lunes, 14 de julio de 2008

LOS SALDOS DEL NEWS DIVINE

14 de julio de 2008



Fernando Belaunzarán


En el país del Gober Precioso, de Ulises Ruiz y de Juan Camilo Mouriño debe valorarse que en el Distrito Federal no haya prevalecido la impunidad por el desastroso operativo policiaco que costó la vida a doce personas. Así mismo, debe reconocerse que el jefe de Gobierno cumplió su compromiso al acatar las recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal y que ya no estén en sus cargos los responsables de más alto rango de las dependencias involucradas. Sin embargo, no hay margen para la autocomplacencia ni en el gobierno ni en el PRD. La gravedad de lo acontecido obliga a reflexionar, revisar y corregir, no sólo para guarnecer al principal bastión perredista de cara a unas elecciones intermedias complicadas sino también para reforzar el perfil de izquierda liberal y democrática que deben tener las administraciones encabezadas por el partido del sol azteca. En ese sentido, la tragedia del News Divine debe ser un parteaguas.

Por supuesto, si se piensa que el problema es exclusivamente de imagen y lo único que hay que hacer es crear una campaña mediática eficaz para enfrentar los efectos dañinos del suceso, entonces quiere decir que se considera que todo está muy bien, que tan sólo fue una “lamentable cadena de errores” que pudieron evitarse, que con el castigo y la salida de los responsables se pagan las culpas y que lo que se requiere es volver lo antes posible al carril de la cotidianidad abandonada por una imprevisible contrariedad, cuyos daños ya están controlados. No es difícil suponer que algún insensible burócrata pudiera razonar así, pero después del informe de la CDHDF esa visión resulta absolutamente insostenible.

Emilio Álvarez Icaza puso un espejo frente a la izquierda en el poder y la imagen que le regresó está lejana de los ideales, anhelos, valores y propuestas que durante duras décadas de enfrentamiento contra el autoritarismo priísta forjó esa tendencia política en la capital del país. Eso no quiere decir que no se hagan cosas buenas y congruentes en la administración capitalina, mismas que se deben preservar y resaltar; pero sería engañarse afirmar que las razzias policiacas son el único resabio, la última trinchera en la que hasta hoy se parapetan las concepciones autoritarias del viejo régimen en la Ciudad de México. Ya nos dimos cuenta en todo el país que era más fácil derrotar al PRI en las urnas que al priísmo como cultura política.

No, la tragedia no fue causada por “errores” sino por la implementación de una política “sistemática e institucionalizada” que criminaliza a jóvenes cuya única falta –si se le puede llamar así- es beber cerveza en establecimientos regulados por la autoridad delegacional y en la que se violan los derechos humanos de los que debieran ser tratados como víctimas y no como delincuentes. Ya hemos dicho que el objetivo de estos operativos no era otro que la promoción mediática de la policía haciendo redadas espectaculares que produjeran cientos de detenidos y que den sustancia al mensaje de cero tolerancia que vino a promover hace algunos años Rudolph Guliani y que en tiempos de zozobra frente a la inseguridad creciente resulta rentable para acrecentar preferencias electorales. Sin embargo, dicha concepción persecutoria necesariamente de jóvenes y pobres es incompatible con el PRD y su historia y expresa exactamente lo contrario a los programas sociales que se implementan en la misma ciudad. Junto a las doce estúpidas muertes que no debieron haber ocurrido, feneció también el gulianismo, el verdadero error de aquel infausto 20 de junio.

Es evidente que se necesita replantear la concepción de seguridad pública y de la procuración de justicia en la Ciudad de México para que éstas hagan compatible la eficacia en la persecución del crimen y la prevención del delito con el respeto pleno a los derechos humanos y sin sacrificar libertades civiles y políticas; una verdadera visión humanista de la seguridad y la justicia en una época en la que la apología de la violencia está por todas partes y la fuerza suele imponerse sobre la razón y el derecho.

Ahora bien, como ya había adelantado, el problema no se circunscribe a la policía y la relación de ésta con los habitantes a los que debe proteger. Parto de la convicción de que el sello de izquierda de un gobierno debe abarcar todas sus políticas. No se puede, o al menos no se debe, ser de izquierda en los programas sociales y de derecha en la seguridad pública; progresista en la promoción de la cultura y retrógrada en la estigmatización de los jóvenes y sus costumbres; liberal en el reconocimiento de la diversidad y conservador en la democracia. Para eso es el Programa de un partido, para que haya congruencia entre políticas que deben expresar los valores que lo animan y que tienen su realización en un modelo de sociedad que debe guiar su acción política.

En ese sentido, la auténtica división de poderes que existe en la Ciudad de México debería enorgullecer a los perredistas, así como el contar con una comisión de derechos humanos autónoma e independiente que no controla el gobernador ni es una veleta como la que tenemos a nivel federal. De la misma manera, el Programa del PRD indica hacia donde caminar, pues ahí está establecida su convicción republicana y municipalista. En lugar de concentrar el poder y reforzar el centralismo, la capital de los Estados Unidos Mexicanos debe caminar hacia ser la entidad 32 de la República.


De nada. Gracias al bloque de Nueva izquierda y ADN, Andrés Manuel López Obrador puede retar a debate a Felipe Calderón sin riesgo de ser sancionado por las instancias jurisdiccionales del PRD. Recordemos que en el último Congreso Nacional la Jihad Pejista, encabezada por Martí Batres y Gerardo Fernández Noroña, abandonaron la sesión y rompieron sus votos tras rechazarse la prohibición expresa a debatir con el titular del Poder Ejecutivo… Y hablando de mi amigo Gerardo: ¿Qué le habrá pasado? ¿Por qué se habrá quedado callado? ¿Por qué no regañó a Leonel Cota por declarar sobre los errores de AMLO en el 2006? ¿Acaso no le habrá llegado la síntesis informativa que él mismo elabora? ¿Será que ya está siendo tentado por el colaboracionismo? ¿Lo veremos en adelante modosito y moderado? ¿Le quitarán la suscripción vitalicia del Sendero del Peje? ¿O estamos ante un ardid publicitario para que los periodistas vuelvan a asistir a sus conferencias de prensa?... Con el fin de agradar a su patrón, algunos han querido comparar el 2006 con 1998 difundiendo la insidia de que al líder de entonces, Cuauhtémoc Cárdenas no quiso enfrentar al sistema como sí lo está haciendo López Obrador. La comparación es en sí excesiva, pues en 1988 no hubo las condiciones institucionales, económicas, políticas y organizativas que se tuvieron en 2006 para competir por la presidencia. Pero además, en lo que se refiere a “enfrentar al sistema” también es un exceso. Enfrentar a Carlos Salinas costó más de quinientos muertos. Hasta ahora, proclamarse “presidente legítimo” y recorrer el país hablando de resistencia civil ha sido un picnic en relación con lo ocurrido en ese entonces, aunque, eso sí, con desastrosas consecuencias electorales… Pero nadie tan patético como Porfirio Muñoz Ledo que en su afán de ser diputado se presenta como el radical de entonces y de ahora, olvidando su paso por el foxismo y su visita a Los Pinos para pedirle a Salinas que le permitiera competir como candidato a la gobernatura de Guanajuato y que le otorgaran su pensión por sus años en el servicio público…Después de asistir a la fiesta de uno de sus nietos, el director del Instituto de la Juventud del DF por fin se apareció y en pleno News Divine anunció que en el expropiado lugar harían tardeadas con “agüita” –como si la cerveza y la forma en que se divierten los jóvenes hubiera tenido la culpa de la tragedia- y se invitará a los padres de familia para que observen tan sano esparcimiento. Con este desplante mojigato para cultivar “buenas conciencias” demuestra que al menos él no entiende nada y es más sano su mutis. Y pobres jóvenes a los que obliguen a ir a una tardeada tan “aguada”… Francisco Chiguil cree que puede regresar a gobernar la GAM. La difícil y lamentable situación personal por la que atraviesa quizás explique el por qué no alcanza a ver la magnitud de los hechos y no comprenda todavía que dadas las circunstancias su cargo ya es insalvable. La que no tiene disculpa es Alejandra Barrales cuya actuación facciosa le afecta a todo el PRD. Por la obsesión de mantener para su grupo interno esa demarcación está involucrando al partido en una causa perdida e indefendible que da pie a que lo comparen con lo que hace el PRI respecto a Mario Marín y Ulises Ruiz y el PAN con Juan Camilo Mouriño…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen Articulo, saludos.

Anónimo dijo...

FER:

Considero que con despedir de sus cargos a las personas que gozan de algún puesto no es suficiente para poner soluciones a los problemas que tenemos de raíz. No con eso va a cambiar el sistema político o la cuestión de seguridad pública, estos son problemas que tenemos que atacar con todo y de raíz. Tal como tu lo mencionas el problema es "la implementación de una política sistemática e institucionalizada que criminaliza a jóvenes..."

Hay que replantear todo el sistema de justicia que existe en nuestro país, las leyes antiguas y todo lo que viene junto con eso. Pero sobre todo demostrar que el PRD está en el gobierno y tal como tu dices no solo ser de izquierda superficial o retrogrado sino demostrar de qué estamos hechos. Buen ejemplo lo tenemos con lo que se logro con la ley de convivencia o con el aborto. A eso me refiero seguir por ese camino pero también aplicarlo en otros ámbitos.

Genial la solución de hacer tardeadas con agüita...pero qué me dices de Barrales? Pero bien dicen que la culpa no la tiene el indio sino quién la hizo compadre.

EAVO dijo...

Saludos

Mi nombre es Mauricio Toledo, soy estudiante de Ciencia Política en la Universiad Autónoma Metropolitana. Le escribo para solicitar una pequeña entrevista. Me parece importante que los jovenes entendamos en que consiste la formación política contemporánea del PRD, así como la visión de uno de sus titulares.