miércoles, 19 de mayo de 2010

EL SECUESTRO DEL JEFE DIEGO

Fernando Belaunzarán

Si el hecho es grave, peor es el contexto. Al reto lanzado a la cara del Estado mexicano con el secuestro de un hombre emblemático del poder, hay que agregar la situación de creciente zozobra que se vive por los ajusticiamientos sin fin -que ya suman 23 mil en lo que va del sexenio-, el nivel de violencia y salvajismo a los que se ha llegado y el desgaste natural de las fuerzas armadas al haber sido llamadas para asumir tareas propias de cuerpos policiacos. Y, por si eso fuera poco, se da en la víspera de un viaje de Felipe Calderón que tiene como clímax su discurso en el Capitolio en Washington DC y cuyo tema obligado será su estrategia de seguridad y combate al crimen. Todos los secuestros son inoportunos, pero el de Diego Fernández de Cevallos no lo podía ser más.

Hombre controvertido como pocos, el político queretano desató otra tempestad justo cuando más alejado se encontraba de la vida pública. No es para menos. Se trata de la desaparición de uno de los protagonistas más visibles y polémicos de la transición mexicana y, lo que es clave en este caso, acontecida en un momento marcado por una sangrienta y descontrolada lucha con y entre organizaciones del crimen organizado. Una gota vistosa en un mar de historias trágicas y dolorosas.

Lo de menos es que Diego estuviera distanciado de Felipe Calderón, el golpe da en la cabeza de la elite dirigente del país y la clase política está obligada a poner sus barbas a remojar, lo que puede ser una valiosa oportunidad para replantear la estrategia de seguridad y por fin acordar una política de Estado sobre el tema. Pero antes, por el bien de la vida institucional del país y, sobretodo, para la tranquilidad de la familia Fernández de Cevallos es necesario que regrese con vida a su casa el conocido “Jefe”

No es deseable, por supuesto, olvidar la historia ni mucho menos alterarla. Pero sí dejar a un lado por el momento la tentación de dirimirla, pues eso no ayuda para construir un consenso indispensable en torno a tres puntos básicos: condena del secuestro, demanda para que se respete su vida y solidaridad con los familiares de Diego. Por ello mismo sería sano evitar ahora dos tendencias naturales que se presentan cuando se habla de él y más cuando está visto que la polarización del 2006 surge con cualquier pretexto: la de satanizarlo o la de canonizarlo.

Es evidente que se trata de un personaje de primera línea en los últimos 20 años, de altos contrastes y marcados claroscuros. Su solidaridad con el movimiento del 68 y su cercanía con Salinas, su encendida retórica y su promoción de las concertacesiones, los paquetes quemados del 88 y las reformas que impulsó, el exitoso debate del 94 y la desaceleración de su campaña, su impulso a los cambios democráticos y su participación en los videoescándalos, su compromiso institucional y sus litigios contra el Estado siendo presidente del Senado, por no hablar de Punta Diamante y carreteras del amor. Pero todo eso pasa a segundo plano en momentos en que la vida del protagonista está en manos de criminales. Hoy Diego no es héroe ni villano; es una víctima por la que debemos tomar partido, pues se encuentra indefenso frente a sus captores.

Ahora bien, no podemos perder de vista que estamos ante un caso que implica, por supuesto, el lado humano de la tragedia pero que también lo trasciende en otros ámbitos por sus implicaciones políticas y, quizás, también por sus motivaciones. Lo que es un hecho es que si bien los recursos del ex candidato presidencial lo hacen --por decirlo de alguna manera-- secuestrable, es impensable creer que los raptores no supieran el tamaño político del personaje y que, por lo mismo, ignoraran que se enfrentarían al poder del Estado en su acepción más concreta y amenazante. Por lo mismo, al tratarse de una operación de alto riesgo es difícil pensar que se trata de una simple banda de secuestradores que, además, podrían haber optado por ir por un familiar cercano y dejar fuera al dueño de las cuentas y las influencias para obtener con mayor facilidad el dinero, como suele suceder.

No descarto que los secuestradores busquen recursos económicos, pero es difícil que al tomar su decisión no hubieran también querido dar el evidente e inocultable golpe político que significaba llevarse al Jefe Diego. De ahí que las líneas de investigación más plausibles sean el narco o la guerrilla (el EPR no es la única en el país) y que tenga cierto sentido hablar de un eventual canje de prisioneros en el terreno de la especulación –que es el que queda cuando se cierra la válvula de la información.

El secuestro de Fernández de Cevallos reafirma lo evidente: como país estamos en una situación límite y sería caer en autismo imperdonable no aceptarlo, como en grave irresponsabilidad no actuar en consecuencia. No es sólo la desaparición forzada de un político prominente –en sí misma lamentable como tantos otros actos de violencia criminal que se nos han hecho cotidianos- sino el conjunto de la difícil circunstancia por la que atravesamos y la justificada percepción social de incertidumbre y desasosiego que priva en México, lo que debe obligar a todos los actores políticos y sociales a cerrar filas y replantear estrategias para establecer una política de Estado en materia de seguridad. Más ahora que el crimen político se está instalando en el escenario, como también se constata con el reciente asesinato del candidato a la alcaldía de Valle Hermoso, Tamaulipas, José Mario Guajardo.

Más allá de los discursos grandilocuentes y épicos sobre el combate al crimen organizado que se han vuelto el pan de todos los días, la verdad es que sería una gran irresponsabilidad llegar al 2012 en las mismas y el tiempo se agota para tomar medidas que garanticen condiciones mínimas de estabilidad y fortaleza institucional durante la sucesión presidencial. Obama anunció un giro a la política tradicional de Estados Unidos de combate a las drogas. Una oportunidad que debe aprovechar Calderón para rectificar y llamar a la construcción de esa nueva política de Estado en seguridad. Sin embargo, en este punto me confieso pesimista.

En fin, a pesar de que sin duda pueden contarme entre los detractores de Diego Fernández de Cevallos hago votos porque llegue sano y salvo a su casa y se reintegre a sus actividades. Después, volveremos a debatir con él.

De paso…

Garzón. La democracia española que pudo llevar a juicio a Augusto Pinochet y a Ricardo Cavallo y, con ello, a las criminales dictaduras sudamericanas ahora se vale de una argucia vergonzosa para no hacer lo mismo con su dictador y dictadura. Parece, contra lo que se podía pensar, que no se siente madura como para enfrentar su propia historia y proporcionar justicia histórica. De ahí que hayan suspendido al juez Baltazar Garzón en un intento desesperado por mantener sus cadáveres bajo tierra junto con los crímenes que los llevaron ahí. Es verdad que hay un acuerdo que da impunidad al franquismo, pero también lo es que es claramente contrario a la Constitución española y a los tratados internacionales, mismos que sirvieron para juzgar dictadores de otros países…Por cierto, México es parte de esa historia, pues ningún otro país se beneficio como el nuestro con el exilio español que marcó un parteaguas en la historia de las ideas en América Latina e impulsó a la UNAM como ningún otro acontecimiento en su historia. Por eso también no podemos ser neutrales en ese asunto. Debe haber justicia, aunque sea meramente histórica y moral, para la República Española que fue atroz e ilegalmente derrocada por una junta militar salvaje, asesina, inculta y reaccionaria... Calderón llega a Washington DC, ciudad que acaba de aprobar cannabis médica y en donde Obama anunció el giro radical a la estrategia de combate a las drogas en una situación paradójica. Por una parte lo ven los Estados Unidos como el aliado que más se ha comprometido con ellos en su vecino del sur y por la otra con ganas de que también revise su estrategia. Pero supongo que llegará con su discurso épico tradicional de ni un paso atrás. Ya le dedicaré un texto específico al asunto... No me gusta la impunidad, pero no avalo el linchamiento. No debe ser atenuante, pero tampoco agravante el tener un padre famoso. Hay un tufo de hipocresía en el linchamiento moral contra Celia Lora. ... Suerte a la selección mexicana en Sudafrica!...Ah! y sígueme en twitter:@ferbelaunzaran

1 comentario:

Unknown dijo...

Dos temas muy dificiles bueno mas de dos, pero esta semana ha estado sumamente intensa, concuerdo contigo respecto a lo de DFC, creo que alegrarse de una muerte o posible muerte habla muy mal de una persona, tanto en tolerancia, como respeto etc. Y efectivamente tiene que ser un parteaguas en cuanto a seguridad nacional, eso creo que a todos, nos debe quedar claro (aun tengo fe)
Por otro lado lo de Garzon, desde el momento que me entere me causo una rabia terrible, si entras a la pagina de las Abuelas de la plaza de mayo, hay un link para firmar una peticion a favor del Juez, una verguenza completamente lo que esatan haciendo con el, es algo de esperarse, de una persona que ha hecho tantos enemigos, pero que tambien a mi parecer siempre ha estado de lado de la justicia... esperemos que ambos casos terminen de la mejor manera.