobierno claramente rebasado por los problemas y una oposición de izquierda que debió haber sido la que capitalizara la crisis, falta de rumbo e incapacidad gubernamental pero que lamentablemente se autoanuló por caer en el mesianismo, la depuración, la intolerancia y la confrontación con sectores crecientes de la sociedad. También es cierto que gobiernos de todos los colores han gobernado de la misma manera que los priístas y que eso ha contribuido al desencanto por el cambio siempre pospuesto y a la visión de que todos los partidos y sus dirigentes son iguales y que, en una visión distorsionada por el tiempo, no pocos piensen que los representantes del pasado son igual o quizás más corruptos, pero con mayor experiencia y eficacia.
Si la inseguridad, el desempleo y la ausencia de perspectivas de la administración calderonista golpeó a la derecha en el poder, el cierre de Reforma, la proclamación de un “Presidente Legítimo”, la toma de tribunas, la preponderancia de un discurso reiterativo, simplista, maniqueo, resentido y sin imaginación por parte del movimiento obradorista, así como la división y lucha fraticida que se expresaron en el principal partido de izquierda en el país, hicieron que por eliminación muchos ciudadanos voltearan hacia el pasado, hacia el partido del viejo régimen, aunque sin entusiasmo ni grandes expectativas, viéndolo como lo menos malo.
Por supuesto, en este proceso han tenido que ver algunos medios de comunicación electrónica que además de haber caído ocasionalmente en excesos al señalar y enfatizar sobre ciertos errores y defectos del líder más conocido de oposición, Andrés Manuel López Obrador, fabricaron una figura, Enrique Peña Nieto, con imagen de político de telenovela cuya consistencia programática, visión de país y capacidad en la administración pública es desconocida para los ciudadanos, pues el mexiquense se encuentra protegido por de una realidad virtual vacua y frívola que sin embargo ha sido efectiva para generar popularidad. Si no sucede algo que altere el panorama, que sacuda a la nación, en sí, la emergencia de un proyecto que conmueva a la sociedad y la convenza de hacerse sentir para cambiar realmente a México, entonces resulta inminente el arribo a la presidencia de este personaje que no se para en sus propias piernas y que serviría preferentemente a los intereses de los poderes fácticos que lo encumbraron.
Ese algo extraordinario que necesita el país para salir de la descomposición política, económica y social en la que se encuentra difícilmente podrá venir de los políticos que hoy se encuentran en palestra, pues padecen del mismo desgaste y están subsumidos en un sistema anegado. La fuerza para hacer los cambios necesarios, para abrir nuevas perspectivas a los mexicanos y darles de nuevo esperanza en un futuro mejor sólo puede provenir de la sociedad, y el que encabece ese esfuerzo, en consecuencia, de lo mejor de ella. ¿Y qué mejor lugar que la Universidad Nacional Autónoma de México, a la que Juan Ramón de la Fuente levantó de la postración en la que se hallaba cuando comenzó su gestión como rector, tras casi un año en huelga?
Los vientos de la sociedad pueden lograr que se recuperé el empuje democrático que se desató hace dos décadas y que hoy parece extinguido. Frente a un candidato prisionero de los consorcios nadie mejor que De la Fuente, hombre capaz de hacer equipo con intelectuales y académicos de primer nivel y sumar en torno a un proyecto serio y sustentado de transformación a los que antes estaban confrontados, a los que se desilusionaron, a los que cambiaron de camiseta, a los que nunca han participado y, muy importante, a los jóvenes que no ven alternativas y cuyo ímpetu resulta indispensable para construir un nuevo país más justo, libre y democrático. Un proyecto que, al igual que lo hicieron todas las potencias emergentes del orbe, ponga énfasis en la educación, la ciencia y la tecnología, la cultura como base de identidad y sustrato indispensable en la relación con el mundo y con nosotros mismos.
Por supuesto, Juan Ramón de la Fuente no es una propuesta para ser enarbolada por un partido político, mucho menos por una corriente al interior de alguno de ellos. El ex rector es, como dijimos, un punto de encuentro más allá de las organizaciones políticas y es en la sociedad donde tiene que hacerse fuerte. Los partidos políticos, entre ellos el PRD, deben ser sensibles a una opción como ésta y, dado el caso, poner su registro y su fuerza al servicio de esa candidatura ciudadana para no dividir las fuerzas y, en cambio, contribuir a la victoria.
No debemos esperar milagros ni cruzar los dedos para que se den volteretas alucinantes que sólo confundiendo los deseos con la realidad se les puede dar crédito. Ninguno de los hoy expuestos está en posibilidad de vencer a Peña Nieto y su sustento mediático. Se requiere un nuevo jugador en el tablero que tenga la capacidad, el conocimiento y el carisma para convertirse en la alternativa. Es insuficiente derrotar a los caciques priístas y quitarles posiciones territoriales aunque las alianzas hayan puesto como locos a los priístas. Necesitamos una opción creíble y atractiva: el hombre que sabe frente al chico vacuo del telepronter. Insisto, no nos engañemos, el único que puede vencer a Enrique Peña Nieto se llama Juan Ramón de la Fuente.
De paso…
Indignación. Es explicable que el Presidente de los Estado Unidos, Barack Obama, se indigne con la muerte de tres norteamericanos vinculados al consulado de su país en Ciudad Juárez. Pero haría mejor en hacer lo mismo por los casi 20 mil asesinados por cuestiones de narcotráfico en México.Y el problema, por otra parte, es saber qué hacer con la indignación. Para empezar debiera impulsar reformas para mejorar el control en la venta de armas y en el tráfico de ellas por la frontera, enfrentándose a los altos intereses de los fabricantes de armas, y en segundo lugar podría dejar la doble medida, el doble discurso y la doble moral de EU en la llamada “guerra contra las drogas” y tratar en serio el problema del consumo y en lugar de favorecer el mercado negro avanzar en la regulación de las drogas junto con programas de información, educación y rehabilitación, tal y como ocurre ya en 14 estados de la Unión Americana. México, al menos, debiera copiar la legislación sobre producción, distribución, venta y consumo de marihuana en California y dejar a un lado la estrategia “Rambo” que ha demostrado con creces su fracaso. ¿Con qué cara EU puede objetar que apliquemos una norma vigente en su país?... Carlos Slim es el hombre más rico del mundo y otros ocho compatriotas más ese encuentran en la selecta lista de la revista “Forbes”. Por sí mismo no hay nada de censurable en ese hecho. Sin embargo, dadas las circunstancias, se trata de una muestra más de que el sistema económico mexicano es perverso. La pobreza se ha extendido, México no sólo no ha crecido sino que decreció 7% el año pasado y sin embargo la riqueza se concentra. Desigualdad e injusticia en un país sin crecimiento. Eso es lo que se nos escupe con dicho anuncio… En Tlaxcala el DIA (PRD, PT y Convergencia) ya tiene a su candidata: la senadora Minerva Hernández Ramos que contra el machismo, el sectarismo, la mezquindad y los golpes bajos consiguió ser la abanderada de su estado y hoy se encuentra al frente de las tendencias electorales. El priísta Mariano González decidió entrar a una encuesta para medirse con la senadora y auscultar la posibilidad de establecer una alianza opositora, pero como perdió 2 a 1 y se le olvidó aquello de que “hay que saber perder” sigue en su intento por ser candidato de su partido... A pesar de las evidencias, Enrique Peña Nieto no reconoce que negoció el IVA a cambio de ventajas electorales para su partido. Tampoco, por supuesto, reconoce que su cita en El Vaticano fue en premio por sus gestiones a favor de las legislaciones antiaborto apoyadas por el PRI en 18 estados, aunque los platos rotos los pague la presidenta Beatriz Paredes que ha hecho un papelón por el tema, entre otras razones, porque ni modo que admita que no manda en su partido…Síganme en twitter: @ferbelaunzaran
1 comentario:
Coincido en todo, pero nunca e escuchado al Dr De la Fuente hacer un pronunciamiento claro al respecto, y el tiempo corre, ¿qué sigue?
twitter@juanpabloybarra
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