domingo, 12 de febrero de 2012

DE LAS ALIANZAS A LA REUNIFICACIÓN

Fernando Belaunzarán
Texto publicado en la revista Enfoque del Periódico Reforma el 12 de febrero de 2012

No los unió el amor sino la necesidad. Las alianzas electorales del PRD con el PAN en 2010 se dieron para construir opciones competitivas frente a cacicazgos estatales priistas que de otra manera heredarían el poder sin contratiempos. El éxito que tuvieron llevó a pensar que se podría repetir la experiencia en la elección presidencial y eso, como podía esperarse, entusiasmó a unos y asustó a otros.

No se trataba sólo de equilibrar el poder del cacique local. El clima político desde el principio del sexenio de Felipe Calderón favoreció al PRI. Ese partido supo capitalizar la polarización que se dio en el 2006 y que se extendió por los muy cerrados y controvertidos resultados.

Si Andrés Manuel López Obrador no se benefició del rápido desgaste del titular del Poder Ejecutivo fue porque su estrategia para enfrentarlo lo desgastó también a él y le generó, al igual que al PRD, un alto rechazo ciudadano. Las urnas dejaron de ser la apuesta y algunos pensaron que podían provocar una aguda crisis política por la presión popular y la descomposición institucional, y que aquél resurgiría de ella como la única opción para recuperar la estabilidad en el país.

Los resultados para la izquierda de esa apuesta fallida están a la vista: el costo electoral fue muy alto, perdió tres gubernaturas (dicho esto sin eximir de la responsabilidad a sus gobiernos), se dividió y, junto con la decepción social generada por la frustrante alternancia panista, preparó un terreno propicio para el PRI. AMLO rectificaría radicalmente, pero en otra ruta, la de "la unidad de las izquierdas", y una vez derrotada la "amenaza aliancista".

La herida abierta del 2006, acicateada constantemente como estrategia política, hizo que la idea de la alianza fuera "anatemizada" desde el principio por los sectores duros y presuntamente "puros", no obstante que habían sido utilizadas en el pasado y que negarse a ellas condenaba a las sociedades de esas entidades a la continuidad caciquil y favorecía el camino del PRI a Los Pinos.

Jesús Ortega y Manuel Camacho actuaron con audacia y valor al enfrentar presiones y anatemas. De lado del PAN, los enemigos de las alianzas también tenían peso específico, como Vicente Fox o Diego Fernández de Cevallos, pero no usaron las plazas para tratar de reventarlas. No pocos comunicadores hicieron eco de la especie de que eran "contra natura", como si eso pudiera existir en política y como si no hubiera innumerables ejemplos en las democracias consolidadas de coaliciones de ese tipo. En ese ambiente adverso se concretaron las alianzas para enfrentar la continuidad priista en cinco entidades en el 2010 y tuvieron un éxito notable. Los ciudadanos las avalaron con el voto.

¿Por qué en la elección más importante y estratégica, que era la del Estado de México 2011, no se insistió en lo que había funcionado y se regresó al esquema de la oposición dividida que presagiaba fracaso? Porque ésa definía, en buena medida, la estrategia, y con ello la candidatura, de la elección presidencial.

El PRI y Enrique Peña Nieto salieron fortalecidos de los comicios mexiquenses, cuyos resultados siempre fueron previsibles al no haberse concretado la alianza. A cambio, la izquierda ganó en unidad, pues al no conseguir la mayoría calificada que se requería en el Consejo Nacional del PRD, los aliancistas no tuvieron más que asumir la alternativa propuesta por López Obrador y Alejandro Encinas: ir unidos, pero sólo con las izquierdas.

Cierto que esa decisión significó un corrimiento hacia el extremo, pero Andrés Manuel implementaría a partir de ahí un viraje brusco hacia el centro, enarbolando la conciliación, comprometiéndose con la institucionalidad democrática, dejando atrás el 2006, erradicando de su discurso las referencias a "mafias" y "traidores"; en fin, adoptando mucho de lo que los "anatemizados" "chuchos" le pedían, e incluso yendo más allá. Ante la incredulidad de la opinión pública, convocó a construir una "República amorosa", lo que llamó poderosamente la atención. Hizo su aparición un "nuevo AMLO".

López Obrador tiene el reto de que le crean sectores que todavía lo ven con recelo. Seguramente le ayudaría hacer explícita la autocrítica que lo llevó a cambiar de estrategia con el compromiso de no recaer en ciertas prácticas. Pero la unidad también le ayuda. En ese sentido, el reencuentro con el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas es de gran trascendencia y de seguro se sentirá positivamente en las tendencias electorales.

Sígueme en twitter: @ferbelaunzaran

1 comentario:

el eugenio dijo...

"Olvidar la mafias y los traidores para renacer como el ave fénix y crear la República Amorosa...hay que tener 'mucho morro' pa esto, lo tiene difícil AMLO, pero no imposible"

Yo no soy ningún experto en el tema Fernando, solo simples opiniones de un ciudadano de a pié con algo de camino recorrido, que desea lo mejor para su país... del que estuvo ausente muchos años precisamente por la incongruencia de los instruidos en el poder; de algo estoy seguro: no quiero vivir de nuevo los años dictatoriales del PRI y mucho menos de la tibieza y mojigatería del PAN...realmente la izquierda de México está lista para dirigir la República o es un 'lobo disfrazado de cordero' como lo fue Chávez en Venezuela?? de 'comandantes' creo que ya estamos hasta los huevos...o no?? Precisamos gente asertiva, honesta e integra para que esto funcione...

Abrazo pa usté

e.