No seré yo el aguafiestas. Tampoco el que alerta de ciertos o imaginarios peligros ni el que juega con dados marcados señalando previsibles desengaños. Por el contrario, hoy quiero gozar plenamente la satisfacción del momento, colocarme entre los optimistas, los esperanzados, los que gritan en la calle “sí se puede”, los que están convencidos de la trascendencia del acontecimiento, los que saben que están viviendo un momento histórico y que se sienten, con razón, parte de él, protagonistas de un cambio exigido y reiterado por millones en el país más poderoso de la Tierra que por ello mismo repercute en el mundo entero. Lo hago a sabiendas que las expectativas generadas dentro y fuera de Estados Unidos rebasan por mucho la capacidad de un hombre acotado por la crisis y cuya actuación no podrá obviar a los intereses que determinan las prioridades de una superpotencia. Y es que una cosa es tener conciencia de los límites y otra desconocer que el hecho mismo ya es un paso no menor en la dirección correcta que abre paso a la legítima esperanza. Hoy me sumerjo con gusto en la obamanía sin plantearme siquiera la expedición de cheques en blanco.
En mi caso, pues, la participación de la algarabía del momento está lejos de la ingenuidad autorecetada y no tiene por intensión asirse a un rabo de esperanza que sin duda urge en estos tiempos de tantos peligros, de tanta incertidumbre; mucho menos de perderse en un embriagante seguidismo frente al fascinante hombre del momento. Sin devoción, sin actos de fe, sin ciega esperanza, sin entregas acríticas e incondicionales, sin ver auras místicas alrededor de la cabeza del presidente número 44 de los Estados Unidos hay motivos más que suficientes para sentirse alegres y ver con optimismo el futuro no obstante, o quizás gracias, a los enormes problemas que en su país y en el mundo se enfrentan. Es pasión, pero también razón. A final de cuentas no espero que cambie abruptamente la geopolítica mundial ni que el imperio se comporte de la noche a la mañana como una nación respetuosa de la autodeterminación de los pueblos ni que los principios se impongan a los intereses económicos que siempre han dominado la política exterior de ese país. No, no espero milagros.
Por cierto, el primero que se ha empeñado en rebajar las altísimas expectativas es el ya presidente Barak Obama. Ha resistido con inteligencia y dando muestras de convicción democrática a la tentación mesiánica, manteniendo los pies en el piso y dando mensajes realistas. Seduce sin engaño. Su electrizante retórica es emotiva sin caer en la demagogia y es absolutamente contraria a la virulencia. Político moderado comprometido con el cambio que además de convencer apasiona, que toca tanto las fibras como las neuronas, que genera esperanza sin perder la noción de los límites, que incluye, que acuerda, que mira al futuro sin cambiarle el rostro al presente y que no niega los problemas ni promete lo irrealizable. Por eso, si el acontecimiento en sí mismo grandioso, que lo encabece alguien así le da una dimensión histórica enorme.
Estamos ante el triunfo de los derechos civiles a más de 200 años de que esa nación de inmigrantes los proclamara como fundamento de su sociedad que, por cierto, en esos momentos era esclavista. La lucha por hacer de la letra realidad para los afroamericanos en Estados Unidos no fue fácil. Llevó un siglo la abolición de la esclavitud y otro más vencer a la discriminación que aunque pervive en segmentos importantes de la población nadie puede menoscabar el hecho de que ahora serán gobernados por el primer presidente de esa raza, y lo hará desde la famosa Casa Blanca construida por esclavos negros.
Ahora bien, el símbolo, si bien trascendente e histórico, no es lo único que merece esos títulos. Coincide la llegada de Barak Obama con la crisis económica que ha sepultado al paradigma neoliberal y con el desastre de la política imperial de su patético antecesor, Geroge W Bush. El cambio es inminente e inevitable. Seguramente no se dará en la profundidad ni con la velocidad deseable. A las dificultades propias de una economía en recesión se deben agregar los obstáculos que diversos poderes conservadores, formales y reales, pondrán en el camino. Pero lo posible es un buen inicio y el presidente Obama genera una justificada confianza. Su vida, más aún que su bello, potente y convincente discurso, da sustento para creer en sus palabras.
Obama ha decidido conciliar en vez de polarizar. Entiende que la emergencia que está viviendo su país requiere de unidad nacional y se ha mostrado incluyente dentro y fuera de su partido, además de que ha dado pasos para ser visto no como un presidente demócrata sino como de todos los norteamericanos. En eso va muy bien y la aceptación del 80% de la población le da una fuerza considerable que debe aprovechar en los primeros meses de su gobierno. El riesgo, es verdad, está en que suceda lo mismo que en México en el año 2000 cuando se dio la alternancia y el deseo de cambio estaba en el ánimo de la sociedad. Vicente Fox arrió sus banderas a cambio de apoyo y estabilidad, de tal suerte que lo que impero fue la impunidad y el estancamiento. Más que “el gobierno del cambio”, como se autoproclamaba, la administración foxista terminó siendo “el gobierno del fiasco”. Sin embargo, por suerte no parece haber punto de comparación entre el culto y ecuánime Obama con el ignorante y desenfrenado Fox que desperdició una oportunidad preciosa para el país. Y eso me recuerda el motivo de mi alegría por la presidencia de Obama: La oportunidad que representa para su pueblo y para el mundo, oportunidad que es esperanza. Confío en que, en la medida de sus reales posibilidades, el sí la sabrá aprovechar.
De paso…
La Sagrada Familia. Con el Encuentro Mundial de las Familias celebrado en México se constató lo sabido: que la alta jerarquía católica no está dispuesta a abrirse, cambiar y modernizarse y, más preocupante aún, que busca de manera cada vez más activa y militante que sus concepciones conservadoras controlen al poder público. Están en plena ofensiva para imponer su visión única de la única forma de vida que pueden aceptar, y por lo tanto, de la única familia lícita, portadora de valores únicos que, según ellos, deben transmitirse a través de la educación en las escuelas, con lo que le declaran la guerra a Constitución, por laica. De ahí resalta la labor de la IV legislatura de la Asamblea Legislativa que se atrevió a elaborar y aprobar la Ley de Sociedades en Convivencia, despenalizar el aborto, establecer el divorcio express, reconocer el derecho al bien morir, etc… Por cierto, en una reunión con jóvenes de la Internacional Socialista celebrada en el Palacio del Ayuntamiento el pasado martes, Marcelo Ebrard avaló la propuesta del diputado Víctor Hugo Círigo y del senador René Arce de legalizar la marihuana como una alternativa para combatir el narcotráfico y las adicciones, superar prejuicios y apostar por la educación y la libertad. ¡En hora buena! Más vale tarde que nunca… El éxito del plan anticrisis del PRD estriba en que Jesús Ortega evitó caer en demagogia y optó por la responsabilidad en estos momentos críticos haciendo una propuesta viable y sustancialmente mejor que la del gobierno federal; es decir, que no obstante la natural tentación que existe por capitalizar electoralmente la crisis antepuso los intereses del país a los de facción… Alejandro Encinas será diputado federal del PRD, algo que debe ser celebrado por dos razones: porque pondrá su reconocida capacidad y talento al servicio del proyecto que el mismo ha contribuido a construir y porque su candidatura será un evidente e incuestionable acto de reconciliación partidaria. Su entrada como candidato plurinominal será producto de un acuerdo política que constata el talante incluyente de la gestión de Jesús Ortega y no de la competencia interna. Qué bueno que así sea, pues es la única forma de garantizar su diputación, ya que si dependiera de la fuerza de Izquierda Unida de seguro lo dejarían otra vez colgado de la brocha. Recordemos que ningún grupo de esa alianza cedió su lugar a Alejandro para que éste fuera congresista o consejero nacionales; mucho menos lo harían para dejarle una curul. Ya será cuestión de tiempo, espero, para que deje esa vieja forma de la vieja clase política de acordar y golpear al mismo tiempo. Simular no es renovar… La cuarta parte de los afiliados del PT decidieron hacer una alianza con el PRD para la elección del 2009. El dinosáurico dirigente de ese partido que ha sido su presidente durante 18 años, Alberto Anaya, juega mientras tanto a dos cartaspara tratar de conservar sus prerrogativas: por un lado trata de orientar los votos de AMLO hacia su partido y alentar la división en el PRD y por el otro regresa a sus orígenes buscando alianzas con el PRI. Por cierto, no en lugares de hegemonía panista sino en el mismísimo estado de Nuevo León a instancias del creador de esa franquicia, Carlos Salinas de Gortari. José Narro Céspedes recordó bien que el susodicho Anaya operó para que el PT apoyara a Roberto Madrazo en el 2006, pero la rebelión de las bases se lo impidió… El PT y Convergencia tienen el 1% en las encuestas, ahí la llevan. El sectarismo tiene sus costos… Desde el 9 de enero terminó el periodo de Porfirio Muñoz Ledo al frente del FAP, por lo que además de decano del trasvestismo político ahora también es coordinador espurio… ¿Quién realmente paga la inmensa publicidad calderonista en la prensa escrita bajo el nombre de un particular desconocido?... ¿Por qué no hay acuerdo en el DF que evite la elección interna en el PRD? ¿Será cierto que es porque el jefe de Gobierno no se le puede imponer a su antecesor? ¿O esa imagen de boy scout atrapado y maniatado por las fatales circunstancias y los desalmados poderes fácticos es sólo un ardid para buscar aplastar al dirigente perredista mejor posicionado para la jefatura de Gobierno en el 2012?...
1 comentario:
BIEN FER. AL IGUAL QUE TÚ, CONSIDERO QUE LA ESPERANZA RECIBIO UN HALO CON LA LLEGADA DE OBAMA. ES UN LARGO SUEÑO HECHO REALIDAD QUE COSTO VIDAS ENTRE OTRAS LA DE MALCOM X, LUTHER KING, ETC. AHORA EL PUEBLO HISPANO Y LOS NEGROS ALLA´DEBEN SEGUIR EMPUJANDO.
UN ABRAZO.
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