La Junta de Coordinación Política de la Cámara de Diputados aceptó
enviar una delegación de legisladores a la “International Drug Policy Reform
Conference” en Denver, así como a un seminario previo para un grupo pequeño de
latinoamericanos sobre lo que está sucediendo en materia de regulación de
marihuana en Canada, Washington, Colorado y Uruguay, del 21 al 26 de octubre.
Las invitaciones vinieron de parte de WOLA (Washington Ofice On Latin America),
Drug Policy Alliance y John Hickenlooper,
gobernador de Colorado. Asistimos Alberto Rodríguez (PRI), Luisa Alcalde (MC),
René Fujiwara (PANAL), Rosa Elba Pérez (PVEM) y un servidor (PRD).
Colorado está viviendo un proceso de transición. Tras más de
una década de tener regulación para marihuana medicinal, conseguida con un
referéndum en el año 2000, se prepara para que el primero de enero del próximo
año dicha sustancia pueda obtenerse para cualquier uso, lo que se ha llamado
“marihuana recreativa”. No es algo sencillo, pues se deben establecer controles.
Aunque la propaganda con la que en noviembre de 2012 ganaron la enmienda 64
hablaba de “regular cannabis como alcohol”, lo cierto es que las reglas
planteadas son más estrictas.
En Colorado se ha creado una policía especial para vigilar
que las normas sobre marihuana se cumplan. Saben que la vida del experimento
depende de ello. La decisión de la administración Obama de no ir a la Corte
Suprema a controvertir su legislación “recreativa” y detener las acciones
policiacas que hacían valer la ley federal en las veinte entidades que ya
tienen regulada la marihuana está sujeta a que no se les salga de las manos y
el cannabis ahí producido no se comercie en ningún otro estado. Para ello
obligan a poner, a cada una de las plantas, tarjetas con código de barras radio
identificables con una “pistola” (misma tecnología que se usa con las tarjetas
de prepago en carreteras y la supervía del DF) para saber cuántas se producen en
cada invernadero y cuál es su composición.
Actualmente, Colorado tiene 110 mil inscritos en el
programa de marihuana medicinal, los cuales tienen que hacer un pago anual de
$35 dólares. A diferencia de la “recreativa” que entrará en vigor en enero y
pone límite de edad en 21 años, en esta cualquiera puede estar, pero en el caso
de menores de edad con el permiso de sus padres y el diagnóstico de dos
médicos. La más joven usuaria tiene 17 meses de vida y está teniendo un
tratamiento muy exitoso con cannabis para quitarle convulsiones: de más de 300
por día, ahora padece menos de 10. Como es actividad medicinal, sólo pagan el
2.5 % de impuestos, aunque las licencias para los productores varían su costo
de acuerdo al número de pacientes que tienen y no bajan de 7,500 dólares. Por
cada paciente pueden plantar 6 plantas, a menos que por prescripción necesiten
un producto procesado y, por lo mismo, se ocupen más. Un ejemplo extremo es el
concentrado de 90% de THC (sustancia activa del cannabis) para enfermos terminales
de cáncer.
El próximo mes, los ciudadanos de Colorado decidirán en
referéndum los impuestos propuestos para la marihuana “recreativa”: 15% al
productor y 10% al consumidor. Los dispensarios tienen la obligación de vender
al menos el 70% de lo que producen, a diferencia de Washington en donde se puso
la medida “antimonopólica” de que quien produzca y procese no puede distribuir
y vender. Para obtener licencia se hace una investigación de antecedentes con
su huella dactilar, pues es requisito indispensable estar “limpio”. Los productores
con sus dispensarios decidirán si optan por uno u otro mercado o, bien, por los
dos.
El dispensario más grande en Colorado admite producir 12.5
toneladas al año, más de la mitad de lo que Uruguay plantea en su propuesta.
Sorprende la tecnificación de todo el proceso. Un productor mediano afirma
tener 150 tipos de marihuana que ofrece a sus pacientes y haber patentado seis
semillas. Las medicinas también son ofrecidas en chocolates, galletas,
pastelillos, refrescos, chicles y golosinas. La seguridad no es opcional y
deben tener videocámaras en todos los lugares. El costo del sistema, afirma uno
de los productores, fue de 250 mil dólares. Si tienen algún contratiempo es la
reticencia de los bancos a participar por miedo a represalias por la ley
federal, motivo por el cual se manejan fuertes sumas de dinero en efectivo con
el consiguiente riesgo. Pero parece cuestión de tiempo, poco, para que la Banca
se integre.
La conclusión obvia es que el proceso de regulación de la
marihuana en EU es creciente e irreversible, y que la industria emergente va a
generar fuertes ganancias en un esquema con claros rasgos comerciales, lo cual
será un aliciente para que la experiencia se reproduzca en otras entidades. Las
principales organizaciones nacionales que promueven la regulación hacen grandes
esfuerzos para contener el ánimo de victoria que corre entre los activistas y
que los grupos locales esperen al 2016 para llevar a cabo los referéndums en el
mayor número de estados posibles –y no en 2014-, entre ellos la joya de la
Corona, California. La apuesta es inteligente: con el 58% a favor en la última
encuesta de Gallup, quieren obligar a los contendientes a la presidencia de
Estados Unidos a comprometerse con el tema.
México tiene la disyuntiva de adelantarse como Uruguay y
poner reglas al mercado con una visión de salud pública, seguridad ciudadana y
respeto a libertades y derechos, o que la fuerza económica del negocio llegue a
nuestras fronteras e imponga condiciones. La ironía macabra es que allá están
haciendo negocio por una actividad que aquí combatimos de manera sangrienta por
causa de la política exterior estadounidense. Pero, con todo y eso, debemos
verlo como una oportunidad para avanzar en el cambio del paradigma
prohibicionista que, sin conseguir uno solo de sus objetivos, ha traído tan
trágicas consecuencias al país.