martes, 20 de octubre de 2009

EL JUICIO DE ULISES

Fernando Belaunzarán

Ulises Ruiz ya fue juzgado y aunque se niegue a dejar el cargo y logre terminar su gestión gracias al respaldo nacional de su partido no podrá quitarse nunca el peso de una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que lo censura política y moralmente. Pero lo de menos –que no quiere decir sin importancia- es la suerte de este personaje que con sus acciones y omisiones contribuyó a la exacerbación del conflicto y el penoso viaje a la deriva de Oaxaca por un lapso de tiempo que pareció una eternidad frente al futuro de este estado que no puede seguir por el mismo derrotero de cacicazgos autoritarios que administran tanto la represión como la cooptación de opositores vía el erario.

Los que aducen los excesos de la APPO para tratar de exculpar a Ulises Ruiz dicen verdades, pero se equivocan. Sí hubo actos injustificables por parte del movimiento como las muestras de la llamada “justicia popular” en la que denigraban, humillaban y exhibían los despojos de supuestos delincuentes torturados en nombre del “pueblo”, mismos que amarraban, pintaban y sobajaban en plaza pública con letreros de autoinculpación que recordaban los métodos de la inquisición, o la agresión al periodista Ricardo Rocha, o los abiertos llamados a la violencia desde radiodifusoras “expropiadas”. Sin embargo, además de que ni eso ni nada otorga licencia a gobernante alguno para violar la ley que juró cumplir y hacer cumplir, se trata de planos diferentes. Cualquiera que haya pasado por una clase de Civismo sabe que una cosa son los derechos y obligaciones de los ciudadanos y otra muy distinta las de los que ejercen atribuciones de gobierno.

Ulises Ruiz estaba obligado a enfrentar las protestas con las armas de la política en el marco de la ley, estando impedido de ir más allá de eso. La creación de grupos paramilitares que hostigaron y asesinaron a mentores y appistas y que sólo lograron exacerbar los ánimos y crispar al movimiento hasta grados superlativos, así como la creación de “radios piratas” oficialistas que amenazaban y atizaban la polarización social, recuerdan las estrategias de contrainsurgencia en los países de Centroamérica en los años 80 y es muy difícil pensar que se hayan llevado a cabo sin al menos el consentimiento tácito del Ejecutivo estatal. La violencia de la APPO –de alguna manera provocada, pero no por ello menos reprobable- no justifica la violencia gubernamental, mucho menos aquella que siendo alentada por las autoridades se dio bajo las sombras del clandestinaje y la ilegalidad.

Ahora bien, Ulises Ruiz no sólo no pudo dar solución a la inconformidad magisterial y luego social de Oaxaca sino que incluso él se convirtió en El Problema. Eso fue así porque siguiendo el manual de comprar o reprimir renunció a la política y quiso acabar con la protesta mediante un golpe de fuerza que se le revirtió, escalando el conflicto al punto de ser rebasada su capacidad de respuesta. Y ante esa situación lo que predominó en el gobierno estatal fue la idea de que el fin justifica los medios, olvidándose de manera premeditada de los límites y las responsabilidades que todo gobierno tiene en la utilización del poder público, como es velar por el respeto a los derechos humanos de los detenidos y mantener su actuación, pública y soterrada, en el marco de la ley, de tal suerte que contribuyó como nadie a la descomposición política y social de la entidad. Por eso es que se le juzgó y condenó al todavía gobernador de Oaxaca.

No se trata de enaltecer a un movimiento cuya radicalización lo condenó al aislamiento, el desgaste e incluso la repulsión de importantes sectores sociales, además de que permitió con extrema facilidad la infiltración de provocadores que dieron pie a la estigmatización mediática y desprestigio nacional de la APPO, lo que a su vez preparó el terreno para la intervención policiaca. Mucho menos de exculpar a Vicente Fox que estaba tan preocupado por derrotar a como diera lugar a López Obrador que dejó al garete a Oaxaca para no afectar a su candidato. Pero hay que decir lo obvio: las responsabilidades que tiene como gobernante Ulises Ruiz no se eximen ni por los excesos de un grupo de inconformes ni por la negligencia del gobierno federal.

La sociedad de la capital oaxaqueña vivió en la zozobra durante meses por el desgobierno y la polarización atizada por los ultras de uno y otro bando. El aferramiento al poder por parte de Ulises Ruiz desnudó al grupo gobernante del estado que prefirió optar por la descomposición y el incremento de la violencia antes de buscar salidas institucionales que devolvieran la tranquilidad y estabilidad a Oaxaca. Las heridas siguen abiertas, el tejido social permanece dañado y está pendiente la deseada reconciliación. Ésta sólo será posible con el cambio anhelado y hasta ahora pospuesto, que termine con el autoritarismo caciquil, combata la pobreza y la marginación y sea capaz de incluir y sumar para construir mayorías.

En el país de la impunidad indigna, pero no extraña que los culpables estén como si nada. Es muy posible que por más exigencias de la opinión pública Ulises Ruiz permanezca en su puesto hasta entregar el poder al triunfador de la elección del próximo año y después se dedique sin sobresaltos a administrar sus negocios. Pero sin desdeñar la demanda de justicia lo fundamental es derrotarlo con votos y que la alternancia abra la posibilidad del cambio profundo y verdadero que requiere Oaxaca. Para ello no hay otro camino que la alianza, la cual, por desgracia, se ha complicado por la autoritaria decisión del gobierno federal panista de acabar con la Compañía de Luz y Fuerza del Centro mediante un decretazo que puso a más de 40 mil trabajadores en el desempleo. Sin embargo, sería una gran calamidad para los oaxaqueños cerrar la puerta a esa posibilidad.


De paso…

¡Qué bonita familia! El gobernador de Tlaxcala, Héctor Ortiz, que tiene un férreo control de la Universidad del estado desde 1983, decidió modificar la Ley Orgánica de esa institución en el Congreso Local para que su hermano Serafín pueda reelegirse por un nuevo periodo. Previamente había extendido su mandato por dos años de manera ilegal aduciendo que se había decidido por “aclamación”. En un primer intento la pretensión del gobernador fue rechazada, pero, luego, como su partido el PAN tiene la mayoría absoluta del órgano parlamentario, apretó para volverla a someter a votación. La segunda fue la vencida, pero tuvo como visitante a otro de sus hermanos, Rodolfo, que sin ser diputado se metió al salón de plenos, subiendo incluso a la tribuna en donde comenzó una trifulca lamentable. Cabe añadir que la Universidad de Tlaxcala es de las peores calificadas del país y la autonomía lejos de servir para el desarrollo académico, como está concebida, ha sido el parapeto para que un grupo político lo tenga como botín. Es hora de recordarle al gobernador que la Universidad es de la sociedad tlaxcalteca y no de su familia… Con el autoritario decretazo de Calderón extinguiendo la Comisión de Luz y Fuerza del Centro, Andrés Manuel López Obrador encontró la bandera que venía buscando desde hace tres años y que se le frustró con la reforma energética de (casi) consenso que se cocinó en el Congreso. Sabe, y su inobjetable derrota en Tabasco se lo recordó –hasta en su pueblo perdió-, que sacrificó la competitividad electoral a cambio de la apuesta a favor de una hipotética revolución que revocara el mandato de titular del Ejecutivo y que le permitiera reposicionarse en medio de la crisis política. Siente que esa oportunidad se presenta ahora y que la lucha del SME puede detonar el descontento social por la crisis, el desempleo, la inseguridad y el descrédito de la clase política. Es verdad que la radicalización del movimiento de los electricistas puede llevar a éstos al aislamiento y que en lugar de ayudarlos a concitar simpatías se incremente el rechazo. Pero a AMLO no le queda más que una carta y la va a jugar sin medir consecuencias, entre ellas la prolongación de la caída en las preferencias electorales de la izquierda y que se siga fortaleciendo el PRI. Por eso va a buscar tensar en todos los frentes, lo que incluye, otra vez y entre otras cosas, la toma de tribunas que no sirven para nada excepto para cultivar el desprestigio de quienes las llevan a cabo… Haciendo a un lado el pudor por la flagrante violación a la ley, el vocero de la Catedral Metropolitana, Hugo Valdemar, vetó a Emilio Álvarez Icaza para ser el ombusman nacional. La razón que aduce es que el ex presidente de la Comisión de Derechos humanos del DF no se opuso a la despenalización de la interrupción del embarazo en la capital del país, es decir, que no tomó una moral religiosa particular como moral de Estado. La temeraria declaración del sacerdote pone en evidencia, una vez más, la necesidad de defender el Estado laico… Maradona se equivocó. Un jugador que era un deleite verlo como se echaba a las espaldas la conducción de su equipo y lograr grandes cosas no ha demostrado su valía como director técnico. Con muchos esfuerzos consiguió la calificación de Argentina y en lugar de tomarlo con calma y mostrar que tiene los pies en el suelo, se puso a insultar de manera burda y prosaica a sus detractores. Vamos a ver si la sanción que viene por su incontinencia verbal no lo saca del Mundial… México clasifico a la Copa del Mundo, pero el nivel que ha mostrado hasta ahora no parece presagiar un buen papel. Tendrá que mejorar mucho…

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