miércoles, 13 de mayo de 2009

EL LIBRO DE AHUMADA

Fernando Belaunzarán


Carlos Ahumada ejerció su derecho de réplica para darle la razón a sus detractores. Señal de que las circunstancias han cambiado así como sus intereses, algunos de los cuales, por lo visto, siguen ligados a la política mexicana. Como sus objetivos son contradictorios el libro se mueve en la esquizofrenia. Por una parte el autor pretende defenderse y contrariar su mala fama, pero al ajustar cuentas con sus antiguos aliados acaba por inculparse. Es hasta cantinflesco: primero dice que el complot es “supuesto” (p.124), luego que es “irrelevante” (p.125), después aclara que todo fue “una decisión individual que fue aprovechada” por grupos de poder (p.156), también arremete contra los medios por haberle dado importancia a ese aspecto del conflicto y “voltear los videoescándalos” en su contra (p.182), y hasta se lamenta de que López Obrador haya logrado desviar la atención hacia allá (p.317); pero lo cierto es que su libro es una narración detallada, por momentos hasta morbosa, de ese complot que lo mismo desconoce que acepta, o mejor dicho, que confiesa.

Es verdad que desde aquel entonces se dieron a conocer elementos que sustentaban de manera sólida la existencia del complot a pesar de que la polémica nunca se zanjó en la opinión pública en virtud de la aguda polarización que aquellos hechos provocaron. Los documentos que tenía Ahumada en Cuba y que llegaron con su deportación son pruebas contundentes, además de otras cuestiones que apuntan en el mismo sentido: los fragmentos que se conocen de las grabaciones del empresario interrogado en la Isla, la aceptación de Diego Fernández de Cevallos de que conoció y participó en la edición de los videos, la intervención del CISEN, el comportamiento errático y poco institucional del gobierno de Fox, por decir algunos. Además, diversos medios de comunicación ya habían dado a conocer algunos de sus pormenores e incluso se han publicado libros serios, como los de Adrián Rueda y Raúl Monge, que hacen una rigurosa sustentación del mismo. Sin embargo, nadie puede negar la relevancia que tiene el hecho de que el protagonista más expuesto de aquella conspiración dé a conocer sus entretelones.

No estamos hablando de cualquier cosa. Un grupo de personas confabularon para desestabilizar a un gobierno legalmente constituido, buscando provocar la renuncia de su titular por la vía del escándalo mediático. Por eso es que no se sostiene la posición de que lo único importante es la corrupción exhibida y no saber quiénes, cómo y por qué difundieron los videos. De la misma manera, ahora es correcto preguntarse qué fue lo que llevó a Ahumada a hacer estas revelaciones –vindicación histórica, venganza o negocio, propósitos que, por cierto, no se excluyen- y por qué las hace coincidir con el inicio de las campañas electorales.

El complot no redime ni atenúa la corrupción, pero tampoco a la inversa. La polémica sobre si fue legal su implementación se supera con la intervención del gobierno federal. Es inadmisible desde todos los puntos de vista, jurídico incluido, que el Poder Ejecutivo, el presidente del Senado y un ex presidente del país participen activamente en el propósito de tirar a un gobernante haciendo uso de filtraciones escandalosas a un medio de comunicación. En lugar de utilizar las instituciones, como era su obligación constitucional, las quisieron convertir en comparsas con los consiguientes y desastrosos costos para la reciente y titubeante vida democrática del país. No hay legitimidad posible. El convencimiento que tenían de que un eventual triunfo electoral de AMLO en el 2006 sería nefasto para el país no puede ser razón. El fin no justifica los medios.

Ahumada insiste en presentarse como víctima y hasta llega a sostener que lo que hizo fue hacerle un favor al país al exhibir la corrupción del GDF, no obstante que de su testimonio se desprende claramente el papel de corruptor que jugó y no se ruboriza al afirmar que por ese “servicio a la patria” iba a cobrar 400 millones de pesos. Con figuras retóricas baratas, aludiendo hasta el cansancio a su esposa y a sus hijos, haciendo explícita su religiosidad y hasta tomando, aunque usted ni nadie se lo crea, el papel de moralizador de la vida pública pretende ser convincente. Es muy enfático en negar que haya recurrido al soborno, pero nos cuenta que regalaba departamentos, carros, dinero en efectivo, spots de radio y televisión, viajes a Europa y a otros destinos turísticos a gobernantes, dirigentes y candidatos del PAN, PRI y PRD, que ponía su avión a disposición y que incluso le dio un millón de pesos en efectivo a Onésimo Cepeda “para interceder ante Dios Nuestro Señor para el bienestar de mi familia y de mi persona” (p. 268). O sea que hasta quería ganarse el favor del Cielo con dinero. Y si bien pretende que le creamos que hizo muchos favores y entregó cuantiosos recursos a políticos influyentes a cambio de nada (p. 58), en algunos pasajes acepta que a cambio de su apoyo esperaba tener ventajas en la adjudicación de contratos (p. 87). Así que, aunque no le guste, le queda perfecto el mote de “El señor de los sobornos”.

Lo anterior no excluye que haya podido ser extorsionado, pero hay elementos que omite en su libro que hace pensar que la relación de Ahumada con Bejarano y con Ponce no era precisamente la de un empresario atormentado por dos hombres poderosos del GDF, si bien resulta incuestionable la notoria hostilidad de AMLO hacia su persona. En uno de los primeros videos difundidos, Bejarano le habla al empresario de su “alianza económica política y social” cuyo “enemigo” al interior del PRD es el grupo de Jesús Ortega. Y en efecto, las corrientes de Rosario Robles y de René Bejarano caminaron juntos en la elección de la primera como presidenta del partido y en la selección de candidatos a jefes Delegacionales del DF en el 2003. Y en lo referente a Ponce se le olvidó decir que la esposa de éste, Esperanza González, que le realizaba un sin fin de transacciones, le fue presentada por el propio Ahumada, era de hecho su empleada, y les pagó la boda con todo y luna de miel. Lo que parece más lógico es que los corrompidos no pudieron cumplir sus compromisos con el corruptor porque había una consigna de “mero arriba” en sentido contrario.

Por otra parte, lo que sí resulta creíble es que la animadversión de López Obrador hacia Ahumada tuviera que ver con el interés político del tabasqueño de debilitar a Rosario Robles a la que veía como potencial competidora en el 2006. De otra manera no se explica el cambio de aire. No olvidemos el notorio apoyo que el empresario brindó al amigo del peje, Raúl Ojeda, como candidato a gobernador en Tabasco en las elecciones de 2000 y en su reposición de 2001, lo cual tuvo que ser conocido y consentido por López Obrador. En ese sentido, y después de darle crédito a las revelaciones del libro de Carlos Ahumada, AMLO está obligado a aclarar la veracidad del encuentro entre ambos en un cuarto del Hotel Hayatt de Villahermosa, así como de las visitas que Octavio Romero, su cercanísimo colaborador, hacía a las oficinas del grupo Quart para recibir recursos en efectivo a favor de aquella campaña (pp. 91 y 92).

Ahumada se la pasa absolviéndose y condenándose todo el libro. Le gusta el papel de ángel compungido que tras mostrar sus nobles sentimientos confiesa sus diabluras y delata a sus cómplices para después volver a desgañitarse por el infortunio de su inocencia perdida. Cuestiona la justicia en México, pero luego acude a ella como único argumento de inocencia. Denuncia y reprueba la impunidad que reina en el país y después se lamenta de no haber gozado de ella. Cuando lo exculpan es porque el juez es justo, pero si fallan contra él entonces se trata de una consigna política. Pero lo cierto es que por la mitad de la fechorías que reconoce en su libro que cometió debió haberse quedado donde estaba muchos años más, y eso sin contar la evasión de impuestos (¿o a poco informó a Hacienda de su transacción millonaria por unos videos de espionaje político?).

Se queja de haber sido la excepción y en eso tiene razón. En nuestro país los empresarios chapuceros como él siempre se las arreglan para quedar libres. Impunidad para los poderosos y arbitrariedad para el común de la gente es la moneda común del sistema. Sin embargo, a pesar de la preeminencia de sus abogados, de sus recursos y del peso de sus influencias, existió en efecto la decisión política de aplicarle la ley, lo cual no justifica los excesos, abusos y discriminación que pudo sufrir en la cárcel. Sólo cuando esa decisión cambió –al igual que con Raúl Salinas- pudo salir de prisión. El cambio de juez, la celeridad que éste le aplicó a los casos pendientes y la negligencia de la PGJDF para consignar los nuevos expedientes que ya estaban listos fue lo que generó las condiciones para su puesta en libertad. El espectáculo de agentes trogloditas que montaron los policías judiciales capitalinos a su salida para aplicar una simple orden de presentación frente a todos los medios de comunicación no fue si no una puesta en escena para engañar incautos y tapar complicidades.

El papel de Rosario Robles en el complot es triste, doloroso, tan incomprensible como inexcusable. Por supuesto que a ella tampoco le queda el papel de víctima, pero la manifiesta inquina que Ahumada muestra en su libro contra ella, aunque al final tenga el cinismo de reconocer su “buena fe”, es, por decir lo menos, bajo y ruin. Pierde el estilo y comete excesos de mal gusto. Rudeza innecesaria contra su compañera sentimental en esos momentos telúricos. Cuenta su versión cinco años después mostrándose dolido y despechado.

Ahumada señala a Carlos Salinas de Gortari como el cerebro de los videoescándalos y a Diego Fernández de Cevallos como coordinador del mismo. A éstos los culpa de haberlo abandonado, pero responsabiliza a los medios de comunicación, y en especial a Televisa, del fracaso del complot, aunque no desperdicia la oportunidad para arremeter personalmente contra Jorge Mendoza de TV Azteca. Supone que Bernardo Gómez, vicepresidente de Televisa, jugó en doble pista y que al mismo tiempo que participaba en la planeación para difundir vídeos previno a AMLO de lo que le venía encima. No oculta su molestia contra Joaquín López Dóriga y Carlos Loret de Mola, pues los culpa de su mala fama por no haberse ceñido al guión oficial. Pero se olvida que la televisión, aunque poderosa, no puede hacer milagros y presentarlo a él como un pobre y honesto empresario extorsionado que tuvo el valor cívico de enfrentar al terrible Gobierno del Distrito Federal exhibiendo su corrupción es algo tan desproporcionado como querer convencer al público de que George Bush es pacifista, Ulises Ruíz defensor de los Derechos Humanos, el Mochaorejas filántropo o Vicente Fox culto y letrado.

Carlos Ahumada es un pájaro de cuenta. Antes de los videoescándalos se le conoció por hacer trampa en el fútbol poniendo micrófonos ocultos en los vestidores de los contrarios, los cuales fumigaba antes de los partidos, por no hablar de la toma armada del estadio del Irapuato en la que, no obstante haber sido plenamente identificado en esa acción delincuencial, contó con impunidad absoluta. Olió muy mal que haya puesto de presidente del Club Santos a Edgardo Codesal que había sido presidente de la comisión de arbitraje y, en lo que parece demasiada casualidad, que meses antes presentó diez casetes de espionaje telefónico en contra del árbitro Felipe Ramos Rizo, acabando de esa manera con la brillante carrera del silbante. También tuvo notoriedad cuando atraparon e Luís Eduardo Zuno, jefe Delegacional panista de Álvaro Obregón en su famoso avión privado cargado de armas prohibidas y cuyo hijo era directivo del club León.

El modus operandi de Ahumada en las Delegaciones era colocar a su gente en las dos direcciones generales que le interesaban porque era donde se manejaba el dinero: Obras y Administración. En la Gustavo A Madero con Octavio Flores a quien apoyó en su precampaña y campaña, aunque en su libro lo desconoce, los que ocuparon esas carteras y le entregaron sin que hubiera siquiera un contrato 31 millones de pesos tienen por nombre Luís Salazar y María Martha Delgado que venían del Delegación Tlahuac de la que obtuvo infinidad de contratos con Francisco Martínez Rojo y que antes fueron sus empleados. Estos dos sujetos se fueron a refugiar, usted lo adivinó, a Cuba con otro sujeto y pasajero frecuente de aquel avión particular llamado Enrique Arcipreste del Ábrego, el cual se hacía pasar por propietario del famoso Paraje San Juan, en Iztapalapa, y a quien Ahumada le compró los derechos antes de que se demostrara que todo era un gran fraude (ver el “Tango de Ahumada” de Raúl Monge). Por cierto, en el libro reconoce que le propuso dos colaboradores a Carlos Imáz (p. 94), confirmando la versión que éste le dio a Carmen Aristegui de su alejamiento de Rosario Robles y rompimiento con el empresario mexicano-argentino.

Suena increíble que después de denunciar a muchos personajes de inmenso poder e influencia sostenga que los videos que iba a presentar el 6 de junio de 2006 y que según cuenta fueron acordados con Juan Molinar del equipo de campaña de Felipe Calderón, pero cuya difusión fue detenida por la fabricación de un atentado imposible, no los dará a conocer por temor, máxime viviendo en el extranjero (pp. 295-297). Sería mejor y más creíble que reconociera que sus intereses, y por tanto sus aliados y adversarios, ya son otros.

Pese a todo, Carlos Ahumada se declara “muy idealista” y afirma que “confía, en principio, en la honestidad y sinceridad de las personas” (p. 181), cuestiona al sistema político por “sucio” (p. 325), declara que se debe terminar con la corrupción y se compromete por luchar por “un México más justo” (p. 183). En lo que sí hay que tomarlo en serio es que no se puede confiar en Carlos Salinas ni en Diego Fernández de Cevallos. Pero, ¿quién confía en Carlos Ahumada, el que filmó a escondidas a sus aliados y socios, el que delata a sus cómplices, el que se vuelve juez moral cuando confiesa sus fechorías, el que devela la podredumbre las miserias del sistema político sin caer en la cuenta que él es su mejor exponente, el que no deja de pasarse de listo, el que abusa de la confianza y se atreve a utilizar hasta los periodistas que lo defendieron y que de buena fe le enviaron sus preguntas?


De paso…

Aclaración necesaria. Tengo la mejor de las opiniones de Roy Campos y de Marcelo Ortega, directivos de Consulta Mitofsky. Reconozco en ellos honestidad, profesionalismo y capacidad. No considero a Carlos Ahumada fuente confiable para desacreditarlos. Dicho lo anterior, considero necesario hacer una aclaración pertinente a lo señalado en el reciente libro del empresario de los videoescándalos en su libro “Derecho de réplica” respecto a la selección de candidatos en el DF en 2003 (p. 102). Mi última labor como Secretario de Finanzas del Comité Ejecutivo Estatal del PRD del DF fue hacer los contratos y pagarle a Consulta Mitofsky las diecinueve encuestas (hubo tres delegaciones que necesitaron una segunda medición) para elegir jefes Delegacionales en aquel año. Se firmó un contrato y el PRD cubrió el 100% de lo estipulado. Es falso que no se pudieran pagar por rebasar los topes de gastos de campaña, pues en esa época las precampañas no estaban legisladas. Por supuesto, es falso y absolutamente inaceptable que se haya acordado que Carlos Ahumada –que en ese momento era aliado de Bejarano- pusiera un solo peso para esas encuestas y mucho menos que se le dieran a conocer los resultados, ya no digamos que a él se le informaran primero. Un servidor recibió las encuestas de manera formal en sobre cerrado y, lo que sí se acordó, un poco antes en las oficinas de Mitofsky en la colonia Nápoles se las dieron a conocer de manera económica a los dirigentes de las tres corrientes principales del DF (IDN, Unir y Nueva Izquierda). Cambiar resultados de cualquiera de las encuestas es hacer fraude. Por ello, con independencia de que sea verdad o mentira su afirmación de que convenció a Mitofsky para adulterar puntuaciones, Carlos Ahumada es un defraudador confeso… Andrés Manuel López Obrador quiere ser el centro de atención en la campaña electoral –a lo que consciente o inconscientemente contribuye el libro de Ahumada- y para llamar la atención lanza declaraciones estridentes que no tienen nada que ver con el programa y los principios del PRD. Una de ellas es la disparatada idea de adjudicarse el “veto porril” que consiste en impedir incluso el debate en las tribunas de las iniciativa que él considere que atentan contra “la nación” o “el pueblo”. Los diputados “levantadedos” ceden su lugar a los “tomatribunas” y lo que no cambia es que van a actuar por consigna. La izquierda tradicionalmente ha tenido su fuerza en las ideas y ha reclamado espacio para expresarlas. Ahora nuestro ex candidato presidencial quiere decidir qué se discute y qué no en el Congreso de la Unión. Esa posición autoritaria e intolerante que niega la legitimidad de otros pensamientos es inadmisible para la izquierda que ha conseguido importantes logros democráticos y significa una regresión de décadas. ¿Qué dirá de esto Alejandro Encinas?... Entiendo la insistencia de López Obrador para salir en spots del PRD. Si no lo hace, el candidato del 35% valdrá los pocos puntos que desde ahora se vislumbra tendrán el PT y Convergencia. Ahora sí que ¡salvemos a AMLO!… Carlos Ahumada se jacta y se engaña. Los videoescándalos no contribuyeron al resultado del 2006. Es verdad que permanece el hilo conductor del “todo se vale para detener al puntero”, lo que se manifestó elocuentemente en la guerra sucia y en la intervención de Vicente Fox en la campaña. Pero la merma por la difusión de los videos fue más que superada tras la estupidez del desafuero en la que ademásd de recuperar una amplia ventaja López Obrador se convirtió en el líder indiscutible de un poderoso movimiento social. En la campaña presidencial los golpes bajos vinieron de otros actores y en el cuestionado resultado también tuvieron que ver errores propios como la deficiente estructura electoral que se conformó… El Barcelona es el equipo que más bonito juega en Europa. Es un deleite verlos tocar el balón y desplegarse en la cancha. Sin embargo, la forma en cómo pasaron a la final de la Copa de Campeones derrotando al Chelsea es vergonzosa. Nadie merece ganar con la ayuda del árbitro. Y ellos menos que nadie…

1 comentario:

Alarabi dijo...

Bueno veamos, el “candoroso” Ahumada se metió a redentor de políticos del PRD, PAN y PRI, mediante el debido pago de una “cuota” de contratos para sus múltiples empresas de construcción, comunicación y difusión, deportes y otras. Su aportación es acabar de demostrar lo podrido que esta el llamado sistema político mexicano y desde luego el no deja de ser un pillo de siete suelas y un delincuente. Pero en el fangoso medio político donde se metió por razones poco virtuosas documentó la podredumbre, con grabaciones de

Tú artículo es muy interesante, porque cuestiona el papel de la corriente bejaranista, entonces llamada Corriente de Izquierda Democrática (CID), ahora Izquierda Democrática Nacional (IDN) y su alianza con la de Rosario Robles. Sobretodo porque es necesaria esta reflexión para profundizar y encontrar elementos que nos permiten comprender que ha pasado con el PRD. Hace falta reflexión crítica y autocrítica. Aquí no se salva ningún santón y menos López Obrador, que definitivamente tiene la obligación de hacer luz sobre sus cercanísimos colaboradores, Ponce su Secretario de Finanzas, Bejarano su operador político de primer nivel. Su aprobación del apoyo que Ahumada daba Raúl Ojeda Subiera para ganar el Gobierno de Tabasco y esto de las “aportaciones” a Octavio Romero Oropeza, su Oficial Mayor. Esto es muy importante que lo conozca la ciudadanía, porque como se puede sostener un liderazgo moral sin ser objetivo, autocrítico y honesto como tanto pregona AMLO. Los otros personajes políticos como Salinas, Ceballos, la Robles etc. ya están bien chamuscados lo que digan quien se los cree.