Fernando Belaunzarán
Fidel Castro y Andrés Manuel López Obrador son dos personajes que, al margen de su evidente disparidad de trayectorias, o de sus semejanzas y diferencias de contenido ideológico, polarizan y provocan reacciones extremas de simpatía o rechazo muy similares, lo cual suele contaminar el análisis respecto a ellos y sus actividades –algo que también sucede, por supuesto, con Hugo Chávez. Los seguidores acostumbran adoptar el papel de fieles creyentes que no pueden concebir una sólo crítica a su líder que no sea producto de algún interés avieso e inconfensable. Por su parte, los detractores regularmente no están dispuestos a reconocerles ninguna virtud, valor o hecho positivo y lo único que aceptan es la condena absoluta, rabiosa, sin matices. Son los terrenos del blanco y negro, de la alabanza desmedida y el denuesto visceral, del pernicioso maniqueísmo de estar con el líder o contra él.
Frente a dichas actitudes emotivas que suelen predominar se debe abrir paso la crítica fría y racional, no desde una pretendida “neutralidad” o “desinterés” que siempre resultan cuestionables, engañosos y relativos, sino desde la voluntad de entender y ponderar, de buscar respuestas y evitar la burda propaganda, de sacar conclusiones propias y huir de los lugares comunes. Fidel Castro decidió hacerse presente en la política nacional con una serie de afirmaciones y revelaciones hechas en un artículo publicado en la víspera de su cumpleaños 84, las cuales son notoria y explícitamente favorables hacia Andrés Manuel López Obrador, un año antes de que se defina la candidatura de la izquierda para las próximas elecciones presidenciales. Es preciso tratar de dilucidar las causas y las consecuencias de esa arrojada maniobra internacional del famoso comandante que lleva más de 50 años en el poder aunque hoy no sea formalmente presidente de Cuba.
Si hablamos del hombre fuerte de un régimen autoritario en el que no hay democracia, las libertades son acotadas y se violan derechos humanos, pues evidentemente Fidel Castro es un dictador. Pero esa caracterización es insuficiente para entenderlo. También es un caudillo latinoamericano con su carga de paternalismo y de legitimidad social que aunque gastada le ha permitido sortear momentos difíciles en condiciones precarias y a 60 millas del enemigo y país más poderosos del mundo que, incluso, en documentos desclasificados admite haber intentado privarlo de la vida en varias ocasiones. Sobrevivió a la caída del llamado “socialismo real” y si bien su aura revolucionaria se ha ido apagando sigue siendo referente para algunos grupos de izquierda en el continente e incluso más allá de éste. Venezuela fundamentalmente, pero también otros países latinoamericanos, le dan cobertura y solidaridad. Aún en su declive, el mítico Fidel mantiene cierta estampa a pesar de que su lenguaje y de alguna manera él mismo se han vuelto anacrónicos.
Castro tiene un lugar en la historia universal y ahí deberá ser ponderado en su trayectoria llena de contrastes. Encabezó una revolución que fue paradigma para innumerables jóvenes en todo el mundo y que prometía un mundo y un hombre nuevo representados inmejorablemente en el ícono del Ché Guevara, pero ahora lo que reluce internacionalmente son sus cárceles, sus carencias y su burocracia gerontocrática que hace elocuente su pertenencia a otra época. Los derechos sociales como educación, salud, promoción del deporte son encomiables, lo mismo que el ejercicio de su soberanía que celosamente han mantenido. Pero sin democracia y libertad esos logros palidecen. Las penurias económicas del pueblo cubano hacen aún más dramática la situación. Los regimenes no son eternos y ojalá Cuba pueda tener una transición pacífica que cuide su justicia social. En lo que a este texto respecta, Fidel se mueve entre la ambivalencia esquizofrénica del tirano y el padre protector y si ha podido sobrevivir en el poder durante tanto tiempo se debe, entre otras cosas, a que supo subordinar los sueños libertarios al pragmatismo en política exterior sin renunciar a la “legitimidad revolucionaria”.
Fidel Castro tuvo durante décadas una buena relación con los gobiernos priístas. En 1988 vino a la toma de posesión de Carlos Salinas no obstante las pruebas del burdo fraude electoral que se cometió. En su largo texto pretende justificarse diciendo que “sólo su corazón” le decía que había ganado Cuauhtémoc Cárdenas, pero lo cierto es que se cayó el sistema de un organismo que controlaba el gobierno, se encontraron costales de boletas utilizadas, se falsificaron actas y hubo violencia. Los 500 muertos perredistas del sexenio salinista no perturbaron su amistad con el espurio de los 80s. Lo que dominó entonces y domina ahora es el interés de su régimen debilitado y acosado y no la afinidad ideológica, aunque ésta pueda o no existir.
Si bien Andrés Manuel López Obrador no tiene la estatura histórica de Fidel Castro o de Cuauhtémoc Cárdenas, sería necio escamotearle su lugar como personaje prominente y central de México en la última década y sin duda tiene posibilidades para ser de nuevo candidato presidencial, dato imprescindible para entender el artículo del Comandante.
Fidel se suma al martirologio obradorista. Con mucho menos pruebas que en 1988 ahora sí da por sentado el triunfo del candidato opositor de izquierda –se vale rectificar- aunque en lugar de culpar a “la mafia” responsabiliza “al Imperio”. Con seis años de retraso da a conocer detalles de un complot que ya se conocían y que incluso ya habían sido ratificados por el propio Carlos Ahumada en un libro aparecido hace más de un año. La única revelación significativa a ese respecto es que las famosas horas videograbadas con las confesiones del empresario argentino le fueron entregadas al gobierno foxista, mismo que no dio cuenta de ellas.
Junto a su pretensión de explicar su proceder tanto en 88 como en los videoescándalos, como queriéndose reivindicar con la izquierda mexicana, Castro revive la historia y la vuelve a colocar en la opinión pública del país. Lo que hace es recordar la vergonzosa historia de una conspiración de Estado para impedir a toda costa que llegará a la presidencia el entonces gobernante de la capital del país. El momento de gloria de AMLO, pues supo librar esa connivencia de intereses que tuvo como continuación el peor error del foxismo, el desafuero. En lugar de debilitar a Andrés Manuel acabaron por ponerlo en la antesala de la presidencia. En esos momentos, o incluso en la campaña 2006, hubieran sido de gran utilidad electoral los datos que hasta ahora dio a conocer Fidel.
No fue el complot ni tampoco el desafuero lo que detuvo a López Obrador sino él mismo. Es verdad que hubo intervención ilegal de Fox, que hubo guerra sucia para infundir temor y spots también ilegales del CCE con el mismo propósito. Pero la pérdida de ventaja y el descuido de las casillas se debieron en buena medida a errores propios que tuvieron por origen un pecado capital: la soberbia. Paradójicamente, el momento de su mayor fortaleza le infundió al Peje tal seguridad en el triunfo que cayó en exceso de confianza y eso terminó siendo fatal. Pese a todo tengo la sospecha de que el tabasqueño pudo haber ganado la elección y lamento que no se hubieran despejado dudas con un sano recuento; pero de manera para mí incomprensible, AMLO no lo pidió al TEPJF y optó por demandar la nulidad aunque en la plaza pública se había comprometido a otra cosa. Pero esa es otra historia
A López Obrador le beneficia en un sentido y le perjudica en otro el texto de Fidel Castro. Sin duda que le ayuda que se recuerde el episodio en que fue víctima de una conspiración del poder, que vuelva a tener centralidad en la opinión pública y que reciba la bendición para ser candidato por parte de alguien que para sectores conservadores de la izquierda es algo así como un patriarca. En el voto duro me parece que gana más de lo que pierde. En cambio, más allá de la izquierda el artículo confirma temores y ratifica la ubicación que sus detractores lo han querido poner desde el 2006: con Chávez y con Castro. Me temo que en la sociedad en general pierda más de lo que gane aunque ahora su principal preocupación es la candidatura y no la presidencia y tiene tiempo para aprovechar el espaldarazo hacia dentro y revertir el estigma hacia fuera. Veremos.
Fidel tiene su propio juego y siempre ha sabido utilizar los conflictos internacionales para lograr cohesión interna. No tengo dudas de que el contenido y la oportunidad del artículo responden a su agenda y a las necesidades de su régimen. Como Castro no es formalmente presidente de su país, la Cancillería mexicana pudo dejar pasar el texto o darle una respuesta de bajo perfil, pero, en mi opinión, hizo lo que el viejo Comandante tenía calculado y escaló mediáticamente el conflicto al pedir “elecciones libres” en Cuba. Ahora sí que más sabe el diablo por viejo…
De paso…
Matrimonio gay. La Suprema Corte de Justicia de la Nación reconoció la constitucionalidad de los matrimonios entre personas del mismo sexo y no les negó la posibilidad de adoptar y será un juez el que determine caso por caso su pertinencia en función de salvaguardar los derechos de los niños a contar con una familia que los eduque y les proporcione amor y compañía. Resoluciones históricas que, aunada a la anterior sobre interrupción del embarazo, colocan al DF en una ciudad de vanguardia en cuanto a derechos y libertades se refiere. Un triunfo sobre los prejuicios y sobre la discriminación que sin duda promueve la inclusión de las minorías a una sociedad cuya riqueza estriba en su diversidad… Enorme contraste con Guanajuato en donde se condena a las mujeres que abortan como si se tratara de asesinas. Dos caras de un México que se debate entre la modernidad y el oscurantismo… Calderón abrió el debate sobre la legalización de las drogas y la respuesta en la opinión pública fue entusiasta. La guerra contra las drogas no ha cumplido ninguno de sus objetivos y nos tiene sumidos en una espiral de violencia sin fin y infiltrado al un Edo de por sí debilitado. Muy posiblemente el estado de California pase de la marihuana médica a la legalización plena. No hay golpe más fuerte que se le pueda dar al negocio que ese. La cannabis es la droga que, por su cantidad de consumo, proporciona mayores ganancias al narco… Algunos censuran la asistencia de Jesús Ortega al diálogo por la seguridad en razón de un viejo acuerdo de “no reconocer al gobierno de Calderón”. Pero eso además de haber sido contraproducente y provocado simulación, no se cumplía en los hechos por nadie. No hay uno sólo de los que se están desgarrando las vestiduras que no se haya entrevistado con algún funcionario de ese gobierno. Pura hipocresía… Pues ojalá que las Chivas hagan el milagro y se lleven la Copa Libertadores dando la vuelta al marcador y a domicilio… Síganme en Twitter: @ferbelaunzaran
4 comentarios:
Y sin embargo... en ese otro sector al que no haces referencia cuando hablas de polarización los hay, muchos, que defienden uno de los bastiones de un socialismo que si bien es suigéneris, a ello lo ha empujado un cerco brutal durante generaciones ya promovido por esa "democracia" que opones en la balanza contra un sistema socialista. Predispones al lector en torno a que es el régimen cubano el que provoca todas esas carencias y niegas los efectos del cerco norteamericano a la isla.
Me quedé con un ¿y?
Hay que entender que Castro tiene su propia agenda y alguna razón muy propia tuvo para tan extenso escrito.
...una de ellas, claro, la respuesta fuera de lugar de la SRE.
No encuentro algo nuevo, como que recolectas lo que todos ya han dicho.
Dedicate a otra cosa porque de Fidel Castro no sabes nada y al parecer de Cuba tampoco, y Cuba esta a 90 millas y no a 60 como dices.
ferbelaunzaran. Claro que estoy de acuerdo en todo lo que dices; pero hay algo me molesta tanto es el hecho de que la iglesia no acepta el hecho de mantenerse al margen de la vida política y social del país. Cuantas aberraciones han ocurrido dentro de su sociedad y simplemente se protegen y defienden como pueden. El caso de la pederastia para mi resulta un crimen imperdonable; y ellos se preocupan del asunto gay; sabiendo que en su comunidad abunda desde todos los tiempos. Yo me considero agnóstico; pero con la autoridad social de reprobar todos estos actos de la iglesia católica.
Publicar un comentario