Justo cuando la política militarista e intervencionista de George Bush se encuentra en bancarrota y a punto de ceder su lugar a otra diferente con el próximo cambio de poderes en Estados Unidos, el ejército israelí lanza una brutal ofensiva militar en la franja de Gaza en la que, al igual que como sucedió con la invasión a Irak, se ignora al derecho internacional, se impone el unilateralismo y se desprecia a la opinión pública mundial. Saltan a la vista la desproporción en el uso de la fuerza, las bajas civiles, el dolor humano y la profunda injusticia que agrava hasta la alarma las condiciones de vida de una población de por sí desfavorecida por la acción devastadora de una potencia descontrolada e impune. Por supuesto que Israel tiene derecho a preservar la seguridad de sus fronteras y proteger a sus habitantes, pero eso no le da carta abierta para hacerse “justicia” por propia mano y pasar la factura a miles de personas inocentes. Además, lejos de conseguir lo que dice que se propone, sólo logra complicar la difícil situación que se vive en Medio Oriente y en lugar de combatir con eficacia al terrorismo y a los extremismos acaba por alentarlos.
Los cohetes, muchos de ellos caseros, que grupos fundamentalistas lanzan hacia poblaciones de Israel desde la franja de Gaza constituyen una agresión inaceptable que debe condenarse y obligar a las autoridades palestinas a tomar medidas para evitarlas o, si éstas no lo hacen, que los organismos internacionales pertinentes actúen en consecuencia con base en la diplomacia y el derecho. Pero son a todas luces un pretexto para intentar justificar –como si eso fuera posible- el tremendo despliegue militar israelí y sus también inaceptables agresiones que, por cierto, son mucho más destructivas y letales. Nos recuerda Robert Fisk (La Jornada 8 de enero) que en las cercanías de Gaza han sido asesinados veinte israelíes en diez años, veinte vidas perdidas de manera ruin y deleznable que merecen la condena unánime de la comunidad internacional y satisfacciones de justicia a los deudos, pero que no guardan ninguna proporción con lo ocurrido en las últimas dos semanas en donde hay más de 700 muertos palestinos -casi la tercera parte son menores. Parece que esta guerra atroz e injusta persigue otros fines.
Por un lado están cerca las elecciones en Israel y es de todos conocido que la amenaza presente del “enemigo” y el establecimiento de un ambiente social bélico y patriotero además de inflamar los ánimos sirve para orientar tendencias electorales. Trágico populismo que sacrifica vidas para conseguir votos y concitar apoyo. El gobierno israelí ha fabricado una emergencia nacional y puesto su seguridad nacional en primer plano como ardid para mantener el poder, al fin y al cabo que la sangre derramada es de un pueblo al que, en un inentendible racismo para quienes fueron por siglos discriminados, perseguidos y agredidos, desprecian, ofenden y oprimen.
Pero es muy probable que tal pragmatismo criminal no sea la única “razón” para esta ofensiva que, en virtud de ser a todas luces fortuita, delata su oportunismo. Y es que pareciera que buscan imponerle el mantenimiento de la política Bush Jr. al próximo presidente norteamericano. Como se sabe, los llamados neoconservadores, ideólogos y hegemónicos durante la, por fortuna, agónica administración, establecieron como estrategia para la pacificación de Medio Oriente el predominio militar de Israel con el apoyo activo de Washington antes que la continuación de las pláticas de paz que implicaban concesiones recíprocas, tal y como fueron impulsadas por Bill Clinton, cuya capaz y brillante esposa se hará pronto cargo de la política exterior norteamericana. Por lo tanto, con la guerra pueden estar apostando a reducirle el margen de maniobra al próximo presidente que tiene como punto básico la revisión de lo hecho en esa materia en los últimos años y de entrada ya expresó su deseo de dialogar con el gobierno iraní; no olvidemos que uno de los más consistentes y certeros críticos de la invasión a Irak y su posterior ocupación fue precisamente el entonces Senador Barack Obama.
Con el conflicto avivado arabé-israelí seguramente piensan que a Estados Unidos no le va a quedar más remedio que cerrar filas con Israel y que los previsibles, si no es que alentados, actos terroristas provocados por tal situación coadyuven a mantener la línea dura y rabiosa de “guerra al terrorismo” a pesar de que ya está demostrado que sale peor ese remedio que la enfermedad. En efecto, las imágenes de las hileras con niños muertos promueven más la inmolación terrorista que los videos de Bin Laden, pues el odio y la injusticia lacerante son su caldo de cultivo.
Si el objetivo es debilitar a Hamas -al que por cierto la inteligencia israelí en algún momento decidió fortalecer como una forma de debilitar el liderazgo del entonces presidente Yasser Arafat- se están equivocando plenamente. Por principio de cuentas está visto que los bloqueos económicos que lesionan al pueblo lejos de debilitar gobiernos le dan legitimidad. El extremismo árabe tiene a la opresión israelí como su principal bandera y aliciente para que muchos jóvenes que no encuentran caminos pacíficos e institucionales efectivos para canalizar su molestia se les sumen. Y ahora con la guerra los están haciendo mártires para su pueblo como ocurrió con el Hezbollah en el reconocido error de invadir Líbano en 2006. Al extremismo se le derrota con política, haciendo viable y funcional la negociación y generando un clima de coexistencia pacífica que promueva el desarrollo común de los pueblos de la región, lo que implica detener la espiral de violencia y odio. En lugar de apostar por ser temidos y odiados las potencias debieran buscar ser respetadas y valoradas, tal y como parece ser la intención de Obama al que todo indica le quieren sabotear ese necesario y loable cambio de imagen del país más poderoso del planeta.
De paso...
Doña Amalia. En diciembre el país tuvo la dolorosa perdida de Doña Amalia Solórzano, viuda del General Cárdenas. Entre muchas cosas buenas que hizo, Doña Amalia jugó un papel fundamental en la llegada de miles de refugiados de la guerra civil española, en especial de los huérfanos conocidos como “los niños de Morelia”. Sin duda, una mujer excepcional... Comparto la alegría de muchos mexicanos al poder sintonizar de nuevo a Carmen Aristegui en la radio. Ya la extrañábamos... Como ex jefe de Gobierno y dirigente prominente de la oposición política en el país por supuesto que Andrés Manuel López Obrador tiene el derecho a contar con una escolta y el Estado la obligación de proporcionársela, máxime la situación de violencia e inseguridad desbocada que sufrimos y las consecuencias negativas que traería para la estabilidad de la nación el que se atentara contra su integridad. En ese sentido no se trata de un privilegio sino una necesidad política elemental. Nada más hay que cuidar las formas y no hacer mal lo que se puede hacer bien... Pregunta ineludible aunque se haga en voz baja: ¿qué será de esto y de aquello, de nosotros y de ellos, del país, después de la crisis?... La decisión de PT y Convergencia de llamarle a su coalición “Por el bien de todos, primeros los pobres” confirma que no tienen más estrategia electoral que tratar de piratearle votantes al PRD… Buen inicio tuvo “Producciones cha, cha, cha” de Del Toro, Cuarón e Iñarritú. “Rudo y Cursi” resulto una estupenda comedia. ¡En hora buena para el cine mexicano!... Buen año, les deseo de corazón, a todos los lectores.
1 comentario:
Tienes razón en lo que dices con respecto a la guerra en Gaza. Pero por favor, "Rudo y Cursi" no es más que una basura embrutecedora, tristemente mexicana. Jamás me creí que Gael o Diego fueran del pueblo que muestran. Pésima actuación. La autoexplicación del tal batuta es un recurso demasiado bajo... como para un público idiota incapaz de entender si no se le sobreexplica la situación y los chistes no son más que reforzamientos del esteriotipo bulgar que tienen las gentes de "ciudad" sobre quienes somos de pueblos más pequeños. UNA BASURA
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