domingo, 2 de marzo de 2008

VIOLENCIA

3 de marzo de 2008





Parece increíble que dirigentes con gran experiencia hayan olvidado que el odio es un material altamente inflamable y que su uso, por más que se acompañe de la reiteración interminable de la vocación pacífica de quien lo profiere, tiende a desembocar en actos violentos. Vana y estúpida es la pretensión de querer acotar los efectos de la rabia y el coraje inoculados contra enemigos reales o imaginarios a la celebración de una arenga en el mitin o a la manipulación de voluntades en un proceso electoral. Es elemental, se dice y se constata siempre, que la violencia verbal antecede a la violencia física. Digámoslo con todas sus letras: se ha ido construyendo un clima de linchamiento en contra de un sector importante del PRD, así como de la mayoría de sus legisladores, desde hace meses. Por eso lo acontecido en la el mitin de la Torre de PEMEX el pasado 24 de febrero no es la primera agresión ni será la última si es que no se para de tajo a la intolerancia promovida como estrategia de campaña.

Resulta insuficiente condenar los hechos si no se atacan sus causas. Los ataques en contra de Javier González Garza y Carlos Navarrete, al igual que el sufrido una semana antes por la legisladora local del DF, Nancy Cárdenas, son sólo síntomas de la polarización construida artificialmente por los deseos de controlar el partido usando los mismos escrúpulos que mostró Vicente Fox durante la elección presidencial. ¿Qué otra cosa se podía esperar? ¿Cómo deben los militantes reaccionar frente a los supuestos “traidores”, “colaboracionistas”, “proclives a la derecha que permiten que les toquen las piernas”? ¿Cómo convivir con un “traidor”? ¿A caso a éstos no se les denuncia, se les combate, se les excluye y, en muchos lugares, se les extermina, incluso en caliente? Se equivoca quien piense que las palabras no pesan y, por tanto, que no tienen mayores consecuencias.

En un intento por justificar lo injustificable se han oído algunas barbaridades impensables en una institución que se reivindica democrática. Ahora resulta que los abucheos son producto de la “indignación espontánea de las masas” y que constituyen “la opinión crítica y legítima de los ciudadanos hacia la acción poco consistente de los legisladores”. Hacen mal los que se muestran condescendientes con el atraso, pues éste siempre crece cuando no se le detiene desde sus primeras manifestaciones. La experiencia del CGH es una clara muestra de lo que ocurre cuando se le da carta de ciudadanía a la intolerancia. Además, eso de sostener que un mitin en plaza pública puede convertirse en tribunal moral en el que se expresa “el pueblo” con su fallo inapelable, huele a totalitarismo y trae reminiscencias sangrientas. El Terror de la Revolución francesa, lo mismo que el fascismo y el estalinismo, recurrieron a esa deleznable práctica. ¡Cuidado!

Pero echarle la culpa al “pueblo” es también un acto de cobardía, pretexto pueril para eludir la responsabilidad propia y de paso redimir a la intolerancia y el fanatismo mediante un falaz lugar común: “el pueblo no se equivoca”. La inmensa mayoría de los que acudieron al acto son personas orgánicas de los grupos del partido. Sus líderes, además de llevarlos a eventos públicos, les proporcionan una visión de las cosas y, en momentos de campaña, establecen las diferencias entre ellos y sus adversarios. Por eso avientan la piedra y esconden la mano los que después de difundir la supuesta “traición”, de acusar a los que les disputan la dirección del partido de ser “paleros” –así lo dice Bejarano en su video más reciente-, levantan la cejas y ponen cara de yo no fui. Se cosechó lo que sembraron.

Y lo peor de todo es que con su irresponsabilidad han puesto en cuestión la unidad del PRD. En qué cabeza cabe, a estas alturas, después del derrumbe del Muro de Berlín, tras cuatro décadas luchando por las libertades democráticas y con la dura experiencia de lo que puede llegar a significar el sectarismo de izquierda, colocar al enemigo dentro de las filas propias. Esa historia ya se vivió. ¿Acaso ya se olvidaron los “ajusticiamientos revolucionarios”? Ignoro cómo le van a hacer los que calificaron a sus contendientes internos como “paladines de la derecha” para explicar a sus bases cómo es entonces que deben seguir coexistiendo. En este punto nadie le puede regatear congruencia a Alejandra Barrales cuando afirma que va a expulsar a todos los que no están con ella. Es evidente que no puede haber unidad si predomina la intolerancia.

Por eso no podía ser más oportuna la carta de varias decenas de intelectuales, defendiendo la tolerancia como principio básico de la convivencia política, publicada en la prensa nacional (29 de febrero 2008). Máxime ahora que, en virtud de lo acontecido, la elección interna del PRD se ha tornado en un plebiscito. Los militantes perredistas van a decidir el 16 de marzo, además de la línea política, si quieren un partido democrático y tolerante o, en su lugar, uno mesiánico e intolerante. No es una decisión entre dos candidatos que se asemejan, en lo personal, más de lo que reconocen sus seguidores sino entre lo que representan independientemente de sus intenciones. Por ello no es casual que los agredidos apoyen a Jesús Ortega y los agresores a Alejandro Encinas.

La unidad del PRD depende de que triunfe la tolerancia, se incluya a los derrotados y se respete el Estatuto. Claro, además de que los principales dirigentes, y en especial Andrés Manuel López Obrador, actúen con responsabilidad y convicción democrática. En ese sentido será crucial que se acepten los resultados y se detenga, con toda la fuerza del partido y sin titubeos, cualquier amago de violencia.


De paso…

Corrupción. Si Mouriño firmó contratos a nombre de su empresa siendo funcionario público y, peor aún, referentes al área energética debe renunciar de inmediato y fincársele responsabilidades. De por sí, su vinculación familiar con una empresa trasnacional del petróleo ya enrarece la discusión de cualquier reforma energética, sobre todo cuando se le asigna el papel de operador de la misma. En cualquier caso, hay conflicto de intereses. Pero si además se le dieron contratos a esa empresa por adjudicación directa y él firmó en ellos como directivo de la misma siendo funcionario de la Secretaría de Energía, entonces no hay vuelta de hoja y estamos ante un acto de corrupción. Por eso es que se debe ir y no por denuncias poco serias sobre su nacionalidad que expelen un rancio tufo xenófobo… Sólo por molestar y para documentar la esquizofrenia: ¿Es congruente pedir la renuncia de un funcionario del gobierno que no reconoces?... ¿Por qué no la verdad? Alejandro Encinas fue pillado con los dedos en la puerta negando el apoyo de René Bejarano al tiempo en que se conocían un audio en el que se escucha al ex perredista organizar la entrega de las cartas ilegales de AMLO y un video en el que aparece como orador durante un evento proselitista para apoyar las candidaturas del propio Encinas y de Alejandra Barrales. Era más fácil y menos riesgoso decir lo que todos en el PRD sabemos: René Bejarano es el dirigente real, y nunca ha dejado de serlo, de la corriente IDN y no hay manera de aceptar el apoyo de ésta prescindiendo del de aquél… Y hablando de Encinas, éste sigue pagando los costos de ser el candidato de los grupos más atrasados del partido –siendo alguien muy distinto a ellos: primero fueron simpatizantes suyos los que agredieron a González Garza y a Navarrete, luego se hizo innegable el apoyo de Bejarano y, finalmente, estalló la violencia y hubo una verdadera batalla campal entre dos grupos que lo apoyan durante un mitin en Los Reyes la Paz, Estado de México. Y todo en tan solo una semana… El ataque del ejército de Colombia a las FARC en territorio de Ecuador no tiene ninguna justificación y debe ser condenada sin ambages por la comunidad internacional. Además de vulnerar la soberanía de otra nación y comprometer la paz en el Cono Sur, asesinó a Luis Edgar Devia, conocido como Raúl Reyes, que estaba encargado, por parte de la organización armada, de las negociaciones para terminar con la prolongada guerra. Es obvio que con esta acción, Álvaro Uribe torpedeó el proceso de paz y la libertad de los rehenes. Con ello, además, se demuestra que la continuación de la guerra le da réditos políticos a ese gobierno de derecha…


Fernando Belaunzarán

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